Mucho se habla de la literatura y poesía hondureña escrita por mujeres, pero muy poco se analiza o se conceptualiza al respecto. Existe una problemática en cuanto a la difusión de la literatura en general: es evidente la escasez de medios que ayuden a generar la publicación y promoción de las diferentes obras, y aún más, la limitación económica que impera en nuestro país y que dificulta la edición de sus libros.
En las últimas décadas ha surgido un afianzamiento de las voces de las mujeres en la literatura hondureña. Poetas y narradoras como Lety Elvir Lazo, Venus Ixchel Mejía, Anarella Vélez Osejo, Perla Rivera, María Eugenia Ramos, Mayra Oyuela, Jesica Isla, Martha Susana Prieto, Waldina Mejía, Diana Vallejo y Rebeca Becerra, entre otras, son autoras contemporáneas que sin duda representan una generación de mujeres que sobresalen en el mundo de las letras y que nos proponen un nuevo discurso literario.
Temas como la desigualdad social, el estatus quo, la violencia en todas sus manifestaciones, la pobreza, la diversidad sexual, el conflicto racial, el erotismo, la libertad, la independencia, la reivindicación de los derechos y el lugar de la mujer en la sociedad actual, entre otros, son tópicos abordados de manera recurrente en nuestras creadoras. De esta manera han hecho uso también de la palabra para denunciar los diferentes conflictos arrastrados por una sociedad patriarcal que por siglos ha definido y limitado el trabajo literario a una labor masculina.
Si retrocedemos un poco en la historia de Honduras, encontraremos mujeres que asumieron su feminidad incluso en la arena política; tal fue el caso de Clementina Suárez, Lucila Gamero de Medina y Argentina Díaz Lozano, entre otras, quienes tuvieron una importante participación en la demanda de los derechos políticos de las mujeres. Hablamos de voces eminentemente transgresoras de acuerdo con los esquemas sociales de su tiempo, siendo todas sufragistas y teniendo una participación notoria en los diferentes movimientos políticos sin descuidar su producción literaria, a través de la cual nos retrataron el ambiente y la situación social y cultural de su época. Para el caso, un relato como «Alda», de Lucila Gamero de Medina, nos presenta una historia enmarcada en la equidad de género, tema que sin duda continúa siendo motivo de discusión e incomodidad en nuestra sociedad actual y que nuestras narradoras contemporáneas le han dado una renovada y necesaria voz en sus obras.
Para una mujer que decide entrar en la creación literaria, recurrir a la tradición presenta una enorme dificultad ya que esta es siempre la de la cultura patriarcal y dominante que se ha ido transmitiendo a través de la enseñanza académica y de la crítica literaria. A lo largo de la historia se ha construido un canon del que se marginan las obras que no se atienen a la visión androcéntrica del mundo. En esta tradición la mujer aparece siempre como madre, esposa, musa, amante, ángel del hogar o ser celestial, pero nunca como sujeto.
El Yo de la mujer que escribe es precario y complejo puesto que no solo debe transformar el lenguaje que la oculta, sino también todo un universo de símbolos y connotaciones que durante siglos han ocultado su ser, su pensamiento y sus deseos. Nuestras escritoras hoy saben que no se puede reproducir lo que la sociedad ha considerado que deben ser las preocupaciones propias de las mujeres, lo que la cultura ha ido acumulando sobre su identidad; por esa razón, en la narrativa y la poesía contemporánea escrita por ellas hay una constante y sistemática destrucción de tópicos propios de la visión androcéntrica del mundo.
[Foto de portada: Mayra Oyuela. Archivo personal]
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¿Quién es Linda María Ordóñez?