Micromachismos


Noe Vásquez ReynaPara un profesor universitario no es problema mantener un monólogo durante dos horas seguidas con una o dos interrupciones breves —muy breves— de alguno de sus estudiantes. Pareciera que no importara que el resto de las y los asistentes estén al filo del sueño o hayan decidido activamente no prestarle atención y atender un chat o búsquedas de otro tipo en sus laptops. Pensaba en la extraordinaria capacidad que tienen algunas personas de hablar para sí mismas, pero durante el día se repitió la escena con otro profesor durante el almuerzo, en donde también tuvo una capacidad extraordinaria de ser el que más habló.

Cuando compartí la experiencia, algunos colegas hablaron de ego intelectual; yo pensé en micromachismos. Y no es que los profesores fueran «malas personas»: son muy simpáticos y seguramente tienen mucho conocimiento de los temas que imparten y serán extraordinarios en las áreas en que trabajan, pero es evidente que nunca se han pensado en clave deconstructiva acerca de comportamientos masculinos que se superponen «naturalmente» sobre los de las mujeres.

En el blog Micromachismos, Lorena Fernández Álvarez refiere que leía el siguiente chiste: «He puesto a Siri voz masculina y se ha puesto a explicarme cosas sin preguntarle nada». Según el medio que lo impulsa, este blog es un espacio que ha servido «para romper el silencio sobre el machismo cotidiano». Han acumulado «cientos de historias y testimonios que han contribuido a visibilizar y combatir la desigualdad de género». Hay pequeñas cosas que hemos normalizado; nunca se cuestionan y se dan por hecho, pero que en acumulación y silencio van marcando una brecha desigual que en algunas ocasiones termina en violencia (y violencia que mata).

En esta línea de ideas me encontré con el término de «violencia vicaria», dicho por la ministra española Ana Redondo en un conversatorio por el décimo aniversario de este blog. Según la Universidad Complutense de Madrid, la violencia vicaria «es aquella que tiene como objetivo dañar a la mujer a través de sus seres queridos y especialmente de sus hijas e hijos». Me parece apremiante que la violencia vicaria «cuenta con la complicidad de una sociedad que cuestiona permanentemente a las mujeres, que las priva de autoridad y pone en duda su palabra».

Me topo de nuevo con esta frase palpitando en la sien: «las palabras importan»; pero si en realidad no importaran, los Estados (espacios eminentemente machistas) no estarían intentando y logrando con violenta venganza acallar a las mujeres desde Inglaterra hasta Argentina. Entre las conversaciones que se tuvieron en el aniversario de Micromachismos, la periodista argentina Luciana Peker afirmó que todo el contraataque que reciben constantemente las luchas feministas son la respuesta de que algo se ha hecho bien.

Veamos algo: si Javier Miley, Nayib Bukele, Elon Musk, Andrew Tate, Luis Rubiales (entre muchos otros personajes públicos que tienen los micrófonos al alcance) se alinean como planetas en eclipse y son de los que opinan que el feminismo ha llegado muy lejos y que lo equiparan sin más al machismo, creo que podríamos repensarnos qué parte de la historia de la igualdad queremos asumir y en cuál nos gustaría estar.

Aquí pueden ver y escuchar los temas que trataron las ponentes junto a Ana Requena Aguilar, periodista que creó Micromachismos y moderó las conversaciones en su décimo aniversario, y que considero un material valioso que merece ser difundido, sobre todo por la representación de la diversidad de mujeres y las cotidianas actitudes machistas que afrontan todos los días.

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