La piñata pictórica


Rubí_ Perfil Casi literalPara deconstruir no deberíamos ser tan mediocres ni tan simplones. Es decir, que cuando retaceamos al azar el pedazo de un pasado en el cual, por desidia, no ahondamos lo suficiente y lo desfiguramos a manera de acomodarlo por la fuerza, cual zapato chico, por exigencias que responden a impulsos banales, no solo estamos cayendo en una vejación, sino en un delito contra la memoria. A través de memes hacemos con la historia lo que los niños hacen frente a una piñata: la aporreamos hasta dejarla vacía, recogemos los dulces y tiramos el bagazo que no nos sirve. Somos descuidados.

Por ejemplo, no es extraño que algún usuario de cualquier red social se apropie y comparta alguna frase, ahora popular, de la pintora mexicana Frida Kahlo. De hecho, el gusto por aquellas no queda ahí: deben engordar de reconocimiento con el famoso like y deben decir algo sobre nuestro punto de vista frente a alguna experiencia de vida.

Antes que nada, reconozco que la historia de esta artista es conmovedora; no discuto eso. Respecto a ello, el libro de Ruda Jamís, Frida Kalho, es revelador tanto acerca de todas las facetas Frida como de la sociedad mexicana durante la época de la Revolución (1910). Sin embargo, no comparto el hecho de colocarla en viñetas donde luce como la abanderada del “feminismo” de este siglo, con frases cuya intención manejan un doble discurso poco sustancial. Es más: hacerlo es un insulto. No se puede ni se debe reducir a ningún artista tan vilmente, olvidando su causa artística. Y aunque hay mucha revelación contra el sistema patriarcal y machista de la sociedad en la que Frida descolló como artista, su vida personal no armoniza con las causas feministas del cambiante mundo del Siglo XX.

Para nuestra desgracia la figura de Frida mutó en un producto más: salió de los libros y de los cuadros y se estampó en playeras, billeteras, zapatos y demás necesidades fabricadas para una juventud femenina que se apropió de ella a partir de referencias virtuales que la han explotado injustamente como no más que una mujer con “agallas”. Frida dejó de ser la niña de descendencia austrohúngara que nació en Coyoacán, México, el 6 de julio de 1907, y pasó a ser lo que el director de una maratónica y exagerada película quiso que fuera a través de la sobreactuación de Salma Hayek. ¡Es lamentable!

Como artista, Kahlo padeció dificultades de todo tipo a causa de la tenacidad enfermiza que la mantuvo junto a Rivera en ese malsano festín emocional. Cualquiera de las olas del feminismo la sancionaría por sus actitudes erráticas frente a tal situación. Es cierto que no fue su culpa, pues dudo que ella tuviera alguna vez la intención de dejar un legado que no fuese artístico pese a que existen cartas y diarios que en algo han ayudado a la edificación de su falsa imagen; la culpa la tenemos nosotros que, como afirmé al principio, deconstruimos en minutos la historia, el pasado y la memoria.

La figura de Frida vale no solo por haber sido una mujer que, sin miedo ni mesura, señalara sus inconformidades a boca de jarro, ni porque bebiera demasiado tequila: esas son trivialidades. Hay mucho que ver en cualquiera de sus pinturas: técnica, composición, estilo y una rigidez dulce en la paleta. No hay movimiento y las posturas de sus personajes son hieráticas. Es más: esa falta de dinamismo responde a un estilo perfeccionado para ser único, suyo… irrepetible. En la contraportada del libro de Jamís, André Bretón cuenta que Pablo Picasso dijo a Rivera: «Ni tú ni Derán ni yo somos capaces de pintar una cara como las que pinta Frida Kahlo».

¿Qué pensaría Frida si supiera que 62 años después de su muerte es más reconocida por su temperamento colérico que por su aporte a la plástica?

Antes de golpear la piñata, observemos. No parcialicemos y conozcamos; seamos objetivos y críticos. Entendamos que no porque Frida dijera alguna vez “vete a la mierda, Diego” fue feminista. Digamos NO a la información chatarra y no nos conformemos con poco al respecto del conocer los diferentes feminismos. Redescubramos a Frida, no la inventemos.

¿Quién es Rubí Véliz Catalán?

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