La conducta social del ser humano, tal como la conocemos hoy en día, es el resultado del conocimiento acumulado a través de cientos de años, y de los cambios que esto ha provocado en nuestro organismo. La memoria, como forma de ubicarse entre el tiempo deja de ser un fenómeno individual para convertirse en colectivo a través de la palabra. Así, la experiencia individual ubicada en un específico momento y espacio geográfico busca la continuidad a través de un grupo que comparte un mismo lenguaje. Del orden establecido por este medio surgen los primeros símbolos gráficos, para asegurar no solamente la comunicación entre los miembros de la sociedad, sino también la continuidad del conocimiento acumulado por cada uno.
La identidad, como conciencia histórica, es el punto de encuentro entre memoria individual y colectiva. La importancia que se otorgue a cada una depende del tlipo de organización económica y política de cada sociedad.
Aunque particularmente cada individuo se preocupe por la continuidad del momento efímero y su impresión en los sentidos, para la política puede resultar más importante el adelanto técnico o su particular relación con la naturaleza. Si inicialmente el símbolo visual era un instrumento de la historia colectiva, y la palabra un instrumento del individuo dentro de su cotidianidad, ésta relación cambia con la aparición de la escritura, que toma un poco de cada una.
El procedimiento por medio del cual se pueden fijar imágenes en una placa previamente preparada era ya conocida por los alquimistas de la Edad Media, pero no tuvo la importancia que adquirió a principios del siglo XX, porque el orden político y económico se continuaba mediante el lenguaje escrito: leyes, historia y conocimientos técnicos no necesitaban de la fotografía para transmitirse, pues lo importante no era masificar estos conocimientos, sino transmitirlos a un número reducido de personas.
Con la invención de la imprenta y una mejor divulgación del conocimiento, la imagen vuelve a tomar importancia como generadora de identidad, pero ésta vez ya no con el sentido religioso de las catedrales góticas, pero sí como estética de una “aristocracia del espíritu” expresada en pinturas, grabados y libros ilustrados del barroco al romanticismo (que hoy consideraríamos Kitsch).
Ahora que el conocimiento como lenguaje escrito es nuevamente de acceso restringido a través de las leyes de propiedad intelectual, codificaciones electrónicas y otros medios, las imágenes saturan todos los medios. Pese a ello, la idea de Walter Benjamin, que veía en la reproductibilidad técnica de la imagen y el cine herramientas para la liberación de las masas, ha quedado totalmente desvirtuada, pues lejos de promover el desarrollo de un punto de vista crítico, la proliferación de imágenes e infografías nos han convertido en espectadores ácratas que vemos con la misma indiferencia los adelantos científicos del momento que los actos de violencia cometidos por nuestros congéneres de cualquier rincón del mundo.
Tenemos en el internet la herramienta idónea para intercambiar información valiosa, pero la mayor parte de lo que circula por la red, es muestra de narcisismo, frustración y resentimiento. La supuesta apertura de la red, existe solo cuando de saciar el narcisismo y el morbo se trata, pues la «información» que resulte peligrosa para mantener el estatus quo es rápidamente eliminada u ocultada con más pseudo-informción cuyo fin último es confundir.
En esta aldea global, los límites histórico-relacionales de identidad se han roto. Quiénes somos y en dónde estamos importa menos que la circunstancia y momento en que nos pronunciamos. Quizá la inmediatez de la información está sustituyendo a la historia como forma de generar identidad, cediendo a la tecnología un poder que antes funcionara en torno a la tradición. Hemos ganado en cuanto a difusión, pero nuevamente hemos perdido la credibilidad.
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Excelente análisis de esta Edad Media tecnificada…
El inicial análisis causal, me parece un tanto prolijo y un tanto perdido en detalles y vericuetos que bien podrían decirse más llanamente, toda vez que el aspecto meramente humano con que concluye el escrito, se siente desvinculado del análisis inicial.
Dicho lo anterior, considero que la propuesta inicial debiera enfocarse más hacia el desarrollo del intelecto y la transmisión del conocimiento en su forma evolutiva desde el punto de vista humano y no preponderar su aspecto meramente histórico, ya que es, a mi forma de ver, lo que justifica la falta de credibilidad en las personas, no porque todas seamos mentirosas o publiquemos «basura», sino porque se nos niega nuestro valor humano y el de los conocimientos que podamos transmitir a los demás.
Jolie Totò Ryzanek Voldan.
Realmente tampoco sabemos que va a pasar con nuestra identidad cultural en este maremagnum de conocimientos y pseudo-conocimientos, informaciones y manipulaciones, quizá el elemento histórico de mayor influencia actualmente, más que la misma aldea global en que nos hemos transformado. Ya las culturas han perdido los límites y entrado en el magma, que pasará? No lo sabemos, es posible también que la necesidad de una propia identidad tan fuertemente enraizada en el ser humano termine por imponerse en un movimiento de reflujo contrario a la globalización, con modos que ahora todavía no sabemos vislumbrar