Imagine la ciudad de Guatemala con 13 millones de habitantes. Quince mil de ellos tienen el privilegio de contar con un techo y los servicios básicos: electricidad, agua ozonificada y oxígeno. Las familias estarán conformadas por madre, padre (opcionalmente), un hijo pequeño y uno adolescente que vivirán en colonias residenciales a las afueras del Departamento de Guatemala, dentro de una confortable y segura colonia residencial amurallada, por supuesto, por una fortaleza de hormigón a prueba de bombardeos. El precio promedio de una casa con 3 cubículos para dormir y una sala transformable en comedor y baño será de cuatro millones de dólares (unos 85 millones de quetzales), pagaderos en veinte años plazo a interés variable.
Habrá excelentes oportunidades profesionales para clasificar y embalar el material de desecho para revender a otros países del Tercer Mundo. Cada trabajador tendrá un sueldo digno, que será depositado directamente, como abono, a su tarjeta de crédito.
La vida política no será muy distinta a la de hoy. La diferencia estará en que sus períodos de gobierno serán de dos años y las elecciones presidenciales se harán a través de mensajes de texto.
En cuanto a lo religioso: tendremos muchas iglesias consolidadas a partir de la fe en el emprendedurismo pentecostal.
Los museos serán trasladados a los parques temáticos construidos —alrededor, sobre o debajo— de los sitios arqueológicos. Y todo lo referente a la educación primaria, media y superior se impartirá desde la pantalla-monitor principal de la casa, ya que las escuelas serán usadas como cárceles de máxima seguridad para funcionarios públicos acusados de corrupción.
Imagine.
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