Esto no es una crónica de #QuédateEnCasa


Noe Vásquez Reyna_ perfil Casi literalMe despierto a las 5:40 a.m. todos los días. De los perros aprendí que tener una rutina sujeta la cabeza al cuello, y las ideas a tierra, justamente lo necesario. Los días ahora son todos domingos. ¿Saben lo que hace un domingo con la ansiedad o la depresión? Para algunos quedarse en casa es un domingo de infierno con Sísifo viendo cómo llevas la piedra hacia arriba.

Se agradece el silencio en las calles. Tocará escuchar lo que desde hace años gritan nuestros enmudecidos cuerpos. Quizá se trate de un respiro, de toda la rabia que se moviliza por las ciudades con su poco tiempo, con sus salarios míseros o de miedo, con la capacidad humana multitasking para no estar en ninguna parte.

La ficción inundó los países, detuvo el tiempo, nos pone forzosamente más tiempo frente a pantallas para que seamos voyeristas de los quiebres físicos, emocionales y económicos a los que hemos llegado. ¿Qué sería de nosotros en esta piel pequeña y frágil sin una huida? Usamos mascarillas para ir al súper, somos aliens en exterminio. ¿Es que el universo está cumpliendo su ciclo de comerse a sí mismo? «La naturaleza recupera lo que le han robado», y vaya que los seres humanos hemos robado tanto.

Durante la mañana trabajo en casa, soy freelance desde hace un año y medio. No lo promuevo ni lo satanizo. Más del 61% de la población se encuentra en el sector informal, así que no seamos ignorantes para ir diciendo y obligar a otros a que se queden en casa. Las precarias condiciones de muchas personas empeorarán.

En Guatemala a las 4:00 p.m. hay toque de queda. Una hora antes pasean patrullas de la policía con una sirena espantosa. Para muchas personas recibir una orden como esa les da paz. Nos han militarizado las conciencias para que otros controlen nuestra respiración. Predicadores evangélicos de calle les han gritado a mujeres españolas que llevan acá más de un año, culpándolas del virus. Siguen asesinando a mujeres trans, algunos ya hablan de aprovechar el momento para limpieza social.

Todos los días encarcelan a gente que se ha quedado en la calle después de las 4 de la tarde. Si eres un diputado borracho, no pasa nada; pero si eres un lustrador o si te quedaste sin cómo regresar a casa porque no hay transporte público, te capturarán como delincuente, con mayor exposición al virus. No todas las medidas adoptadas son consecuentes.

Nos enfrentamos a algo desconocido: relacionarnos con los otros desde la ternura, recuperar la convivencia, la cercanía y la distancia; entender el significado de la soledad. Resignificar el sentido de la colectividad. Cuidar de otros es posible porque puede que un día, un domingo, necesitemos de alguien ya sea en casa o en un hospital temporal instalado para la cuarentena.

Yo recomiendo, para no volvernos locos, escribir a mano todas esas ideas angustiantes que nos distorsionan el sueño. Quien sabe, si salimos de esta, talvez podamos leer luego nuestras perversiones. Solo leerlas.

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