Recientemente escuché un desafortunado comentario sobre la literatura en términos generales. Una persona afirmó que existe literatura “inapropiada” que nos incita a cometer malas acciones, que la gente debería leer solamente libros “buenos”, y citó como ejemplo la Biblia, que dicho sea de paso, no es un libro sino una compilación de libros. Solo faltó que mencionara los libros motivacionales como referente de buena literatura.
Antes de proseguir me disculpo por el abuso de entrecomillados, pero es preciso dejar claro que no concuerdo con ninguno de los calificativos que esta persona utilizó. Para comenzar, no comparto el criterio de calificar una obra literaria desde una perspectiva moralizante cuando dichas obras han sido escritas con fines estéticos. Si bien es cierto que en el ámbito docente es válido utilizar cualquier cuento o fábula para exhortar a los estudiantes a que reflexionen en torno a cualquier aspecto moral o ético, la finalidad primordial de la literatura no es educar a la gente. Como expliqué, el objetivo primero no es didáctico ni moralizador, sino estético.
Por otro lado me pregunto qué hace pensar a esta persona que existe literatura que nos induce al crimen o a cualquier tipo de vicio. No existe tal literatura, pues dudo que Edgar Allan Poe escribiera El corazón delator o El gato negro con la finalidad de crear una secta formada por psicópatas, o que el Marqués de Sade buscara incitar a la lujuria desmedida a través de sus obras, por mencionar ejemplos. Sus propósitos estaban diametralmente alejados de una finalidad aleccionadora, didáctica o, en el peor de los casos, masificadora.
No pude preguntarle a qué libros exactamente se refería (por desgracia), pero al escuchar la frase “mala literatura” haciendo alusión a la moral, sentí indignación. Creo que esta forma de pensar es producto de una moral basada en el dogma, en la rigidez y en el deber como eje supremo de nuestras vidas, perspectiva que genera tal estrechez mental que se juzga el arte desde un punto de vista equívoco.
Y en relación al tema de los textos sagrados, no ignoro que estos textos tienen un valor que trasciende lo estético y que abarca el ámbito cultural, histórico, filosófico y espiritual; sin embargo, eso no significa que el resto de literatura deba demeritarse.
En este orden de ideas solamente tengo una sugerencia: no permitamos que nuestra moral estrecha nos impida disfrutar de cualquier lectura. Nunca hay que perder de vista que leer es equiparable a escuchar, por lo tanto, solo quien toma un libro dejando sus prejuicios atrás lee realmente. El resto de la gente solamente ve las letras pasar.
†
¿Quién es María Alejandra Guzmán?