En 1979 inició el proceso de reversión de la Zona del Canal a manos panameñas.
En 1989 Panamá sufrió otra invasión de los Estados Unidos de América.
En 1999 llegó el final de la era de reversión y tomamos completo control de las operaciones del Canal.
Para conmemorar estas fechas hemos convocado a un concurso de monólogos con el apoyo de Ciudad del Saber. Los tres textos escogidos serán interpretados por actores de la talla de Alejandra Araúz y Simón Tejeira este 14 de diciembre. Ese día también estrenaremos unos cortos teatrales que he preparado.
Entre los monólogos que ya hemos recibido como parte de la convocatoria se encuentra uno que me impactó poderosamente. El remitente me indicaba que conocía a la persona que me lo enviaba, pero al leer su monólogo me di cuenta de lo poco que conocía a la persona que me lo enviaba.
La nostalgia por la época de la reversión y por su padre y su madre me revelaron a una persona con un fino entendimiento de lo público y lo comunitario. Me hizo entender que el estereotipo del panameño individualista es solo eso, un mito que encienden los que se benefician de nuestra desvinculación. Con el permiso de la autora —que no es escritora de profesión— copio abajo el texto que nos envió.
Ojalá sirva para motivarte a que compartas tus memorias de la reversión y nos ayudes a romper con tantos mitos tontos sobre lo que somos como seres humanos.
Vacuna gratis
Por Gina Ríos
Mi mamá y mi papá se ganaron la lotería de «casa en las áreas revertidas».
Mi mamá y mi papá.
Un desastre de pareja.
No tuvieron principio de historia de amor de telenovela.
No tuvieron final de telenovela.
Pero mi mamá y mi papá, en las áreas revertidas, en el medio de su historia de amor, eran parejita Televisa.
Se dice que para ser un adulto mentalmente sano dependes mucho de la infancia que tuviste. Solo tengo recuerdos hermosos de mi infancia.
Con 4 años, por 1982, con la reversión, nos mudamos a Pedro Miguel.
Cuando bajaba el sol, caminábamos agarrados de las manos a ver los barcos levitar por las esclusas. Sin miedo a nadie, mis tardes las ocupaba correteando en un parque enfrente de la casa. Uno de esos parques que seguramente se le daba mantenimiento todos los años, siempre cuidado, siempre pintado, siempre con vegetación.
Frente a mi casa estaba la Junta Comunal. Allí hacían los veranos felices, gratis, con refrigerios y, juntos como ciudadanos de Pedro Miguel, compartíamos cultura, educación, salud.
Salud. Un día el Ministerio de Salud tocó la puerta de la casa. Una robusta enfermera del Ministerio de Salud llegó a vacunarme… a la casa.
«Vístete que te van a vacunar», me ordenaron mi mamá y mi papá. La vacuna era gratis, pero ellos sabían que en las áreas revertidas hasta para ser vacunados había que vestirse bien. Ellos se vistieron en su cuarto. Yo me vestí en el mío. Agarrados de las manos, fuimos hasta la sala donde nos esperaba la robusta enfermera. Pero cuando yo vi la espada que esa mujer me quería enterrar en el brazo, yo dije, «esto no es conmigo». Me libré de las manos de mi mamá y mi papá. Salí corriendo de la casa, pasé por el parque y por la Junta Comunal, y despepitada llegué hasta las esclusas del Canal.
Hoy ni siquiera sabría dónde queda la Junta Comunal de mi barriada.
Fue un privilegio vivir en Pedro Miguel.
Fue un privilegio ser hija de la versión de mi papá de la época de la reversión.
Fue un privilegio ser hija de mi mamá cada minuto y segundo que me agarró de las manos.
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