Toda pasión humana puede verse involucrada en un partido de futbol. Muy poca gente lo sabe, pero Boca Juniors y River Plate nacieron en el mismo barrio, el barrio de La Boca, al sur de Buenos Aires. Allí, La Bombonera aún es como un teatro de los fieles seguidores de los «Azul y oro», pero River Plate hace mucho que se movió al barrio de Belgrano, lugar donde se erige imponente el Estadio Monumental. Ocurre que Belgrano es un barrio rico del norte y La Boca es un barrio pobre del sur. El duelo entre estos dos clubes de futbol es el evento deportivo más esperado de Argentina y uno de los más emocionantes del mundo, pero en cada «súperclásico» hay algo más que simplemente un juego o un deporte. Hay un enfrentamiento entre dos realidades y entre dos formas distintas de entender la historia de un país.
En cada partido se enfrentan los centralistas con los federalistas, los radicales con los conservadores, de dos formas distintas de pasear por la plaza de mayo. Un Boca-River es para Argentina un hito en la memoria de su magnífica historia repleta de contrastes y contradicciones, una oda al duelo más importante que jamás ha tenido la nación rio platense: el de unos argentinos contra otros.
Un Boca-River es una fiesta que en muchas ocasiones se ha volcado hacia el terror, pero ¿de qué otra forma puede terminar? Una nación que ha aprendido a luchar sus batallas en una cancha o que ha hecho de un deporte una religión acaba por expresar en esa fiesta las agonías de una vida política agitada y los temores de un futuro incierto. Porque la historia argentina es la vida de sus héroes: San Martin, Belgrano, Sarmiento y Alberdi, de sus genios: Borges, Cortázar, Luis Leloir y Milstein; pero también la desgracia de sus años oscuros, la gloria de una era cuando fue la nación más rica del mundo y la nostalgia en los años que fue cayendo a las fosas del subdesarrollo.
La historia argentina es el duelo interno de una sociedad polarizada que necea por entender quiénes son los buenos y quiénes los malos del cuento de un pueblo divido por barreras que se levantaron en tiempos remotos, de una patria que se pinta extraña con colores hermosos pero con cierta tendencia opaca. Argentina es un sol solitario, un país que habiendo tenido tan poco hizo tanto y cuando tuvo tanto hizo tan poco.
La historia argentina cabe en noventas minutos porque Argentina es un Boca-River, un duelo de emociones desmedidas, un conjunto de crónicas maravillosas. Cada partido entre estos dos equipos evoca a dos ideas de país, dos formas de ver y entender a una ciudad. Boca-River es más que un partido de futbol: es el partido de futbol. Es la muestra de los polos de un imán porque River no es River sin Boca y viceversa, como los radicales existen porque existen los conservadores y los del norte no serían tal cosa si no estuvieran los del sur.
Argentina es una tierra que se debe mucho a sí misma, una tan maravillosa que en su historia entran dos clubes tan parecidos y distintos, una que hace de su realidad un juego porque, como muchas otras realidades latinoamericanas, solo así es digerible.
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