En Guatemala crecí sin la meta de casarme. Mis padres, que rondan los 70 años de edad, fomentaron fuertemente otro tipo de metas. Les interesaba más que sus cuatro hijos llegáramos y termináramos la universidad, sobre todo para ser personas económicamente independientes.
Paula Orellana, anarcofeminista, escribió esto en Facebook luego de la aprobación, este 26 de mayo, del matrimonio igualitario en Costa Rica: «¿Se imaginan hospitalizarse y que tu pareja no pueda ir a cuidarte porque solo entra “familia”? ¿Se imaginan enviudar y que la familia de tu pareja te quite lo que construyeron en toda una vida solo porque no “estaban casadxs”? ¿O que te nieguen tu derecho a hacerle un funeral? ¿Se imaginan enfermar y no poder acceder al IGSS de tu pareja o viceversa? ¿Se imaginan no tener garantías sobre bienes inmuebles compartidos con una pareja por no tener un documento que los acredite como pareja? Es una larga lista, que cambia radicalmente al poder acceder al matrimonio igualitario».
Muchas personas que no son heterosexuales también desean los derechos civiles que el matrimonio conlleva. A muchas personas que no son heterosexuales también las educaron distinto a mí y siempre soñaron con la boda perfecta, los vestidos y las fiestas. Lo desearon como una meta de vida, como éxito personal y por amor.
Tomás Campos, presidente Síwo Alâ Hombres Trans Costa Rica, expresa: «Con el matrimonio igualitario estamos bastante felices aquí en Costa Rica, en realidad todas las personas LGTBI. Yo siento, y es parte de lo que hemos conversado en el grupo, que lo veíamos muy lejano. Cuando la Corte Interamericana envió la sentencia y la opinión consultiva, y todo eso, que eran 18 meses de espera para que el país se preparara y se hicieran los requerimientos legales y demás, lo veíamos muy lejano, y pues pasó de un día a otro, porque sabíamos que iba a pasar. Nos tomó por sorpresa, pero con mucha alegría. Estamos bastante contentos por acá, porque algunas se quieren casar con sus novias y eso les da la posibilidad ahora de hacerlo. Es mucha alegría, mucha felicidad, muchas emociones, porque aunque sabíamos que iba a pasar, no lo teníamos tan consciente”,
«Celebro la validación desde la perspectiva de la filiación que nace de la institución de la familia. En el sentido de que ahora ya se les va a reconocer como grado de parentesco al momento de, por ejemplo, una sucesión de bienes por causa de muerte cuando no hay un testamento como tal; el derecho de la identidad al momento de reconocer hijos. No digamos, los derechos a seguros de salud. Pero la verdad, no creo en el matrimonio», expresa el estudiante de Derecho y activista Gustavo Herrera.
Esto sí, esto no
Juan Melgar, chef y activista, cuestiona: «Creo que sí hay que ser bastante más críticos respecto a lo que el matrimonio igualitario significa. Yo he escuchado de personas de Costa Rica decir que esto sirve para acallar otras luchas. Porque generalmente todos los paquetes de leyes que se pasan en la región tienen un doble fondo, una doble intención más bien, de querer aprobar unas cosas, pero al final hay muchas otras de fondo, de importancia histórica que tampoco se tocan. El matrimonio —que es algo con lo que no me identifico y no aspiro—, aunque hay que tener la discusión de lo que representan en términos civiles como cónyuges y no únicamente la perspectiva religiosa, sí podemos abordarlo y discutirlo. Yo sé que representa un avance en la región en términos de derechos humanos, pero solo siento que nos quedan a deber siempre”.
Tomás Campos agrega que cuando fue establecida la opinión consultiva hablaba no solo del matrimonio igualitario, sino también del procedimiento para garantizar la identidad de género para las personas trans. En 2018 se reconoció el cambio de nombre para las personas trans por medio de un mecanismo sencillo y «de ventanilla». «Ahora que se garantiza el matrimonio igualitario, las organizaciones trans seguimos luchando para que se reconozca la identidad de género plenamente en todas las documentaciones», dice, ya que aún falta que se reconozca y se permita el cambio de género de las personas trans.
Podrían tener otros derechos
En una emisora de radio que escucho por las mañanas, el conductor guatemalteco tenía como tema polémico el matrimonio igualitario en Costa Rica. Los oyentes enviaron notas de voz. Algunos se alegraban de que sus amigos homosexuales pudieran casarse porque eran personas comunes y corrientes. Un hombre expresó que el problema era que si se casaban «podrían tener otros derechos» como adoptar. A esto último él se oponía, pues, «según estudios», lo mejor es que los niños tengan a papá y mamá.
Las denuncias por violencia intrafamiliar han aumentado durante el confinamiento en todo el mundo. El mismo presidente de Guatemala, en cadena nacional, exhortó a las mujeres a denunciar la violencia que sufren. En una entrevista de 2019, Carolina Escobar Sarti, directora de la asociación La Alianza, expuso que en 2017 el 89% de los embarazos en niñas y adolescentes correspondían a violaciones de hombres de su entorno; es decir, familiares o amigos. «El 30% de ellos cometidos por los padres biológicos».
Estoy de acuerdo en que el matrimonio igualitario es un avance en la atrasada región centroamericana, pero es necesario poner en discusión cómo funciona esta estructura artificial originalmente creada para control de la propiedad y de los cuerpos de las mujeres. En Latinoamérica 2 mil 349 mujeres y hombres trans son asesinados simplemente por serlo. En (Casi) literal, Javier Stanziola lo dice así: «Escupidos. Mordidos. Acuchillados. Macheteados. Quemados. Abaleados. ¿Y tú quieres matrimonio igualitario?»
¿Para cuándo la crítica, para cuándo la discusión profunda?
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