Antes del apoteósico éxito de Ixcanul en el Berlinale de 2015, convertimos Cuando sea grande, de Jayro Bustamante, en una suerte de libro-manual que cuenta a los jóvenes algo del proceso de producción de un cortometraje.
Fue un experimento divertido con mi querida Irene Piedra Santa, la más visionaria y generosa editora guatemalteca que conozco, a quien le debo mi fijación por este hacer imaginario que se convierte en susurros para los lectores desprevenidos. Perdón por los eufemismos, pero los respaldan sus acciones, además, qué se podría decir de quien te ha parido y te dio alas para volar.
Hay cosas que para los sumergidos en un proceso son obvias. Para un cineasta y un editor de libros para niños es más que lógico ver el storyboard como génesis de su obra cuando ya se tiene la narrativa seleccionada, pero hay un enorme mundo de curiosos que no lo saben y les gustaría descubrir esas minucias.
Justamente ver todo con ojos inocentes es lo que hace de un artista alguien que conmueve porque no asume que ya todos saben, conocen, aprecian y disfrutan lo que para él es descubrible, apreciable y disfrutable. Es entonces cuando vale la pena dedicar un par de años de tu vida a idear y publicar un librín con la historia de abismos e ingenuidades que Jayro Bustamante escribió y convirtió en cortometraje. Esa fue la base para el caldo de cultivo que luego mezclé con ideas sobre el proceso creativo, storytelling e ilustraciones chingonas de Martín Díaz, otro genio que no sé por dónde anda, pero que me gustaría involucrar en más proyectos.
Al final, de eso se trata la vida: de hacernos cómplices en lo que nos genera efervescencia en las venas porque sabemos que resultará algo que de alguna manera sumará un poquito de condimento al universo de alguien por ahí, llámese texto, ilustración, canción, corto o largometraje; llámese arte o llámese expresión.
Firmar el contrato para ese libro me valió un buen disgusto en mi segundo matrimonio, (ups, ya nos estamos poniendo nostálgicos, pero creo que esas indiscreciones se van sumando con la edad). Así sucede cuando una editora sin escrúpulos lleva en su maleta de viaje de luna de miel una pizca de trabajo, luego arrastra a su nuevo esposo a una cena con el artista chapín que vive en otro mundo y que debe firmar el convenio para después recorrer algunos países con ese papel arrugado, pero ya firmado. ¿Que si anduve cargando ese papel entre besos, caminatas, nuevas experiencias y la mejor aventura frente la erupción de un volcán islandés? Sí.
En fin, Cuando sea grande lo descubriré y entenderé por qué la pasión por el quehacer no siempre se combina con otras pasiones. Por ahora sonrío al recordar cómo se imaginó, confabuló y desenmarañó esta poco conocida obra de un cineasta guatemalteco que también lo ha dado todo por su arte.
[Foto de cover y portada: Editorial Piedrasanta]
†