Hace dos o tres años Agustín Fernández Mallo vino a Nicaragua a dar un taller y a promover sus libros con el apoyo de la Cooperación Española. Era una mañana calurosa de Managua y él estaría en uno de los barrios elegantes de la capital. En Managua existen los cyber cafés y algunos estábamos al tanto. Fernández Mallo sonaba en los medios de comunicación y en las redes sociales, en especial por las Nocilla, y también por diversas polémicas en torno a qué es nuevo y qué no es nuevo en literatura (se aplica al arte). Recuerdo esto porque muchos de los íconos literarios nicaragüenses, una vez que logran cierto éxito o acierto literario o artístico, son señalados injustamente de no proponer nada nuevo. Es una tradición negativa o discurso de la frustración que existe en Nicaragua, tanto en artes como en letras (incluso filosofía); baste revisar las secciones culturales de los periódicos entre 2002 y 2004 para darse cuenta de una serie de notas que salieron respecto al tema, cuando una de nuestras grandes artistas empujaba con fuerza su escuela de arte (hoy un éxito), y muchos marchantes que se hacían pasar por periodistas veían en sus nuevas ideas un atentando a su pequeño negocio. Y publicaron un reportaje que no tenía otra intención que descalificar y desprestigiar a la artista y artistas en cuestión. ¿Dónde estaba la cabeza del editor en ese momento? No sabemos. Lo cierto es que tal nota, por X o Y razón, fue posteriormente retirada de internet.
Es como que yo mal intencionadamente me pusiese a revisar los libros de autores y autoras de mi generación página por página y los comparara con sus obvias, y a veces, inconscientes influencias. O con las que yo detectara por mi cuenta y ellos desconocen. Lógicamente algunos se sorprenderían más que yo de las coincidencias, las que encontré y registré, por ejemplo, en mi tesis de Maestría en Filología Hispánica sobre “El actual cuento nicaragüense”, que defendí y aprobé por unanimidad y con una inmensa alegría. Las distinguidas académicas miembros del jurado apreciaron mi investigación y reconocieron mi dedicación: “un trabajo exhaustivo”. Me sugirieron también seguirla puliendo y publicarla, ya veremos. El asunto es que éstas coincidencias o rastreos genealógicos no me sorprenden ni me emocionan, pues ya soy vieja loba de mar de las letras y mis obesiones literarias han cambiado con el tiempo. ¿Ven cómo la educación es un peligro en las mujeres? Al machismo no le gusta y no le conviene. Realizaba esta mención a la tradición negativa o discurso de la frustración porque la mayoría de jóvenes con pretensiones litero-artísticas pasan más tiempo en los bares; es decir, más tiempo bebiendo que leyendo (al menos eso es lo que postean en sus redes), la ignorancia de la historia en general. Esa es otra de las problemáticas de la educación literaria, ya que las diatribas y pláticas (histriónicas y efectistas) de bares (o internet superficial) se convierten en “escuela”: el viejo o mediano varón o la mujer machista que siente envidia de las escritoras con talento se encargará de transmitir y cultivar la misoginia en estos jóvenes. Porque siempre estará Iblís de titiritero. Al no encontrar respuestas se dedicarán a fabricarlas para justificar y dar sentido a su propia incapacidad. Son los fantasmas o el precio de la buena fortuna, que como bien sabemos, no es azar sino construcción con disciplina y esfuerzo. Eso por un lado; por el otro, y en una escala distinta, es duro para un joven escritor o escritora nicaragüense encontrarse con escritores europeos o norteamericanos. O al menos para mí, pues son dos realidades que chocan. Si bien escribir es considerado oficio de pobre, aquí y en cualquier parte del mundo no será lo mismo hacerlo en Berlín que en Managua. Las posibilidades siempre cuestan pero se amplían en el primer mundo, no es que sea fácil, es que la sobrevivencia es un tanto más sencilla. De ahí que pensé: “bueno, existen escritores del primer mundo y escritores del tercer mundo”. Yo, como nicaragüense, entraba en esta segunda categoría y la situación se me complicaba. Di con McOndo y lo que Fuguet contaba y ojo, no es que me guste, es un caso a estudiar: ser latinoamericano y escribir. Las especativas que se tenían de una identidad configurada como la mía. Como decía al incio, es complicado y extenso y con variables y diversos puntos y desdoblamientos y tendrá que ver también con mis intenciones literarias. Las mías, no las tuyas. Así que Nicaragua latía en mí, no podía evadirla y la llevaba a todas partes. Y aunque me doliera, debía reconocer que un gallego como Fernández Mallo había tenido mejores oportunidades que yo, no digo que no la sudara o la sude, digo que la realidad de su país es distinta; no es que sea mejor, sino distinta. Eso, por supuesto, me molestaba, me incomodaba. Pero no podía cambiarlo. Valoraba mi disciplina autodidacta y a mis maestros. Pero definitivamente, en términos literarios, existen más oportunidades de crecer afuera que en mi país (lo he vivido). Por el monopolio, por el amiguismo que incluye el compadrazgo que deja pasar inadvertidas las asnadas que dicen y escriben escritores machistillas, por las rivalidades, por las intrigas, por la apertura mental, por la madurez del criterio, porque han hecho de la cultura un negocio de ONG en que se beneficia al “bróder o al que me conviene”. Haré un recuento: premios y publicaciones arregladas o negociadas y turnadas, igual que se estila en política, boicot, calumnias, servilismo, la corrupción cultural, la güaca, el bajo-mundillo literario tras bambalinas; lo cual es una tragedia para gente como yo, pues más que el negocio, la política o la promoción cultural, mi interés es la creación literaria. Para dicha mía, tal tragedia ya fue reflexionada y expuesta por un crítico nicaragüense en un ensayo que circula libremente por la red. Y sí, digo crítico, porque si bien es cierto no es un oficio que se ejerza con transparencia, mucho menos que abunde o destaque en mí país, existen cuatro o cinco voces masculinas y femeninas confiables a las cuales leo y consulto cuando la situación lo amerita. Sí hay crítica en Nicaragua, escasa, como los buenos libros y las pepitas de oro, pero la hay.
Caminaba entonces por la “alta” Managua de un 12 de Julio de 2011 y en la parada de bus me encontré a uno de los jóvenes poetas y promotor cultural del entonces emergente “bloque udeliano”. Es la única vez que he hablado con él. Como en el pueblo rara vez suceden cosas, que Fernández Mallo estuviera ahí era todo un acontecimiento para nosotros, y nos gustara o no su propuesta, debíamos ir, al menos para informarnos de viva voz sobre lo que estaba sucediendo literariamente al otro lado del mundo. El joven poeta caminó conmigo al Centro Cultural Español y me compartió unas páginas escritas por Patricio Pron tituladas “La vieja aspiración a la novedad”, en torno a la discutida y polémica “novedad” en la obra de Agustín. Y ahora, en este preciso momento que me encuentro escribiendo estas líneas en Ohio, me recuerdo también lo que sucedió años después con “El hacedor (de Borges), Remake”. No entraré a tales discusiones bizantinas, es pérdida de tiempo. Sólo diré que hay que leer mucho y ya con Grecia y su Aristóteles tenía suficiente. Llegamos y la relacionista pública del lugar recordó que años atrás me había desempeñado como reportera cultural de El Nuevo Diario y me ofreció entrevistar al autor. Si bien para ese tiempo ya había cambiado el periodismo por la docencia, no dejaba de escribir mis colaboraciones de vez en cuando para no perder la práctica, le debo mucho a mi experiencia periodística.
Y recibí el taller denominado Exprés: extrarradio y luego tuve 16 minutos con Fernández Mallo. Grabé el audio, lo archivé y lo olvidé pues mis colaboraciones ahora dependían solo de mí; hasta noviembre de 2013, cuando para mi clase de Applied Phonetics se me orientó estudiar un dialecto de la lengua española y ¡zas!… el audio regresó a mí como por arte de magia. En efecto, lo escuché varias veces, lo estudié, lo analicé, lo contrasté y lo titulé: “El Español de Galicia”, una pequeña investigación de 38 páginas. Al escuchar a Mallo escuchaba también mis preguntas y pude sentir cierta amargura en mi tono. Pensé otra vez: soy una escritora nicaragüense; es decir, del Tercer Mundo. ¿Era eso importante? ¿Existía el Tercer Mundo? Ahora se dice “subdesarrollo”. ¿Cómo eso afectaba mi escritura, si es que lo hacía? Sabía que no sería tan importante como escribir bien y leer más, pero me pesaba la historia y la realidad de mi país me perseguía, me persigue. Me duele. Supuse que tal vez Fernández Mallo tendría también un conflicto de gallego-español, o quién sabe. De esos 16 minutos salieron las siguientes opiniones sobre tópicos aleatorios. Que el lector o lectora se encuentre en las palabras que le han sido destinadas, o que tome de ellas lo que necesite.
Eunice Shade (ES): Los procedimientos literarios deben ser… ¿invisibles?
Agustín Fernández Mallo (AFM): Ssh que se vea lo menos posible, invisible es imposible, claro, no, pero que se vea lo menos posible.
ES: ¿Por qué?
AFM: Bueno no, bueno no lo sé.
ES: ¿Sos un soldador de la escritura?
AFM: Sí, a veces sí, pero yo no solo uso la ciencia, son unas soldaduras si quieres, pero son unas soldaduras deformadas, unas soldaduras sacadas de quicio; ¿aquí se dice el término sacar de quicio?
ES: Sí, si existe y se usa a diario. Entonces sería algo así como Capa en Slightly out of focus.
AFM: Ligeramente desenfocado, eso es.
ES: Poesía es todo o está en todo.
AFM: Para mí sí.
ES: Panteísmo.
AFM: Un poco pante… claro, está en todo, pero hay un “lo matizo”; o sea, está en todo pero no porque esté ahí, sino porque tu ojo lo ve así, o sea, es una cuestión de cómo el ojo percibe, de cómo tu sensibilidad percibe.
ES: El ostranénie.
AFM: Yo creo que el extrañamiento es fundamental para lo que yo hago, el extrañamiento de las cosas normales, de las cosas cotidianas, mirar de una manera extrañada algo que has visto siempre y de repente lo ves de una manera diferente, y eso es lo que a mí me interesa.
ES: ¿Artes visuales?
AFM: Sí, hago vídeos, ayer puse uno. En mi blog hay muchos que he colgado, que he hecho yo. Está también la película del proyecto Nocilla, todo eso lo hice yo, o los que he hecho ahora para El Hacedor (de Borges), Remake.
ES: Remake, piezas que traemos del pasado, como un “corsé”.
AFM: Re-uso y el caso del remake también es transformación de ese “corsé” porque yo transformo esos cuentos.
ES: El concepto de escritor como un diseñador textual.
AFM: Yo más bien diría pues “sampleador”, haces samples, haces unas mezclas, pero hay que matizar que con eso no quiere decir que desdeñes la creación propia, ni muchísimo menos que la evites pero sí que te vales de un sampleado, te vales de otras piezas que ya existen para introducir en tu narrativa.
ES: Una especie de pastiche…
AFM: Una especie de pastiche actualizado, ¿no? Y entonces… hay muchos grados, es que hablar así es muy general y puedes hacerlo mínimamente y que apenas se note, o puedes hacerlo más descaradamente y hacer un pastiche puro, o sea, hay una gradación dependiendo del momento o dependiendo de muchas cosas, ¿no? Ehh, claro, lógicamente… lo que sí es verdad es que estamos reutilizando materiales para mezclarlos, para dar un nuevo sentido a esos materiales y a los tuyos propios.
ES: El Quijote, literatura de segundo grado.
AFM: Hmm, claro, pero Borges me resultaba más emocionante y más cercano que El Quijote, eso por una cuestión práctica, es un libro más pequeño, ¿pero qué pasa? Que en ese libro de Borges también está El Quijote, ¿no? Entonces al final cuando tú estás reelaborando El Hacedor de Borges u otro libro estás también reelaborando asuntos de El Quijote.
ES: Un procedimiento tradicional como el intertexto aplicado a tu búsqueda personal.
AFM: En parte sí, pero no solo hago y no solo he hecho remakes, no solo hago reescrituras, en las Nocilla, como verás, no todo es así. Hay partes que cojo de otros autores, pero otras partes son muy muy personales, ¿no?, que podrían caer y que caen dentro de la narrativa tradicional. Al leer las Nocilla te das cuenta que perfectamente ahí hay una combinación de elementos apropiados y sampleados y hay otras partes en que hay elementos totalmente tradicionales y clásicos, mecanismos clásicos de la literatura también.
ES: ¿Qué es Nocilla? ¿Qué significa Nocilla? ¿Es tuya?
AFM: No, qué va. Originalmente es una crema de cacao que se unta en el pan, como otra que se llama Nutella, a lo mejor aquí la venden, pero yo el título lo puse por una canción de un grupo que se llama Siniestro total, un grupo español que en su primer disco, que era una especie de “post-punk” lo que hacían, tenían una canción que se llamaba “Nocilla, qué merendilla”, y era una canción absurda que se supone que trabajaba un poco el dadaísmo y solamente decía: “Nocilla, qué merendilla”, mamá más, nocilla que merendilla, mama más” y me interesó mucho ese juego absurdo, ese juego y viene de ahí ¿no?
ES: Crisis de las vanguardias.
AFM: Bueno, en cierto modo sí, yo comparto eso, pero porque las vanguardias, ¡hombre!, hoy en día lo que hacemos es utilizarlo todo, utilizamos mano de las vanguardias cuando nos conviene, echamos mano del romanticismo cuando me conviene, todo eso lo mezclamos y entonces eso es lo que conforma al final una postmodernidad ¿no? Lo que para mí diferencia a las vanguardias de lo de hoy, es que las vanguardias tenían un horizonte utópico, era una lectura del mundo utópica, pretendían un cambio del mundo y tal, y hoy día pues esto ya no.
ES: ¿Desde dónde escribís vos?
AFM: Bueno no lo sé, esa pregunta no sé responder, ni siquiera, nunca me la he cuestio… nunca lo he pensado, ¿no? Nunca me la he hecho a mí mismo. ¿Desde dónde escribo? ¡Ni idea! No lo sé.
ES: ¿Es legítimo hacer lectura e interpretación fragmentaria? Zapping.
AFM: Sí e incluso a veces es más interesante. Si no estás empapado por todo el peso teórico, todo el peso tradicional de la tradición de ese párrafo, a veces eres más, tienes cierta inventiva y cierto talento claro, ese párrafo te puede sugerir cosas que antes a nadie le habían sugerido porque estamos sujetos a las cadenas del contexto de ese párrafo, entonces a veces hay cosas que las lees sin haber leído lo que rodea a eso, y ves otra visión y es lo que utilizas.
ES: Bolaño, está muy de moda aquí.
AFM: Bien, bien; Bolaño es un escritor que me interesa. Bueeeeno, para mí es una síntesis interesante de lo que es, lo que ha sido la literatura hispanoamericana y es una evolución de esa literatura, eh de los últimos, eh, ochenta años, es como una persona que recoge muchos testigos y lleva eso hasta un punto que creo que está muy bien hecho.
ES: Polifonía que en tu caso no necesariamente es un personaje, puede ser una pieza, una música.
AFM: Puede ser una pieza o una música.
ES: Juan Manuel de Prada y el ABC, ¿son de tu estilo?
AFM: Bueno, nada, son literaturas muy diferentes pero tampoco hay ningún conflicto; por decirlo así, son cosas tan diferentes que no creo que pueda haber conflicto; él va por un lado, yo voy por otro… con esto yo siempre lo digo, y me gustaría dejarlo claro, que yo soy muy respetuoso con todas las narrativas que hay y a mí me encanta que haya libros totalmente diferentes a los míos y que haya otras narrativas, yo soy de los que cuando entra en una librería y veo mi libro al lado de uno de Juan Manuel de Prada o al lado de uno de Pérez Reverte que no tiene nada que ver con mi literatura, me alegro, pero me alegro porque me parece que es un signo de buena salud de la literatura, muchas tendencias, muchas corrientes que conviven tranquilamente.
FIN
Enero 18, 2014. Athens, Ohio
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