La cuarentena panameña


A la fecha en que escribo este artículo (26 de marzo) llevo 7 días en cuarentena total en la ciudad de Panamá. Solo se puede salir para comprar comida o medicinas, y como mujer precavida vale por dos, yo todavía no he necesitado tener que salir para abastecerme. Por suerte estoy trabajando y me he vuelto una de esas personas fastidiosas que hace ejercicio todos los días, pues qué más voy a hacer, ¿ver Netflix 24 horas?

Pero la realidad de la cuarentena es que no todo el mundo tiene la suerte que tengo yo. No todo trabajo puede hacerse desde casa y no todo el mundo puede comprar suficiente comida de una sola vez para no tener que salir durante un par de semanas.

La vida en cuarentena, como todo lo demás, varía dependiendo a tu privilegio. Y para muestra, pongo el ejemplo de las personas famosas: ellos deben guardar cuarentena en mansiones donde, en una situación normal, si quisieran no se verían con nadie durante muchos días; y además, si se sienten un poco mal —o aunque no se sientan mal— una prueba de coronavirus estará disponible para ellos en tiempo récord.

Nosotros, los un poco menos privilegiados, tenemos que aguantarnos hasta que el pecho esté a punto de explotarnos para que nuestros gobiernos consideren hacernos pruebas.

Aun así, dentro de todo, debo admitir que desde hace bastante tiempo no me siento tan segura y hasta me atrevería a decir que estoy orgullosa de encontrarme en el país que me vio nacer. He vivido fuera de Panamá y, como todo el que alguna vez ha vivido en un lugar «más desarrollado» siempre queda esa idea de que los otros manejarían una crisis mejor que nosotros. Excepto que esta vez no fue así.

Panamá no es un país perfecto. Hay mucho que podría mejorarse, muchas medidas que podrían tomarse para ayudar a los más necesitados. No obstante, por lo menos aquí aún hablamos de ciencia. En Panamá el presidente aún no ha sacado una estampilla de la virgen, sugiriendo que sea ella quien nos cuide (como lo hizo el presidente López Obrador en México), las pandillas no han decretado un toque de queda que el gobierno se rehúsa a hacer oficial (como sucedió en Brasil), el presidente no está convencido de que todo es obra de sus contrincantes políticos y económicos (como Trump en Estados Unidos) y nadie ha sugerido que el amor es la única vacuna que importa (como en Chile y en un artículo publicado en esta misma revista).

En Panamá quizá sobrevivamos de este mundo en cuarentena porque la ciencia no miente, después de todo. Los políticos, sí.

¿Quién es Lissete E. Lanuza Sáenz?

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