Su nombre es Rubí Véliz Catalán


Alfonso Guido_ Perfil Casi literalNo sé si tenga algún derecho de sentirme orgulloso de Rubí Véliz Catalán, pues a pesar de que he sido testigo primario y privilegiado de la evolución que desde sus inicios ha tomado su breve (pero próspera) carrera como columnista, lo cierto es que nunca le he enseñado nada que ella no sepa. Siento que es mucho más lo que yo he aprendido de ella siendo su editor que lo que ella realmente ha podido aprender de mí.

Hace mucho tiempo que Rubí ha dejado de ser una redactora de listas y antologías de curiosidades literarias (ese tipo de deslices que, acaso a falta de experiencia o de ideas concretas, hemos padecido casi todos) para convertirse en una columnista seria, con profunda sensibilidad y agudeza, capaz de abordar con soltura y versatilidad cualquier tema. Cada artículo de su producción es único e irrepetible y jamás un discurso suyo se ha parecido, ni por cerca, a alguno empleado anteriormente por ella misma o por alguien más. Es como si Rubí fuera muchas columnistas a la vez. Ya sea que haga una radiografía de una presentación de La Traviata, ponga en duda el falso nacionalismo de su país, haga una exaltación a la poesía en lengua inglesa, encuentre similitudes semánticas entre las obras de Casona, Baudelaire y Héroes del Silencio o señale la decadencia cultural a través del comportamiento de masas en las redes sociales, pareciera que Rubí siempre tiene algo interesante que decir. Siempre vale la pena releer sus artículos, más que por mi obligación editorial, por deleite propio como lector. Ella es mucho más que una columnista de su tiempo y para su tiempo.

Quizá ninguno entre nosotros se ha apropiado de una voz con la tenacidad y solidez de Rubí, pero lo más sorprendente quizás sea el breve tiempo en que lo ha conseguido. Algo que sin duda ha alimentado mi sincera admiración es el hecho de que ninguno de los 39 artículos de su autoría que he editado hasta ahora para esta revista (y lo digo sin ningún tipo de exageración: ni uno solo de 39) ha dejado de ser mejor que el anterior.

Estimados colegas editores de otros medios culturales relevantes en la región: si quisieran que les haga una recomendación honesta y, sobre todo, suicida para nuestro contenido y calendarización quincenal de los viernes, les diría que mientras aún puedan y alguien más vivo no se les haya adelantado, llévense a Rubí de (Casi) literal como ya lo han hecho con tantos otros que han pasado por acá. Si se la llevan para siempre o no, esa no es decisión mía sino de ella. Eso sí: páguenle muy bien, porque considero que lo vale.

Ahora bien, mientras ningún editor se decida, y antes de que un instante de existencialismo repentino me quiera arrebatar la fe que tengo en este proyecto, continuaré editando a autores como Rubí para que se me pase.

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