El lenguaje de la pandemia


Ricardo Corea_ Perfil Casi literal«…Que al menos el amor nos salve de la vida». Ya sé, ese señor está cancelado, pero sus versos siguen pegados a la conciencia poética de todo un continente. Difícil no recordarlos en este momento tan peculiar en el que una pandemia global consiguió que palabras como amor, salvación y vida recobraran de golpe su carácter solemne. De pronto el cinismo, tan cotizado en esta era de hipérboles tecnológicas, ha quedado en desuso.

Sobrevivir al virus algún día será una metáfora o el título de alguna mala producción hollywoodense, pero hoy es una meta cortoplacista —ay, qué palabra tan francamente parlamentaria y fea— que involucra términos extraños a la canasta básica como poesía, narrativa, series de televisión, películas, música o cualquier otra manifestación del espíritu humano encaminada al entretenimiento. Entretenimiento, esa palabra otrora tan denostada cuando se le enlazaba al arte. Hasta hace una quincena cualquier diletante hubiese dicho que era como tirarle perlas a los cerdos, para ponerse bíblicos; pero hoy el entretenimiento es tan necesario como el pan nuestro de cada día, para continuar con la tónica cristiana; ya no como una cuestión tangencial a la vida sino como una maniobra de escapismo a la locura del encierro. Un cable a tierra que llegó a tiempo.

Tercera Guerra Mundial. Otro término que de pronto se volvió popular. Por supuesto que no se usa en el sentido marcial a menos que sea material para memes, pero calza bien en cuanto ostracismo social, economía resentida y miedo espeso a ese enemigo invisible que nos ha hecho recular hasta nuestras casas. Nos imaginamos bombas atómicas y resulta que peleamos contra un enemigo que se muere con jabón común y alcohol gel, pero nunca con papel higiénico.

Me retracto porque, qué buen guion para película hollywoodense sería este. De no ser por los muertos, hasta pensaríamos en reírnos de veras.

Buen concepto con el que jugar en el encierro: sentido común para seguir órdenes y recomendaciones, el cual es un reto en el que los del Tercermundo hemos fracasado miserablemente durante varios años.

Se me ocurre otra situación casi graciosa: querer estar enojado y no saber contra quién. Decía el maestro Martín Caparrós que una revolución es el momento en el que cambian las preguntas, en que se puede no tener respuestas. Revolución: esa es la otra palabra grandilocuente que nos está dejando remozada la pandemia.

Hoy anhelamos que esta Tercera Guerra Mundial, o Revolución, o Preguion hollywoodense que nada tiene que ver con ideologías o gentilicios, no nos deje moralmente indemnes: que se renueven los significados, las palabras y las narrativas, que se caigan los panfletos de odio y que la Humanidad —con mayúscula— se refunde en la solidaridad. Perdón por la cursilería, pero comencé citando a Pablo Neruda, ¿qué esperaban?

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