Falta ‘pride’ y conocimiento en la literatura centroamericana


Lissete E. Lanuza Sáenz_ Casi literalEstamos en junio, el mes de pride. Ese orgullo de ser parte de una comunidad que, por encima de todo, en este mes celebra la libertad de ser sin ningún tipo de condicionamiento.

La idea no es estadounidense ni europea, pero no nos queda más que admitir que, en cuestiones de aceptación —sin irnos a cuestiones legales— otras regiones del mundo «nos llevan cancha», como decimos en Panamá. En Centroamérica hay poco orgullo y poca protección a la comunidad LGBTQ+. Y algo que casi no hay es representación, ya sea en medios visuales o escritos.

¿Alguna vez han leído una novela de un escritor centroamericano que tenga a un personaje que se identifique como parte de la comunidad LGBTQ+? Por lo menos yo no y si las hubiera, han de ser pocas. Claro, a la falta de libros sobre esta temática debemos agregar el hecho de que acá en Centroamérica no nos leemos los unos a los otros, y mucho menos nos hacemos publicidad.

Pero eso es tema para otro artículo. Por ahora hablemos de que la literatura en Centroamérica lleva muchos años estancada en el mismo tipo de protagonistas, el mismo tipo de historias. Es válido decir que nuestros países también están estancados, pero a veces también necesitamos que la literatura empuje por delante aunque sea para darnos ideas.

La idea de que son pocos los escritores centroamericanos, jóvenes y no tan jóvenes, que pertenecen a la comunidad LGBTQ+ puede ser lamentable. Por otra parte, muchos prefieren permanecer en el closet en vez de enfrentarse a una sociedad cerrada. Porque el orgullo puede ser muy bonito cuando te vistes de arcoíris y ondeas una banderita, pero también será bonito cuando, con ese mismo ímpetu, no te quedes callado y uses los medios que tienes a tu alcance para expresarlo. Y no hay ninguna forma de expresión mejor y de mayor alcance que el arte.

Comprendo que muchos escritores puedan sentir que libros sobre temáticas LGBTIQ+ podrían enfrentar muchos problemas para ser publicados o que al estar puestos en las librerías nadie los leerá. Conozco a muchas mamás que no los comprarían y también a muchas otras personas que condenan que este tipo de temáticas sean publicables, como si la orientación sexual fuera una cosa que se transmitiera por medio del conocimiento y la cultura.

Pero la falta de este tipo de representación, por mas entendible que pueda ser, nos hace daño a todos. La literatura lleva milenios de darnos mensajes: algunos malos, pero la mayoría de ellos buenos. Y si queremos ir acercándonos a la mentada igualdad que todos deseamos, debemos comenzar a ver historias de todo tipo en nuestras pantallas y en nuestras páginas.

Después de todo, no se puede tener orgullo sin conocimiento.

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