Tengo en mi mano un frasquito de agua florida que la poeta kaqchikel Negma Coy me dejó a su paso por el Festival Internacional de Poesía de Costa Rica. Tengo en mis manos su libro. Ambos objetos en sustancias diferentes, son para curar.
Vertí unas gotas en mis manos para oler, para que el aroma entre al cuerpo, dibujé una cruz en la frente, una en la boca y una en el pecho. Traigo a la mañana las palabras que intercambiamos ayer por la noche (horas de conversación).
En la poesía de Negma hay respuestas a las preguntas necesarias. Su escritura es plural: kacqchikel, glifos y, más que poesía, es racionalidad poética. El universo que la constituye está en cada texto: Negma Coy la pintora, Negma Coy la actriz, Negma Coy la música, Negma Coy la académica… Negma Coy, o la caminante de años para encontrarse a sí misma.
Su poesía es un manifiesto guardián de la sabiduría de todos los abuelos y abuelas. A orillas del fuego es un libro para curar el vacío de la colonialidad de nuestro tiempo, la erosión; y ante esto, la poeta nos da nuevas claves para sentir-nos. Poesía necesaria de mirada crítica. Lo sagrado está en cada gesto de lo cotidiano. «Estornudo del volcán de fuego» nos habla de esto:
Rach’ixin ri q’aq’ xkanul
Pa wo’o’ ramaj chire’ ri tiqaq’ij
A Juan nichon qa rik’in: nusi’ janila raläl, k’o chi yib’e apon chi wochöch toq k’a majani’ yech’ich’an ta ri taq tzilin ch’ich’ ruma ntok pe ri aq’a’.
¡Xjilijo’ ruma jun ab’äj!
Xexik’an el taq rusi’ k’a ri’ a Juan k’a pa rub’ey ya’ xb’etzaq apo pa maj,
jun, ka’i’, oxi’, kaji’, wo’o’, waqi’, wuqu’
taq xuna’ ruwäch k’o wi k’a pa rutun jun mama’ rak’arik jay,
ri kaq’ïq’ xuk’etetëj ruchi’ käq käq na xkib’en na pe,
pa jun ramaj k’anej xraxaj chi k’o xb’ojbo’
xtzun kan chi rij k’a ri’ chupam ri nimaläj juyu’ xar rub’onil xutzu’ jun nïm raqën
käq, kaqköj, q’än
kan xtz’intz’ot rupaläj
toq xb’ojb’o’ rik’in jun rutzil ruwäch.
Waqxaqi’, b’eleje’, lajuj, julajuj, kab’lajuj, olajuj
Juan, Juan, Juan,
ri xkanul, ri xkanul, ri xkanul.
Xuyek pa rujolom ri ramaj ri’ ri achik’ ri’
ri xusipaj qate’ ruwach’ulew chi re’,
eqal eqal xuna’ ronojel ruch’akul
k’a ri’ xril rusi’ pok’ol k’a ke la’.
En español:
Estornudo del volcán
A las 5 de la tarde
Juan se decía: mi leña pesa mucho, pero debo llegar a casa antes que las campanas /informen la entrada de la noche.
¡Una piedra lo destanteó!
La leña voló y a la orilla del mojón Juan se deslozó en el maj
Jun, ka´i, oxi´, kaji´wo´o, waqi´, wuqu´
En lo más alto del rascacielos se descubrió,
El viento pellizcó su piel hasta ponerlo rojo rojo
En un instante un estallido en lo lejano escuchó
Volteó su rostro y a lo profundo de aquel bosque azul
Al gigante visualizó,
Rojos, naranjas y amarillos
Su cara resplandeció
Justo cuando el sonido del saludo explosivo llegó,
Waqxaqi´, beleje´, lajuj´, julajuj´, kablajuj, oxlajuj
Juan Juan Juan
El volcán, el volcán, el volcán
Grabó en su memoria aquel instante de ensueño
Que la Madre Tierra le regaló,
Lentamente su cuerpo reaccionó
y su leña regada encontró.
Musicalidad, texturas sonoras, ritmo y sentido, intenciones que la poeta nos entrega para cumplir un claro propósito: lo trascendente está en lo inmanente. Lo que parece inefable en realidad se configura en cada acto de la vida.
Coy ofrenda coordenadas para la poesía —la que no se escribe y la que sí—: el valor delirante de la ternura, de la pluralidad de signos que nos hacen ser símbolos, lenguaje que la escritora rompe para mutar en innumerables formas, como bien lo hacían nuestras abuelas y abuelos en el libro sagrado del Pop Wuj para para hacer justicia, es decir, para colocar cada ser en el lugar que le corresponde y asegurar de esa manera la armonía de nuestro entorno.
Jugar con el lenguaje, desmembrarlo, rehacerlo para desaprender aquello que nos distancia de nosotros mismos, para volver a nuestra esencia.
Mokaj
Pa tinamït:
Ri achi’a’, ri ajb’anöy kuqulbäl, ri ak’wala’, taq b’ey, taq tinamït, taq chikopi’, taq juyu’, ri kaj, ri choy, taq kär, taq tz’ikin, ri tijonela’, ri ajk’amol b’ey
Chuqa’ ri tinamït kichin:
Ri ixoqi’, ri ajk’amol b’ey, taq jay, taq ab’äj, taq kotz’ij, taq k’ayinela’, taq tinamït, taq awën, ri ajchupuy q’aq’, taq jäb’, taq xajonela’, taq achib’äl, taq ruchi’ tinamït
Xekos yan ruma taq mokaj je’
(la, el, lo, las, los)…
rije’ nikik’utuj kik’ojlem.
En español:
¿Artículos?
En el ciudad de:
las hombres, las actores, las niños, las caminos, las pueblos, las animales, las cerros, las cielos, las ríos, las peces, las pájaros, las profesores, las presidentes
y la pueblo de los:
los mujeres, los directoras, los casas, los piedras, los flores, los vendedoras, los ciudades, los milpas, los bomberos, los lluvias, los bailarinas, los fotos, los comunidades
están cansados de las artículos (la, el, lo, las, los)
y exigen solo, SER.
Poesía que cuestiona y con visión de mundo, lúcida contra la violencia y el racismo. Intelecto, intuición, energía, amor profundo y ternura, porque sobre todos los gestos —incluso la rabia, el odio como respuesta a lo inhumano, a lo injusto— entre la poesía de Negma prevalece la ternura como forma de resistencia fundamental.
«A orillas del fuego», que da nombre a este libro, también «En el ombligo del cielo», «Abuelo Piedra», «Kame», «Maiky», «Hasta el otro sol» y otros poemas, nos presentan con el tacto sutil de la madurez y la sabiduría en la escritura, más que un cuestionamiento, un llamado a la comprensión de los conceptos de vida y muerte como senderos correlativos, porque en un sistema occidentalizado como el nuestro, la muerte es solamente cesación de consumo, cuerpos depositarios de miedo, violencia y poder; cuerpos corruptos que ansían tener y acumular. Y sobre esta fina línea de cuestionamientos, la poeta aborda los temas: muerte, vida en una diada, símbolos —como advierten los fenomenólogos de lo sagrado— que habitan nuestro vivir dualécticamente.
Poesía que trae consigo a sus ancestros, continuidad, abuelas y abuelos poesías también. En todos sus poemas hay una contundente actitud político-amorosa: «Memoria», «Camino a casa» y otros textos tienen el amor como premisa ético-política para defender la vida, las energías y las fuerzas espirituales que configuran lo que somos.
Pienso, después de leer el libro de Negma Coy —agua florida para nuestro Chumilaj— que “Nuestra misión en los brazos de la Madre tierra”, como dice uno de los versos del libro, sea comprender que la poesía es un configurador existencial de lo cotidiano, este gozo al tiempo positivo como negativo de nuestra legítima existencia; es con-vivir, es la con-vivencia, es al fin recuperar nuestra conciencia de ser y estar con los/as demás y para los/as demás, por eso es que los símbolos que habitan este libro son elementos terrestres en los se hospeda el sentido real de nuestra vida, nuestro compromiso con la existencia. No hay otro lugar.
Tres veces gracias, Negma Coy.
†
¿Quién es Alejandra Solórzano?