El todo en el que nadamos


Diana Vásquez Reyna_ Perfil Casi literalA veces se cree que la cultura solo corresponde a la ópera, a la música clásica, al arte visual y contemporáneo, al teatro. A esa cantidad incontable de libros escritos por la humanidad. Entonces la concepción de cultura se queda en el aire como humo que se puede percibir desde lejos pero que no podemos asir con las manos. A ello se le suma el costo del acceso que le sube la distancia a la humareda.

Pareciera que hablar de reality  shows, de música pop o de corridos, de la ropa de verano y de cortes de cabello o del actor de moda no fuera parte de la cultura, la influenciada por los medios, la de consumo que se encuentra en cada esquina y nos rodea. Algunos quieren ser inmunes a ella, pero como el futbol o las redes sociales, algunas cosas también tienen como partidarios a roqueros y reguetoneros, todos con los mismos huesos.

Entonces nos dividimos en lugar de ser permeables a lo distinto. Que comunistas, que capitalistas, que de izquierdas, que de derechas, que los intelectuales y artistas (como si eso fuera un aura distinta), que las masas. Nuestra sangre latina, esa apasionada, rencorosa y adolescente aunque se tengan 40, hace que nos pongamos en bandos y en los extremos. “Yo soy así, y si no te parecés a mí, andate a tu esquina”. Hace poco pensaba en que hasta el voseo centroamericano tiene los matices de diferencia de clases.

En estos tiempos que corren no hay purezas de nada. Somos la mezcla de nuestras circunstancias, de nuestros saberes y experiencias. Ya lo dijo alguien, somos la suma de nuestros miedos, muchos o pocos. Nada es permanente. Se nos puede caer la vida en un par de días y podemos reconstruirla en más de mil décadas, hemos confeccionado un mundo cambiante a la velocidad del clic.

La cultura es el todo en el que nadamos. A veces a contracorriente. A veces surfeando con un buen viento. A veces solo flotando. A veces ahogados en ella sin darnos cuenta. En lo que nos parecemos todos es que moriremos, que a veces nos dejamos que nos rompan el corazón, que nos enfrentaremos al sexo, que nos ilusionamos, que fracasamos. Quizá en lo que nos parecemos todos, con las cargas de vida e ideologías tan disímiles, es que somos humanos, con los mismos básicos sentires, como lo ha cantado la literatura desde siempre.

Hace poco leí una entrevista al neurocientífico Howard Gardner, en la que decía que si le agregamos un poco de humanidades a la vida, esta podía ser más plena en el ocaso. Estoy de acuerdo con ello, y yo diría que tendríamos vidas más plenas desde niños. Lo difícil es encontrar humanidades en este mundo técnico, de productividad, de hiperactividad, sobre todo si es tan desigual.

Y nunca está de más decir que humanidades no es lo mismo que humanitario, que por cierto, los que saben nunca lo explican y los que no saben nunca preguntan. Las humanidades son el conjunto de disciplinas que giran en torno al ser humano y lo reflejan, como la literatura, la filosofía o la historia.

Verse en el otro, esa reflexión ya tan lejana y hasta perdida, hace a las culturas humanas, menos indiferentes, menos destructivas. La escritora y periodista Eliane Brum hablaba en una columna de la involución de la especie cuando se necesita estar dopado para seguir corriendo y seguir cansados, el éxito moderno: work, work, work, work, work.

¿Cuál es la cultura que nos rodea? ¿Incluye arte, historia?  ¿Incluye reflejarnos en otros? ¿O solo es una cultura medio construida y fragmentada que no ayuda a que convivamos unos con otros?

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