¿Podemos refugiarnos en la literatura?


María Alejandra Guzmán_ Perfil Casi literal¿Qué nos acerca a una obra literaria y por qué motivo? ¿Cuáles son nuestras expectativas al leer? ¿Podría convertirse la literatura en nuestro refugio cuando nos sentimos solos? Cualquiera de las respuestas a estas interrogantes es variable en cada persona, sin embargo, todo aquel que en algún momento de su vida encuentra un goce estético en la literatura reflexiona en torno a ellas, lo cual no solamente es válido sino también necesario.

Partiendo de reflexiones personales, la literatura muchas veces se convierte en ese medio que nos acerca a un conocimiento sobre nosotros mismos que no obtendríamos de otra manera. Gracias a ella podemos navegar en los océanos de nuestros idilios, temores, recuerdos, omisiones y remordimientos sin límite alguno.

Aunque quizá hay quien afirma que la literatura nos desconecta del entorno que nos rodea, creo firmemente que las lecturas más placenteras son aquellas que nos acercan a la realidad, esas que desnudan ante nuestros ojos todas aquellas situaciones que la sociedad suele disfrazar como tabúes. Una obra literaria puede visibilizar aquello que nuestros sentidos no perciben fácilmente.

La literatura no solamente desviste la realidad sino también la complementa de una forma extraordinaria. Hay quien pudiese afirmar que la ficción nos abstrae, pero difiero con eso dado que cualquier universo ficticio que emerge de las letras es en sí mismo una vía que nos permite conocer todos aquellos aspectos del ser humano que quizás estén escondidos en el lugar más recóndito de nuestra psique.

Gustave Flaubert, por ejemplo, nos mostró el rostro vivo de la insatisfacción conyugal y la infidelidad a través de Madame Bovary, Emily Brönte, por su parte, nos dirige hacia las Cumbres Borrascosas para poder observar desde un ángulo perfecto cómo en lo cotidiano puede visualizarse una batalla campal entre clases sociales antagónicas. Asimismo,  Ernesto Sabato nos ha conducido por El túnel creado por las pasiones incomprendidas de un artista que odia asistir a las galerías de arte y que se obsesiona con la única mujer que comprende su obra. La literatura también le ha permitido a Henrik Ibsen, en Casa de muñecas, mostrarnos la otra cara de aquellos hogares que aparentan ser perfectos. Y así podríamos continuar citando varios ejemplos más, pero me temo que una sola columna no sería suficiente para eso ya que la literatura es y seguirá siendo ese eslabón perdido para quienes anhelan ver la realidad con otros ojos.

Quizá muchos hemos encontrado en la literatura el resguardo perfecto cuando todo nos abruma. Sin embargo, si somos lo suficientemente honestos, no nos quedará otro remedio que admitir que hemos encontrado en ella algo más que un simple lugar donde refugiarnos.

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