Que no estamos tan fregados (dicen)


Y ahora resulta que Guatemala es una potente potencia regional en potencia. Eso ya lo sabemos. Más que una predicción o apreciación, parece una maldición porque siempre nos quedamos en el arranque de macho viejo hacia una mejor calidad de vida. A menos de trescientos días de cumplir dos siglos hurgando los pestilentes charcos de la vida republicana, lo único que hemos logrado es exterminarnos unos a otros cual seductoras hembras de mantis religiosa luego de copular.

Ahora resulta que nuestra reactivación económica va viento en popa. Así dice el Banguat y la Junta Monetaria. Que vamos mejor de lo que se esperaba, que la realidad no ha superado los peores pronósticos, que las apuestas eran de una caída económica de 3 a 4 por ciento y apenas llegaremos al 1-1.5 por ciento. Ufff, ¡menos mal! Ya nos habíamos asustado.

Los indicadores se los pasa por la chilaca la doña de a pie que ya agotó su creatividad para conseguir cómo comprar un puñado de frijol todo gorgojeado. No es para inspirar lástima, pero si nuestra desgracia actual apenas refleja el 25% de lo esperado, no quiero ni imaginar lo que veremos si los pronósticos del FMI y de la Cepal se cumplen. Vamos a implosionar y evaporarnos.

Que somos resilientes, eso es cierto y es digno de celebrar, pero somos tan resilientes que hasta pecamos de amnésicos, ingenuos o locos abyectos que se ríen de todo, así sea el peor desfalco nacional o la cooptación del Estado. Ante nuestros ojos revientan la piñata y nos conformamos con los dulcitos que nos tiran, tipo bolsa solidaria y bono familia, porque somos el chumul de hasta atrás que ni siquiera logra llegar donde cae lo mero bueno.

Pareciera que las pandemias, los desastres naturales, las crisis ecológicas, la caída del dólar, la sobrevaloración del petróleo o las estafas con bitcoins solo son retahílas de excusas para nuestro «Ahí la vamos pasando».

Me niego a creer que los guatemaltecos somos conformistas y acomodados porque conozco a muchos bien chispudos que terminaron pasándose al lado oscuro cuando la resiliencia y las sonrisas optimistas ya no les alcanzaron para pagar las cuentas.

El desarrollo cada vez nos va quedando más grande y cada vez se ve más lejano, por mucho que los iluminados tecnócratas, oenegeros, cabildeadores, expertos manipuladores nacionales e internacionales digan que la cosa hasta el momento no está tan color COVID-19.

Mientras tanto, seguimos apechugando, contentos de estar vivos, lavando nuestra mascarilla quirúrgica que ya está transparente y esperando las luces Campero a través de Zoom. Sí, así seguiremos el 90 por ciento marginal del 70 por ciento de desempleados y subempleados, clasemedieros, emprendedores de barrio que en 2021 tendremos que recibir con una resiliente sonrisa la nueva carga tributaria urgentísima para pagar los préstamos que nos otorgaron los benefactores externos que ahora dicen que no estamos tan fregados.

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