En las ferias del libro, al menos en la de Panamá, casi no se venden libros. Eso sí: se vende comida, presentaciones de teatro, personalidades (no estrictamente del ámbito literario), aire acondicionado y un lugar donde pasar un rato en familia. ¿Pero libros? Eso no se vende tanto.
Y no es porque en Panamá no se lea. Esa idea que han intentado vender en los últimos meses, de que las librerías cierran en este país porque los jóvenes solo leen “basura” y nadie está interesado es la buena literatura, es una historia de ficción que pretende ocultar un mal plan de negocios. En Panamá sí se lee, mucho más de lo que parece. Vi a jóvenes hacer una fila durante más de una hora con tal de tomarse una foto con una escritora. Se lee lo suficiente como para que, con Estados Unidos como país invitado, la mayoría de los adolescentes que caminaban por la feria lo hicieran con libros en inglés y algunos, además, con su edición traducida al español.
Se lee tanto que el domingo era imposible caminar por la feria, y para encontrar un libro primero había que pelear con la multitud. Se lee, y se lee bastante. Es solo que, curiosamente, en la Feria del Libro hay poca variedad de propuestas para quienes gustan de este hábito.
Esto no es culpa de la Cámara del Libro, ni mucho menos. El programa cultural de la feria, que es lo que a ellos les compete, ha sido, durante los últimos años, la mayor y más importante razón para pelear contra el tráfico y asistir. Desde presentaciones de libros hasta mesas redondas y talleres literarios, la Cámara del Libro de Panamá se ha asegurado que el programa cultural tenga algo para todos.
No pasa lo mismo con la oferta literaria a la venta. Durante los últimos años, en especial, parece que hay, a lo mucho, cuatro o cinco stands que vale la pena visitar. Están, claro, las editoriales panameñas, que trabajan arduamente para traernos lo que pueden publicar en un país donde todavía seguimos apostando más por la literatura extranjera. Pero aparte de ellas, y dos o tres librerías más que apuestan por la diversidad, ¿que tenemos?
Tenemos el Centro de Convenciones Atlapa lleno y todavía no podemos encontrar el libro que queremos. Y no estoy hablando de un ejemplar rebuscado de un autor que nadie conoce, sino de libros en las últimas listas de bestsellers y que, para colmo, pertenecen a escritores del país invitado del certamen. Y cuando lo podemos encontrar, será mejor que lo compremos enseguida, pues quizás solo haya dos ejemplares en toda la feria. Tal vez nos toque hacer fila para que un escritor nos firme un pedazo de papel ya que su libro se agotó.
Pero “es que en Panamá no se lee”, nos dicen. “En Panamá no hay cultura de compar libros”, repiten. Y quizás haya algo de verdad en esto, pero no tanta como intentan vendernos. El problema, si es que hay uno, es compartido y no podemos resolverlo solo los lectores. Como prueba, la Feria del Libro que recién acabó y la mucha gente que se quedó buscando, deseando, esperando. Ojalá el próximo año sea mejor y haya más variedad, porque ganas de leer siempre hay.
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¿Quién es Lissete E. Lanuza Sáenz?