Desde hace algún tiempo me ha llamado la atención la controversia que genera la existencia de libros de autoayuda. Como el nombre lo indica, estos libros tienen el propósito (al menos en teoría) de facilitar herramientas para que la gente pueda manejar alguna crisis emocional o encuentre en ellos las respuestas sobre la razón de su existencia. Ahora bien, ¿por qué si son libros creados con fines aparentemente nobles tienen tan mala reputación dentro de diversos ámbitos culturales y académicos?
Por un lado existen personas en dichos ámbitos que consideran que quienes leen este tipo de lecturas son lectores incipientes, de escaso juicio crítico y, por ende, no comprenden que detrás de la producción, publicación y difusión de estos libros, el único interés que existe es lucrativo pese a que estos suelen venderse como testimonios vivos de autores que en apariencia buscan el bienestar ajeno.
Por otra parte, son los libros que mantienen en pie a varias editoriales, pues no es un secreto para nadie que suelen ser los mejor vendidos, los que la gente suele buscar en las ferias de libros, en las librerías e incluso hasta en supermercados. Es más: la industria de los libros motivacionales va más allá del mero material bibliográfico. Alrededor del mundo se organizan talleres, seminarios y conferencias que buscan ser el analgésico que restablezca las enfermedades emocionales de la gente, actividades que suelen ser estrategias de mercadeo orientadas a vender este tipo de libros.
De hecho estoy segura de que a usted en alguna ocasión alguien le ha recomendado alguno de estos libros o le ha invitado a un taller de esa índole. A mí, por diversas razones, me ha sucedido. Incluso en alguna ocasión tuve que leer textos motivacionales para poder aprobar un par de cursos durante la secundaria y en la universidad. Ahora bien, el punto aquí es tratar de comprender por qué la industria de la motivación crece día a día de forma pujante.
Hablando en términos de estrategias mercadológicas, uno de los fines principales de cualquier empresa es crear una necesidad de consumo para poder vender un producto que las satisfaga. Por otro lado, desde una perspectiva psicobiológica, existen necesidades primigenias que todo ser humano posee. Contrastando ambos puntos, la pregunta que surge en este caso es la siguiente: ¿estos libros están para satisfacer una necesidad primaria o una necesidad creada?
Si bien es cierto que no considero debatible el hecho de que los seres humanos tengamos necesidades emocionales, si es discutible que el material de autoayuda sea imprescindible para poder suplirlas. La mayoría de estos libros, en el fondo, pretenden ser versiones digeribles de textos filosóficos y religiosos tanto de procedencia oriental como occidental. Por consiguiente, detrás de la producción de estos libros se busca la simplificación de ideas complejas, algo que para algunas editoriales suena fascinante dado que en esta época entre más simple sea el texto es más fácil de vender.
En cuanto a sus autores, en su mayoría son personas que tienen un profundo conocimiento de teorías psicológicas conductistas y aprovechan ese conocimiento para escribir este tipo de textos, o bien, tienen ciertas nociones acerca de corrientes filosóficas y religiosas; no obstante, tergiversan ese tipo de ideas hasta condensarlas en libros lo suficientemente simples como para ser leídos por millones de personas.
Me pregunto si mientras gire la Tierra sobre su eje y alrededor del sol valdrá la pena invertir tiempo y dinero en este tipo de lecturas. Si usted así lo cree, no voy a contradecirle. Sin embargo creo que el ser humano tiene la facultad de encontrar de sí mismo la motivación que necesita para vivir. Y si en algún momento necesitase un estímulo externo, ¿será que la única alternativa se encuentra entre las páginas de un libro de superación? Honestamente lo dudo.
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¿Quién es María Alejandra Guzmán?
Interesante, María Alejandra… Más que discutir acerca de este tipo de libros, a mí me parece excelente que no discutas con tus lectores. Desde hace mucho tiempo que estoy convencida de que cada lector «construye» su libro, sea el que sea. Así, cada uno de nosotros encuentra en el libro que escogió (por las razones que sea hecha nuestra elección) las respuestas que está buscando.
La prueba está en que muchas veces, al releer un libro que hace años habíamos leído, encontramos nuevos temas de reflexión, descubrimos detalles que habíamos pasado por alto, gozamos de otras emociones o descubrimos otros mensajes.
La principal «trampa» de la mercadotecnia de estos contenidos se basa en eso: la publicidad nos convence que encontraremos en las páginas justamente lo que vayamos a buscar… que es lo que todo lector honesto espera del libro elegido.
Desde luego que no se trata de discutir con ninguno de los lectores porque comprendo que todos buscamos respuestas acerca del propósito de nuestra existencia y cada quien es libre de buscar dichas respuestas donde considere mejor. En este caso, el propósito de mi columna es que reflexionemos sobre las estrategias de mercadeo empleadas para la difusión de libros de autoayuda, así como también de donde viene dicha necesidad de consumo. Una vez más, agradezco sus comentarios, reciba un cordial saludo de mi parte.