Yekka buliasa nashti beshespe done grastende, decimos en gitano. Quiere decir que uno no puede sentarse en dos caballos con un mismo culo.
En la narrativa guatemalteca parecen haber un culto al folclorismo y una adicción a copiar íntegramente diálogos locales, para supuestamente dotar de identidad a un texto. Yo no estoy de acuerdo, con ese artilugio. Mis escritores preferidos son aquellos que han sabido dotar a su literatura de un color universal, con un alma local. No es fácil, sin embargo. El trabajo del escritor siempre conlleva contradicciones; la más grande quizá sea esta: para que te lean en tu país tienes que marcharte.
Otra contradicción: este no es el caso de Eduardo Halfon.
Este texto me atrajo particularmente por dos razones: Europa del Este y el jazz. Mi cariño por esa parte del mundo, tan vejada y ensangrentada, casi como Centroamérica, me ha hecho buscar, insaciablemente, textos de Kertész, Mrozek, Canetti, Elytis y, en diferente medida, con distintos contextos, Saroyan.
Dudú, el personaje de La pirueta, viaja por Europa del Este a Belgrado, siguiendo a Milan Rakic, un músico carismático y atormentado, mezcla de gitano y de ciudadano del mundo.
La música es además el motor de la historia e impulsa la relación caótica de Dudú y Lía, dos amantes insaciables, casi como novios adolescentes o pareja de recién casados que van haciendo el amor al compás del gipsy-jazz que inauguró Django Reinhardt y que Halfon trae de vuelta, para unos lectores que descubren, sin pensarlo, que en Europa hay algo más que París.
En realidad, Europa del Este fue, por la opresión de las dictaduras comunistas, un sitio parecido a nuestra tierra. En Eastward to Tartary, un libro de Robert Kaplan, se describe el impacto que tuvo la caída de la Unión Soviética para los habitantes del Este. Kaplan dice: «¿Sabe cuál ha sido el verdadero servicio que McDonald´s ha prestado a Hungría y a los demás países que antes eran socialistas? Pues que sus establecimientos son los únicos sitios donde la gente, sobre todo las mujeres, pueden encontrar lavabos limpios».
En ese mundo se mueve Dudú, entre niños gitanos, entre miradas frías, amenazantes y acostumbradas a ver al extranjero como invasor o como enemigo, aunque a Dudú esto no le importe, pues es guatemalteco y está acostumbrado a la cultura de violencia.
Este un libro que algún día será totalmente aceptado, cuando dejemos de envidiar el talento narrativo de Eduardo Halfon, y nos demos cuenta que es el escritor más importante de nuestra literatura. Justamente por no escribir sobre Guatemala con guatemaltequismos, es que Halfon tiene lectores en muchos países.
Esto de ninguna manera significa que Halfon esté desligado de nuestra realidad. Esto no es una pipa, Saturno y De cabo roto, también están unidas a este pedazo de tierra, que llamamos país. Algunos se atreven a llamarle patria.
El lenguaje de Halfon también está alejado de nuestra tradición barroca. No hay cacofonías, lo que se agradece, pues es tan fácil copiar los sonidos en lugar de describirlos; no hay metáforas gastadas ni nuevas; Halfon se dedica a narrar una historia fresca, sin aspavientos, pero muy ambiciosa, llena del color gris y frío, pero siempre gratificante de ese Tercer Mundo que se llamó Europa del Este.
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Halfon si tiene guatemaltequismos, mula. En tu libro le tirás, pero aquí le lamés los huevos.