Cuando dejé de trabajar como actriz de teatro, realmente creí que jamás en mi vida volvería a pisar un escenario, no porque mi experiencia fuese mala, sino que simplemente pensaba que era un ciclo cerrado en mi vida. Sin embargo, estaba equivocada.
En febrero pasado comencé a tomar clases de Belly Dance (danza árabe), sin siquiera imaginar que gracias a ello tendría nuevamente la oportunidad de estar frente a un público. De hecho, la razón por la cual tomé esta decisión no era exactamente para convertirme en bailarina, sino porque esta danza, de alguna manera, nos ayuda a conectarnos con nosotras mismas y a observar nuestra feminidad desde otra óptica.
Esta danza requiere una técnica muy precisa puesto que uno de sus principios básicos es aprender a aislar los movimientos de cada una de las partes del cuerpo: caderas, brazos, muslos e incluso el rostro. En teoría parece muy simple, pero requiere horas, días, semanas, meses y quizá toda una vida de práctica continua. No obstante, cuando estás delante de un espejo observándote a ti misma cómo no solamente empiezas a aprender la técnica, sino cuando comienzas a ver tu cuerpo con otros ojos, te das cuenta que el esfuerzo vale la pena.
El sábado pasado, se efectúo la celebración del “World Belly Dance Day Guatemala” en el Teatro de Bellas Artes. En dicho evento tuve la oportunidad y el honor de compartir el escenario tanto con mis compañeras y maestra de la academia Kamra’s Belly Dance como con estudiantes de otras academias de danza árabe y bailarines profesionales de Guatemala, México y Argentina.
Antes de la presentación, experimenté nuevamente ese cosquilleo nervioso en cada parte de mi cuerpo que sentimos antes de entrar a escena. Sin embargo, durante los tres minutos que duró, dejé que la danza fluyera dentro de mí. Porque es ese precisamente el secreto: dejar que el arte fluya por cada una de nuestras venas cuando estamos arriba de un escenario, enfrente del computador escribiendo un texto o frente a un lienzo en blanco. Y si hay otra forma de hacer las cosas, por favor, quiero que alguien me lo haga saber.
Creo firmemente que nunca podremos autoafirmar que somos artistas, o peor aún “buenos artistas”, eso sería arriesgado, pretencioso e incluso arrogante; pero sí podemos permitir que a través de la danza, el canto, la literatura, la pintura o cualquier otra manifestación artística, este se exprese a través de nuestro ser hasta tal punto de transformarnos por completo. Porque el arte, queridos lectores, tiene el enorme potencial de transformar nuestras vidas y a su vez nos da la oportunidad de transformar la vida de otras personas cuando son lo suficientemente sensibles para apreciar su valor.
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¿Quién es María Alejandra Guzmán?
Esas emociones que se experimentan al estar en un escenario son inigualables. Comparto tu visión , María Alejandra. El arte nos transforma y nos da una visión diferente de nuestras vidas; no tiene tanto qué ver con la etiqueta del artista, tiene que ver con la disposición de aceptar el poder del arte, sea cual sea su expresión.
Totalmente. Una vez más, gracias por la lectura y por tus comentarios. Saludos cordiales.