No somos «todo terreno»


Corina Rueda Borrero_ Perfil Casi literalQué curioso y devastador puede resultar el patriarcado. Mientras que a las mujeres se nos responsabiliza por ser violadas, abusadas o asesinadas por habernos pasado un par de copas, la misma situación es una excusa para los hombres. ¿No me creen? Veamos el ejemplo más reciente en nuestra región: mientras que una mujer reportera cubría el partido de futbol entre Panamá y Trinidad y Tobago fue manoseada por un grupo de hombres, e incluso, uno de ellos intentó besarla sin su consentimiento a la vez que los demás se mofaban y vanagloriaban por ese acto de agresión sexual tan normalizado por la sociedad.

Entre los comentarios más destacados cabe mencionar los siguientes: «Seguro fue la euforia del momento», «Pobre tipo, estaba borracho» y —mi favorito—: «Las feminazis se jodieron en la vida del tipo». Claro, después de todo estaba borracho, estaba feliz por la victoria de Panamá y parece que para el patriarcado eso lo justifica todo; y que nosotras, las que defendemos los derechos de las mujeres, hayamos salido a condenar ese acto de abuso es una exageración. Según la sociedad, estamos dándole demasiado color al asunto.

Como se le dio mucho color al pobre Brock Turner, estudiante de Stanford que, tras violar a una compañera universitaria en una fiesta (después de haber tomado unos tragos de más) solo le dieron seis meses de cárcel porque «este pobre tipo no debía ser juzgado por solo veinte minutos de acción», o como el pobrecito de José Beltrán, quien pidió comprensión por la ira que le provocó ver a su esposa besando a otra mujer, razón por la cual las mató a ambas.

Cada uno de estos casos es real y no se alejan uno del otro porque todos están sostenidos bajo el mismo supuesto: que «la sociedad debe entender, y por tanto justificar, la violencia contra las mujeres». Después de todo, desde que somos niñas nos dicen que jamás debemos sentirnos seguras y que si nos pasa algo es porque no estuvimos suficientemente atentas; nos dijeron que había profesiones para hombres, que si salía con amigos jamás debíamos pasarnos de tragos, que las mujeres debíamos cerrar las piernas y mantenernos calladas. El mensaje subliminal que recibimos es que jamás, dentro de la cultura patriarcal, debemos sentirnos seguras; siempre debemos estar alerta ante cualquier agresión y continuar con nuestra vida como si nada pasara. En conclusión, y rescatando las mismas palabras que usó TVN para normalizar el ataque: «las mujeres debemos ser “todo terreno” si queremos entrar en un terreno de hombres».

Al final, el chip que nos inserta la sociedad nos dice que si rompemos cualquiera de estas reglas, debemos atenernos a las consecuencias. Esta normalización de la violencia es cruel porque se ejerce de forma indirecta al estar interiorizada y naturalizada. Las mismas víctimas se hacen cómplices de la dominación sistemática a la que son sometidas porque se piensa que «siempre ha sido así». Es por eso que no sorprendió cuando la víctima, en este caso la reportera, salió a decir que no se sentía molesta por lo ocurrido, porque después de todo, se nos ha enseñado que a la violencia no hay que darle color.

Al final vemos que esta misma sociedad, que justifica y avala a los hombres como agresores, es la que nos repite constantemente que debemos andar con cuidado por la vida y que tenemos que aprender a lidiar con estos gajes del oficio. Porque «si eres reportera y vas a cubrir un juego de fútbol, tienes que tener claro a qué te enfrentas, y si algo pasa, no debes molestarte porque es normal», tan, pero tan normal, que no hace que reconozcamos la violencia sistemática a la que nos enfrentamos todos los días.

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