En la actual Birmania hay una ciudad escondida entre miles de árboles y resguardada del mundo por caminos imposibles. Atesora en su interior a más de 4 mil templos erigidos en nombre de todos los dioses de la humanidad y durante muchos años fue la capital de varios reinos que en épocas remotas existieron en la región. Su nombre es Bagan.
Marco Polo fue el primer occidental que logró ver esta «ciudad de los mil fuegos» y la conoció cuando en ella aún había más de 13 mil templos y la habitaban miles de personas; cuando sus calles eran recorridas por sabios, comerciantes y religiosos de toda Asia. A pesar de ello se cree que para entonces la ciudad sagrada ya estaba en el comienzo de su decadencia. Se sugiere que los tiempos de mayor prosperidad se alcanzaron hace más de mil años y que de ellos solo quedan mitos y leyendas.
Hoy se sabe que en Bagan hay templos que aún no han sido descubiertos, maravillas arquitectónicas que aguardan pacientemente su momento de iluminar a la humanidad. Esta ciudad resulta un caso peculiar en la historia, dado que ha sido un pequeño oasis en medio de tierras devastadas. De esta forma se mantuvo al margen de las guerras, las revoluciones, la colonización británica y de los demás conflictos históricos que acecharon la región. Bagan permaneció oculta durante años y de su origen, fundación y los secretos que atesoran sus muros se sabe poco o nada.
Imaginen por un momento pasear por ella, contemplar con sus propios ojos una de las mayores obras de la humanidad, una joya olvidada entre los valles y bosques de oriente. En ella reposan historias de reyes legendarios y viajeros que dejaron toda su vida para llegar hasta allí. Bagan era la ciudad de las maravillas, el hecho principal de una historia que se les contaba a los niños antes de ir a dormir.
Solo hasta 2019 Bagan fue declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad. Haber dejado en el abandono esta ciudad durante tanto tiempo ha sido un error imperdonable ya que, más que un mero sitio turístico, Bagan es la ventana hacia una historia de la que muchas veces somos ajenos por nuestra egoísta manía de querer ver a Occidente como la totalidad del mundo y nuestra realidad.
[Foto de portada: LuLu Kyaw Min]
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