«En mi trabajo me gusta decir que siempre empiezo de cero. Mi primer movimiento es decir: no sé».
Claudio Zulian
Una amiga dice que a ella le pasa con el cine lo que a mí con los libros. Hablábamos de conocer el mundo, de abrir las puertas desconocidas, de entender otros sentires. Para nosotras, el arte en sus distintos formatos nos ha abierto las posibilidades de ver/conocer/reconocer a otras personas con sus tonos de voz, sus historias-territorios, sus acentos que difieren por geografía o por el collage de países que abrazado su migrar.
Hace tiempo pasábamos horas frente a la pantalla enriqueciendo la mirada con poesía visual, comprendiendo la atracción por los reality shows o riéndonos con todo tipo de comedias, las malas y las inteligentemente críticas. Creo que hacíamos un ejercicio de esparcimiento y opinión: comentábamos lo que veíamos y lo relacionábamos con nuestros recuerdos o experiencias. Ninguna es experta en arte, pero ambas somos humanas.
El 15 de noviembre se presentó la premier, en única función, del documental Sin miedo, del director italiano-catalán Claudio Zulian. Los protagonistas y el argumento nos resultaron familiares: personas guatemaltecas que no se dedican a la actuación pero que interpretan sus propios recuerdos y sus propias historias del conflicto armado interno.
Entre todas sus facetas artísticas (director, músico, columnista, ensayista, artista visual), Zulian dice que trabaja con imágenes en movimiento. Más allá del título que tiene, es doctor en Estética, Ciencia y Tecnología de las Artes, manifiesta interés por las cuestiones teóricas en sus trabajos, debido a su formación filosófica ligada con la práctica artística.
Dicen que el arte no debería explicarse, pero yo necesito que me expliquen cómo es esa filosofía ligada a la práctica artística cuando me hablan de una historia que no se quiere recordar en Guatemala. El pretexto fue la película Sin miedo y la técnica usada en ella.
«No es que haya un trasfondo filosófico en la película, o quizá si lo hay en términos de memoria, pero lo que sí hay —en Sin miedo— es una meditación sobre las formas de la memoria y quizá lo que es típico de la filosofía es suspender el juicio y decir vamos a empezar de cero», dice Zulian refiriéndose al origen de las cosas y al hecho de ir explorando y creando a partir de esas respuestas. «Cuando uno entra en el mundo del cine, uno se encuentra con equipos muy bien formados, pero si ya llevas una carga crítica, pronto descubres que esa formación técnica tiene como una inercia para hacer que aquello funcione de una cierta manera. Y que si tú quieres realmente ser crítico hasta el fondo, eso es una cosa que hay que desmontarla. No queda de otra, porque si no, nunca conseguirás que lo que se diga esté fuera del campo de lo ya previsto», afirma; y añade: «La cosa típica es la cuestión de los expertos, como se hacen las entrevistas en la tele, que están claramente hechas sobre todo para que el entrevistado conteste lo que el periodista quiere que conteste, y esto no es una malicia del periodista. En el medio técnico, el periodista ha estudiado un tema, sabe de lo que habla, va a buscar a la persona que le va a contestar eso y luego lo premian por ello. Todo esto no es malo, pero sí criticable en el sentido profundo. Si queremos decir otras cosas que no sean estas, hay que desmontar este sistema».
La técnica de Sin miedo fue colocar frente a las cámaras a los sobrevivientes, a los familiares de detenidos desaparecidos que se encuentran registrados en el Diario Militar. Más que actuar, relatan, cuentan esa parte de la historia no oficial de Guatemala. En ese sentido, cuando alguien me dice que no le gustó la película —precisamente por la técnica— me pasa por la cabeza esta palabra nueva para mí y voy entendiendo que tiene un peso enorme en el contexto guatemalteco: legitimidad.
«En mis trabajos he desmontado de todo, he desmontado la técnica dándoles la cámara a las personas. He trabajado mucho en desmontar el dispositivo de quién habla y quién escucha. En varios de mis otros trabajos, le preguntaba a la gente qué quería decir, de qué quería hablar, cómo quería mostrarse y que escogiera las localizaciones. No es mi trabajo establecer una norma, sino más bien explorar posibilidades».
Filosóficamente hablando, qué fuerte es asimilar el poder de decidir cómo se hace el arte en este país o cómo se debe recordar una memoria colectiva. Opinar sobre las cosas, historias y situaciones que desconozco suena mucho a «Yo que no sé, puedo decir quién, qué y cómo puede contar alguien su propia historia».
[Foto de portada: José Rodríguez]
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