Rostro cubierto, ideales desnudos: dos mujeres musulmanas


Rubí_ Perfil Casi literal“A través de estas líneas donde se mezclan semen y plegarias, he intentado derruir los tabiques que en nuestros días separan lo celestial de lo terrenal, el cuerpo del alma, la mística del erotismo. […] Con la ambición de devolver a las mujeres de mi sangre la palabra confiscada por sus padres, hermanos y esposos […] levanto este relato como se levanta una copa, a la salud de las mujeres árabes, para quienes recuperar la palabra confiscada en relación con el cuerpo equivale a curar a medias a sus hombres”.

Prólogo de La almendra, memorias eróticas de una mujer árabe

La cultura árabe me representa un misterio en el cual me gusta profundizar. Como mujer joven nacida dentro de  una cultura occidental cuya relación con culturas ajenas no va más allá de la literatura o los medios de comunicación, tengo inquietudes de todo tipo en cuanto la visión las personas que practican el Islam tienen del mundo; sobre todo, de las mujeres.

No es ningún secreto que aún en este siglo las mujeres árabes musulmanas no gozan de libertades comunes como ir al cine, sentarse junto a un varón en un restaurante (mucho menos si es soltera), conducir un automóvil o estudiar carreras universitarias “para hombres”. Tampoco es secreto que, dado el patriarcado religioso impuesto por los preceptos del Islam, el tema del ejercicio de la sexualidad representa para las mujeres un sistema de convivencia condicionada más que un derecho.

Desde el punto de vista antropológico, para las mujeres criadas en culturas ancestrales con líneas de pensamiento arraigadas en la moral y la religión, el acomodarse a la entrega de su ser completo en el lecho matrimonial y maternal, a cambio de la manutención, es un sacrifico con resultado socialmente satisfactorio que merece a su vez la ovación y el reconocimiento del varón y de las demás mujeres. Por otro lado, cuando una mujer transgrede una falta a la moral, es castigada no solamente por dicha transgresión sino porque el agravante de la situación radica en el ser mujer, pues ella, a diferencia del varón, tiene en sus manos la preservación de los valores y la propagación de las enseñanzas religiosas en el hogar.

Los ámbitos que niegan la participación de las mujeres musulmanas abarcan las ciencias y las artes, más sí se les permite laborar en el campo de la medicina y la educación. A su vez, la creación literaria es otro campo de difícil acceso para estas mujeres. Afortunadamente existen excepciones, o más bien, evasiones justificadas a las reglas. Hace dos años leí La almendra, memorias eróticas de una mujer árabe; novela autobiográfica que superó mis expectativas tanto desde la perspectiva del erotismo como por el abordaje del reclamo de la mujer árabe por su sexualidad. Escrito por una mujer que se protege bajo el seudónimo de Nedjma, La almendra cuenta que en 1962, Badra, una joven de diecisiete años de edad nacida en Imchouk, Turquía, está casada con el contador Hmed, 36 años mayor que ella. Tal y como Ana Karenina, la frustración sexual la subyuga, además de las acusaciones de infertilidad y el señalamiento de su familia política y de su propia familia. La madre de Badra le aconseja que acepte su destino, tal y como lo hicieron todas las mujeres de su familia; ella ignora el consejo y se muda a Tánger con su tía Selma. En Tánger consigue un empleo y gracias a Selma logra conocerse como mujer con deseos y necesidades; explora las posibilidades de su sexualidad e identifica la injusticia de su sistema de crianza. Más que una novela, el libro de Nedjma es una herramienta de proyección en donde se revelan muchas inquietudes que persisten en el abordaje de la sexualidad, no solamente en culturas como la musulmana.

Nedjma fue una excepción a la regla, al igual que Manal Al-Sharif, una ingeniera saudí que en 2011 publicó en Youtube un video que la muestra conduciendo un automóvil en las calles de Al Jobar, Arabia Saudita. Manal fue arrestada en dos ocasiones por conducir un vehículo, pues desde 1990 se hizo pública una fatua (precepto islámico) que prohíbe a las mujeres musulmanas tomar el volante de los vehículos. Esta ley afirma que las mujeres creyentes del islam no deben conducir porque para hacerlo deben descubrirse el rostro, violando así la discreción del cuerpo de la mujer musulmana, una falta grave a la religión islámica. ¿Es que acaso el los vidrios polarizados también están prohibido para las mujeres? ¡Bah!

La depreciación de la mujer es tal, que el historiador Saleh al Saadoon afirmó en febrero de 2015 que “las mujeres occidentales conducen porque no les importa ser violadas. Para nosotros los árabes es cuestión de religión”. Pese a los nulos resultados en la lucha para que las mujeres conduzcan automóviles en Arabia, Manal dirige el movimiento Women2Drive, que apela al derecho de las mujeres saudíes a conducir vehículos.

Meditar en la situación de la mujer en países islámicos es agotador y genera más sentimientos negativos que positivos. Sin embargo, con Nedjma y Manal aprendí que debajo de las imposiciones culturales de diferente índole que afrontamos las mujeres alrededor del mundo, existen alternativas; deben desafiarse los sistemas que promueven la violencia de género. Con sus iniciativas, Nedjma y Manal nos dicen que hay casos en los que las reglas se hicieron para romperse, cubramos o no nuestros rostros.

¿Quién es Rubí Véliz Catalán?

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5 Respuestas a "Rostro cubierto, ideales desnudos: dos mujeres musulmanas"

  1. A mí me parece interesante que en Occidente, bajo la perspectiva de universalización del saber y el conocimiento busquemos, en distinto momento, lugar, ocasión, así como diversas condiciones existenciales, discursivas y comunicativas, un “acercamiento ” a las realidades que guarda el Islam, una religión, forma de vida y dimensión de “lo global” opuesta y apartada, un tanto a lo que reconocemos en Occidente como sistémico. En este artículo, se esboza una aproximación a interpretar la significación que trae el cubrir el rostro y desnudar los ideales en un ejemplo de creación narrativa de una autora musulmana contemporánea. A modo de contribución y aporte a ampliar las dimensiones de este provocador texto, me parece que, desviándonos un tanto del análisis y el ejercicio hermenéutico afincado en lo meramente literario, conviene hacer, desde la perspectiva histórica y política, una precisión: el arte, la literatura, más que la política, la ideología y la religión, son las voces de una visión sobre un problema y transparentan el sentir individual con mayor transparencia, pero sin mayor “alcance global”, haciendo que los discursos omitan algunas condiciones reales y contextuales que, por no ser parte del “meollo”, las problemáticas medulares, el “imán” de los textos, se omiten y enajenan.

    El Oriente Medio de mujeres cubiertas por espesos chadors y burkas espesos, es algo que ha quedado atrás, no precisamente en esos espacios tan asediados por la prensa hegemónica occidental, que se ha asumido como jueza de lo que se observa y vivencia en el Afganistán regentado por los extremistas talibanes y de lo que, en el presente inmediato está ocurriendo en Siria e Irak bajo el dominio del califato Islámico, una renovación de las prácticas exclusionistas de las sociedades guerreras y pastoriles que irrumpieron en el escenario del mundo poco después de lanzarse la Jihad por Mahoma en ya lejanos tiempos… Los chadores, burkas y la exclusión total de la mujer de la educación superior, el trabajo asalariado e incluso el poder político, quedaron atrás, muy atrás hace relativamente poco tiempo, eso se dió en países donde se derrocaron los regímenes monárquicos y se abolió el control de la educación por el clero islámico, sucedió en el Egipto de Gammal Abdel Nasser, la Argelia de Ahmed Ben Bella, el Túnez de Habib Bourguiba y el Irak y la Siria del Baaz o “Partido del Renacimiento Árabe” (1952-1980).

    En esos países, el ansia modernizadora de las nuevas élites nacionalistas, la necesidad de abrir un frente de lucha contra el colonialismo y, por consiguiente, el deseo de una verdadera modernización, hicieron que las normas islámicas fueran relajadas tras la separación entre Religión y Política, entre la práctica religiosa y la hegemonía estatal. Incluso, la misma Turquía es un Estado oficialmente laico desde tiempos tan remotos como 1922 tras el inicio de las reformas de Atatürk, que, asimismo como abolieron el califato, quitaron a los hombres el derecho a la poligamia, abriendo la ciudadanía, alfabetización y derecho a la propiedad para las mujeres. Actualmente, no existe el privilegio de los varones por sobre las mujeres y éstas, con el abaratamiento de la fuerza de trabajo, al menos en las urbes, jamás volverán al encierro doméstico del que fueron liberadas sus abuelas por el “Padre de la Patria”.

    Sin embargo, en justicia a las letras, hay que reconocer que la obra comentada ofrece una multitud de posibilidades intepretativas y de profundización en un mundo más aún fascinante que la política, las polémicas y las pasiones religiosas: la subjetividad que se desenvuelve a partir y desde la vivencia erótica. Profundizar en las vivencias de una musulmana, de una mujer árabe, practicante o no, devota o no, exige una gran profundidad y necesariamente, una serenidad muy bien templada… seguramente, una de las primeras impresiones que se tienen en esta aventura, es la de encontrar una dimensión en que, al contrario de lo que Occidente está mostrando, lo erótico aún no se divorcie de la afectividad…

  2. A mí me parece interesante que en Occidente, bajo la perspectiva de universalización del saber y el conocimiento busquemos, en distinto momento, lugar, ocasión, así como diversas condiciones existenciales, discursivas y comunicativas, un “acercamiento ” a las realidades que guarda el Islam, una religión, forma de vida y dimensión de “lo global” opuesta y apartada, un tanto a lo que reconocemos en Occidente como sistémico. En este artículo, se esboza una aproximación a interpretar la significación que trae el cubrir el rostro y desnudar los ideales en un ejemplo de creación narrativa de una autora musulmana contemporánea. A modo de contribución y aporte para ampliar las dimensiones de este provocador texto, me parece que, desviándonos un tanto del análisis y el ejercicio hermenéutico afincado en lo meramente literario, conviene hacer, desde la perspectiva histórica y política, una precisión: el arte, la literatura, más que la política, la ideología y la religión, son las voces de una visión sobre un problema y transparentan el sentir individual con mayor transparencia, pero sin mayor “alcance global”, haciendo que los discursos omitan algunas condiciones reales y contextuales que, por no ser parte del “meollo”, las problemáticas medulares, el “imán” de los textos, se omiten y enajenan.

    El Oriente Medio de mujeres cubiertas por espesos chadors y burkas espesos, es algo que ha quedado atrás, no precisamente en esos espacios tan asediados por la prensa hegemónica occidental, que se ha asumido como jueza de lo que se observa y vivencia en el Afganistán regentado por los extremistas talibanes y de lo que, en el presente inmediato está ocurriendo en Siria e Irak bajo el dominio del califato Islámico, una renovación de las prácticas exclusionistas de las sociedades guerreras y pastoriles que irrumpieron en el escenario del mundo poco después de lanzarse la Jihad por Mahoma en ya lejanos tiempos… Los chadores, burkas y la exclusión total de la mujer de la educación superior, el trabajo asalariado e incluso el poder político, quedaron atrás, muy atrás hace relativamente poco tiempo, eso se dió en países donde se derrocaron los regímenes monárquicos y se abolió el control de la educación por el clero islámico, sucedió en el Egipto de Gammal Abdel Nasser, la Argelia de Ahmed Ben Bella, el Túnez de Habib Bourguiba y el Irak y la Siria del Baaz o “Partido del Renacimiento Árabe” (1952-1980).

    En esos países, el ansia modernizadora de las nuevas élites nacionalistas, la necesidad de abrir un frente de lucha contra el colonialismo y, por consiguiente, el deseo de una verdadera modernización, hicieron que las normas islámicas fueran relajadas tras la separación entre Religión y Política, entre la práctica religiosa y la hegemonía estatal. Incluso, la misma Turquía es un Estado oficialmente laico desde tiempos tan remotos como 1922 tras el inicio de las reformas de Atatürk, que, asimismo como abolieron el califato, quitaron a los hombres el derecho a la poligamia, abriendo la ciudadanía, alfabetización y derecho a la propiedad para las mujeres. Actualmente, no existe el privilegio de los varones por sobre las mujeres y éstas, con el abaratamiento de la fuerza de trabajo, al menos en las urbes, jamás volverán al encierro doméstico del que fueron liberadas sus abuelas por el “Padre de la Patria”.

    Sin embargo, en justicia a las letras, hay que reconocer que la obra comentada ofrece una multitud de posibilidades intepretativas y de profundización en un mundo más aún fascinante que la política, las polémicas y las pasiones religiosas: la subjetividad que se desenvuelve a partir y desde la vivencia erótica. Profundizar en las vivencias de una musulmana, de una mujer árabe, practicante o no, devota o no, exige una gran profundidad y necesariamente, una serenidad muy bien templada… seguramente, una de las primeras impresiones que se tienen en esta aventura, es la de encontrar una dimensión en que, al contrario de lo que Occidente está mostrando, lo erótico aún no se divorcie de la afectividad…

  3. A mí me parece interesante que en Occidente, bajo la perspectiva de universalización del saber y el conocimiento busquemos, en distinto momento, lugar, ocasión, así como diversas condiciones existenciales, discursivas y comunicativas, un “acercamiento ” a las realidades que guarda el Islam, una religión, forma de vida y dimensión de “lo global” opuesta y apartada, un tanto a lo que reconocemos en Occidente como sistémico. En este artículo, se esboza una aproximación a interpretar la significación que trae el cubrir el rostro y desnudar los ideales en un ejemplo de creación narrativa de una autora musulmana contemporánea. A modo de contribución y aporte para ampliar las dimensiones de este provocador texto, me parece que, desviándonos un tanto del análisis y el ejercicio hermenéutico afincado en lo meramente literario, conviene hacer, desde la perspectiva histórica y política, una precisión: el arte, la literatura, más que la política, la ideología y la religión, son las voces de una visión sobre un problema y expresan el sentir individual con mayor transparencia, nitidez e intensidad, pero sin mayor “alcance global”, haciendo que los discursos omitan algunas condiciones reales y contextuales que, por no ser parte del “meollo”, las problemáticas medulares, el “imán” de los textos, se omiten y enajenan.

    El Oriente Medio de mujeres cubiertas por espesos chadors y burkas espesos, es algo que ha quedado atrás, no precisamente en esos espacios tan asediados por la prensa hegemónica occidental, que se ha asumido como jueza de lo que se observa y vivencia en el Afganistán regentado por los extremistas talibanes y de lo que, en el presente inmediato está ocurriendo en Siria e Irak bajo el dominio del califato Islámico, una renovación de las prácticas exclusionistas de las sociedades guerreras y pastoriles que irrumpieron en el escenario del mundo poco después de lanzarse la Jihad por Mahoma en ya lejanos tiempos… Los chadores, burkas y la exclusión total de la mujer de la educación superior, el trabajo asalariado e incluso el poder político, quedaron atrás, muy atrás hace relativamente poco tiempo, eso se dió en países donde se derrocaron los regímenes monárquicos y se abolió el control de la educación por el clero islámico, sucedió en el Egipto de Gammal Abdel Nasser, la Argelia de Ahmed Ben Bella, el Túnez de Habib Bourguiba y el Irak y la Siria del Baaz o “Partido del Renacimiento Árabe” (1952-1980).

    En esos países, el ansia modernizadora de las nuevas élites nacionalistas, la necesidad de abrir un frente de lucha contra el colonialismo y, por consiguiente, el deseo de una verdadera modernización, hicieron que las normas islámicas fueran relajadas tras la separación entre Religión y Política, entre la práctica religiosa y la hegemonía estatal. Incluso, la misma Turquía es un Estado oficialmente laico desde tiempos tan remotos como 1922 tras el inicio de las reformas de Atatürk, que, asimismo como abolieron el califato, quitaron a los hombres el derecho a la poligamia, abriendo la ciudadanía, alfabetización y derecho a la propiedad para las mujeres. Actualmente, no existe el privilegio de los varones por sobre las mujeres y éstas, con el abaratamiento de la fuerza de trabajo, al menos en las urbes, jamás volverán al encierro doméstico del que fueron liberadas sus abuelas por el “Padre de la Patria”.

    Sin embargo, en justicia a las letras, hay que reconocer que la obra comentada ofrece una multitud de posibilidades intepretativas y de profundización en un mundo más aún fascinante que la política, las polémicas y las pasiones religiosas: la subjetividad que se desenvuelve a partir y desde la vivencia erótica. Profundizar en las vivencias de una musulmana, de una mujer árabe, practicante o no, devota o no, exige una gran profundidad y necesariamente, una serenidad muy bien templada… seguramente, una de las primeras impresiones que se tienen en esta aventura, es la de encontrar una dimensión en que, al contrario de lo que Occidente está mostrando, lo erótico aún no se divorcie de la afectividad…

  4. A mí me parece interesante que en Occidente, bajo la perspectiva de universalización del saber y el conocimiento busquemos, en distinto momento, lugar, ocasión, así como diversas condiciones existenciales, discursivas y comunicativas, un “acercamiento ” a las realidades que guarda el Islam, una religión, forma de vida y dimensión de “lo global” opuesta y apartada, un tanto a lo que reconocemos en Occidente como sistémico. En este artículo, se esboza una aproximación a interpretar la significación que trae el cubrir el rostro y desnudar los ideales en un ejemplo de creación narrativa de una autora musulmana contemporánea. A modo de contribución y aporte para ampliar las dimensiones de este provocador texto, me parece que, desviándonos un tanto del análisis y el ejercicio hermenéutico afincado en lo meramente literario, conviene hacer, desde la perspectiva histórica y política, una precisión: el arte, la literatura, más que la política, la ideología y la religión, son las voces de una visión sobre un problema y expresan el sentir individual con mayor transparencia, nitidez e intensidad, pero sin mayor “alcance global”, haciendo que los discursos omitan algunas condiciones reales y contextuales que, por no ser parte del “meollo”, las problemáticas medulares, el “imán” de los textos, se omiten y enajenan.

    El Oriente Medio de mujeres cubiertas por espesos chadors y burkas espesos, es algo que ha quedado atrás, no precisamente en esos espacios tan asediados por la prensa hegemónica occidental, que se ha asumido como jueza de lo que se observa y vivencia en el Afganistán regentado por los extremistas talibanes y de lo que, en el presente inmediato está ocurriendo en Siria e Irak bajo el dominio del califato Islámico, una renovación de las prácticas exclusionistas de las sociedades guerreras y pastoriles que irrumpieron en el escenario del mundo poco después de lanzarse la Jihad por Mahoma en ya lejanos tiempos… Los chadores, burkas y la exclusión total de la mujer de la educación superior, el trabajo asalariado e incluso el poder político, quedaron atrás, muy atrás hace relativamente poco tiempo, eso se dió en países donde se derrocaron los regímenes monárquicos y se abolió el control de la educación por el clero islámico, sucedió en el Egipto de Gammal Abdel Nasser, la Argelia de Ahmed Ben Bella, el Túnez de Habib Bourguiba y el Irak y la Siria del Baaz o “Partido del Renacimiento Árabe” (1952-1980).

    En esos países, el ansia modernizadora de las nuevas élites nacionalistas, la necesidad de abrir un frente de lucha contra el colonialismo y, por consiguiente, el deseo de una verdadera modernización, hicieron que las normas islámicas fueran relajadas tras la separación entre Religión y Política, entre la práctica religiosa y la hegemonía estatal. Incluso, la misma Turquía es un Estado oficialmente laico desde tiempos tan remotos como 1922 tras el inicio de las reformas de Atatürk, que, asimismo como abolieron el califato, quitaron a los hombres el derecho a la poligamia, abriendo la ciudadanía, alfabetización y derecho a la propiedad para las mujeres. Actualmente, no existe el privilegio de los varones por sobre las mujeres y éstas, con el abaratamiento de la fuerza de trabajo, al menos en las urbes, jamás volverán al encierro doméstico del que fueron liberadas sus abuelas por el “Padre de la Patria”.

    Sin embargo, en justicia a las letras, hay que reconocer que la obra comentada ofrece una multitud de posibilidades interpretativas y de profundización en un mundo más aún fascinante y complejo que el de la política, las polémicas y las pasiones religiosas: la subjetividad que se desenvuelve a partir y desde la vivencia erótica. Profundizar en las vivencias de una musulmana, de una mujer árabe, practicante o no, devota o no, exige una gran profundidad y necesariamente, una serenidad muy bien templada para acceder a esos «mundos» que aparecen negados en la imagen de la «mujer envuelta» y encarcelada en el harem, que es como la han visto tantas generaciones de Occidentales … seguramente, una de las primeras impresiones que se tienen en esta aventura, es la de encontrar una dimensión en que, al contrario de lo que Occidente está mostrando, lo erótico aún no se divorcie de la afectividad… el encuentro de lo callado en los labios con lo que es música en el corazón y en el alma…

  5. Muy interesante tu texto Rubí, mis felicitaciones para tí, tocaste un tema muy sensible y con amplias proyecciones polémicas… ha sido un placer leerte y comentarte…

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