Únicamente basta con salir a la calle e informarse, aunque sea de forma superficial, acerca de las diversas problemáticas sociales y de los choques entre culturas para darnos cuenta que obviamente no vivimos en el mejor de los mundos posibles y, ante el silencio del universo, somos los seres humanos los llamados a tomar la palabra.
Sin lugar a dudas esto lo entendía muy bien Nelson Rolihlahla Mandela, quien renunciando a ser el líder de una tribu Xosa, optó por estudiar y escudriñar las leyes para así comprenderlas y tener las herramientas posibles para, posteriormente, liderar los movimientos contra el Apartheid.
Nelson Mandela dijo no al racismo, no a la opresión probando una vez más de que la negación y la resistencia son completamente humanas y que, la conciencia y la indignación, son totalmente necesarias para revolucionar y decirle sí a la vida y a la libertad. Demostró que en todo cambio debe ir implícita la superación a las desigualdades y discriminaciones entre los hombres. Nelson Mandela es, pues, la antítesis perfecta del personaje de la novela Cándido de Voltaire, llamado “Pangloss”; un detractor de todo despertar quien considera que se vive en el mejor de los mundos posibles. Mandela, por el contrario, se dio cuenta de que no era así y se encaminó a la praxis ideológica, a la rebeldía inherente del humano, a la negación ante lo que se observa y se siente como injusto, al no callar ante una realidad que exige hablar. En tiempos de amnesia y adormecimiento globalizado habrá que reivindicar el despertar y la rebeldía y a quienes la han comprendido y ejercido.
Es curioso ver los homenajes póstumos a Nelson Mandela alrededor de todo el globo terráqueo, cuando en vida los regímenes conservadores de Occidente se opusieron a él de formas totalmente despreciables. Debemos concientizarnos que más allá de todos los homenajes que se han dado en estos días, de las interpretaciones de diversos actores encarnando su legado en diferentes producciones cinematográficas, del premio Nobel de la Paz, etcétera; Mandela es una inspiración cotidiana para la humanidad, para la resistencia, es la perfecta bofetada a la mediocre indiferencia. Es reconocer que la realidad y el porvenir están en manos de los hombres y mujeres y que no hay porqué sucumbir ante la tentación de la irresponsabilidad, sino todo lo contrario. Que no se calle nunca tu legado, ¡gracias y misión cumplida, Madiba!
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