a) Conceptos teóricos:
Según sus orígenes etimológicos, la palabra “civilización” significa lo mismo que “ciudadanía”. Esto es perteneciente a una sociedad que delimita su entorno geográfico de una forma particular y designa a cada individuo que lo conforma un rol específico para garantizar así la sobrevivencia del colectivo.
Pensadores griegos de la Antigüedad como Platón y Aristóteles, al plantear su idea del estado, prescriben la conformación ideal que debe tener las medidas del espacio público, las clases sociales entre los ciudadanos, los derechos y, consecuentemente, la educación, que debe proporcionarse a quienes lo conformen.
Y es que para el pensamiento griego, el estado y la ciudad son una misma cosa, considerándose como orden absoluto lo que desde allí se plantee. Su relación con el exterior es el comercio y la competencia militar y con otras ciudades-estado, con quienes compartiera una misma lengua, hábitos y tradiciones. De éste modo, para garantizar la continuidad de su civilización, Grecia se plantea como una necesidad la supresión o asimilación de los “países bárbaros” así como demostrar su dominio de la naturaleza por medio de la técnica. Sólo quien participe de la milicia, el comercio, la técnica o la enseñanza de los principios de sus mejores hombres, tiene derecho a llamarse ciudadano. El resto, son extranjeros, prisioneros o esclavos.
Sin embargo, la convivencia entre diversas ciudades-estado entre los griegos fue pronto superada conforme la guerra y el comercio los llevaron al imperio, lo que dio lugar a otra idea de ciudadanía que ya no consiste en un estado homogéneo de prácticas y valores, sino en un ejercicio de la “prudencia” por parte de los ciudadanos, y una correcta administración de la justicia bajo responsabilidad del estadista.
El desarrollo de una civilización y su consecuente modificación del entorno están ligados por la cosmovisión que nazca del colectivo. Si para los griegos de la antigüedad un ciudadano era otro semejante, todo aquél con quien se compartía un mismo espacio y cultura, para los romanos, en cambio, es simplemente otro habitante sujeto a la misma ley. La historia nos ayuda a comprender esta diferencia como un cambio que ocurre según las formas de supervivencia de cada cultura: los llamados “pueblos bárbaros” no llegaron a conformar ciudades debido a que originalmente obtenían sus recursos a partir del pastoreo y la recolección, siendo la guerra su principal forma de interrelación con otras culturas; mientras que el mito del nacimiento de Roma como una sociedad agraria a partir de la delimitación de un territorio para el cultivo nos habla ya de una distribución de labores entre múltiples individuos asentados sobre un mismo territorio. El nacimiento del «imperialismo» como se conoce a este fenómeno es una mezcla de ambas visiones del mundo: la beligerancia hacia el exterior gracias a un “ejército bárbaro”, formado en los preceptos morales de la clase dominante y el orden interno garantizado por una estricta aplicación de la ley.
Sin embargo, el desarrollo del comercio fue borrando las diferencias entre distintas civilizaciones, y una vez los adelantos científicos y técnicos demostraron un mayor control sobre la naturaleza y la sociedad, la guerra dejó de verse como el principal motor de la historia y los pensadores de la ilustración identificaron la idea de ciudadanía con la de «humanidad». Por supuesto, si el «universo» al que se referían estaba formado solamente por los pueblos asimilados a la estructura política romana, Asia, América, África subsahariana y hasta el cercano oriente quedan excluídos.
b) Cultura y ciudad. Modelos de arquitectura basados en la economía
Siendo que el ser humano se encuentra virtualmente desconectado de su entorno natural, y contando nada más con una capacidad de memoria mayor a la de muchos animales, esta situación que lo coloca inicialmente en desventaja le permite generar más tarde un código (lenguaje), capaz de contener con todo lo que logra “aprhender “ de su entorno. Esto posibilita que en conjunto la humanidad acumule conocimiento. Desde este conocimiento es de donde el ser humano parte para modificar su entorno. Y dado que no nace con las conexiones neurofisiológicas que tienen los otros animales, se transforma a sí mismo al modificar su entorno de forma continua.
Básicamente podríamos decir que toda construcción humana está hecha para protegerse de la naturaleza, delimitándola, nombrándola, transformándola. El único acceso a la naturaleza que el ser humano tiene después de transformarla es su propio cuerpo, y es de éste punto de donde parten todas las ideologías que pretenden definir una “idealidad de ser humano”, lo que conocemos tanto como “religión”, “filosofía”, “política” o “pedagogía”.
En principio las primeras edificaciones humanas tuvieron como objetivo procurar la transmisión de los conocimientos que han hecho posible transformar la naturaleza. Templos, teatros o campos de juego son anteriores a la casa de habitación, pues funcionan como referentes para toda una comunidad organizada que ve en ellos el reflejo de su cosmovisión. A las primeras “ciudades”, diseñadas a partir de concepciones religiosas y astrológicas les sucede la ciudad imperial, donde el comercio ha reemplazado a la técnica como organizadora del espacio público y posibilita la existencia de una clase dominante que desligada ya de los roles en torno a un tipo particular de trabajo, recrea para sí misma un sitio de esparcimiento. Los jardines, plazas, balnearios y cotos de caza nos hablan ya de una sociedad jerarquizada con milicia, religión y comercio al servicio de una administración pública con tiempo de ocio, pero sin espacio para el mismo.
Las ciudades barrocas, que desplazaron a la ciudad amurallada de la Edad Media, tienen su propia historia; Jean Paul Sartre en su Crítica de la razón dialéctica nos habla un poco sobre la distribución de espacios en una ciudad y su relación con la forma en que ésta se ha desarrollado. Nos pone como ejemplos ciudades de Europa y Estados Unidos, apuntando que ciudades como Roma y París se desarrollaron a partir del campo, y en consecuencia, su orden es más aleatorio: los campesinos, comerciantes y trabajadores urbanos convivían en el mismo barrio. Situación que si bien podía acrecentar los contrastes: edificios viejos y sucios junto a palacios, y las tensiones: burgueses paseando y merendando frente a obreros y niños hambrientos; generaban formas de coexistencia casi al margen de la ley: prostitución, casas de juego y tolerancia, contrabando, etcétera, donde se mezclaban personas de diversas clases sociales.
Para la “moral romana”, ver de frente la miseria podía considerarse hasta «educativo». No había más que hacer sino buscar formas de regular las áreas grises y aumentar los puestos de control. No así para la doble moral nacida de la reforma calvinista. En este tipo de ciudades, el comercio se ubica al centro y los edificios gubernamentales en la periferia. En Estados Unidos, por ejemplo (y donde sea que la ciudad se ha desarrollado para asegurar una conquista) su organización es otra variante de la ciudad medieval, construida para guarnecer a sus habitantes y dominar el campo a su alrededor. Originalmente estaban fortificadas con áreas asignadas para los colonos y para aborígenes, un área de comercio y otra de habitación bien delimitadas. En este tipo de ciudades, el comercio se ubica en la periferia y los edificios de gobierno al centro, todo rastro de explotación, comercio ilícito y pobreza debe ocultarse, y pasa a ser inmundo e inhumano.
Sin embargo, el ideal burgués de un espacio habitable pronto fue reemplazado conforme los medios de producción se alejaron de la coexistencia con la naturaleza. Lewis Mumford en su libro Historia de la Ciudad hace una revisión histórica de la forma en que la sustitución de los gremios artesanales por la fábrica y la de las prácticas agrícolas por las prácticas mineras generó en los últimos dos siglos cientos de ciudades insalubres, construidas para albergar máquinas antes que personas, donde cada familia tenía derecho a una sola habitación, el ferrocarril era más importante que el agua potable y los gremios de obreros actuaban incentivados por el utilitarismo y la realización de la empresa individual.
c) ¿Habitante o ciudadano?
Al menos en los países más desarrollados, la ciudad industrial es ahora mucho menos insalubre que a principios del siglo XX. Hoy en día existen reglamentos destinados a mejorar esas condiciones que dañaban la salud y la convivencia de los trabajadores (al menos, en el centro). No existe ya la acumulación de suciedad y tóxicos que hace poco más de un siglo hizo perecer a cientos de obreros, pero existe un estricto control del espacio privado. El espacio ahora se diseña para garantizar el consumo y la producción.
Los sitios de esparcimiento se ven suplantados por centros comerciales, las tabernas por parqueos, las canchas por gimnasios. Todo como un esfuerzo por aislar a un individuo de otro, para continuar con la atomización de los esfuerzos individuales dentro de una sociedad que se regula ahora por medios electrónicos.
Algunas empresas pagan ahora seguro por la salud de sus empleados, pero los someten a pruebas de polígrafo periódicamente. La “panopsis universal” de que hablaba Foucault es ahora un hecho, sin que haya un centro de poder tras este tipo de control. Los derechos de propiedad intelectual pueden muy bien sustituir algunas de las garantías civiles, pero el ciudadano, propietario y soberano de su propia empresa goza cada vez de menos libertad.
Quizá la más acerba crítica a este modo de diseñar el espacio habitacional sea el que hace Guy Debord en su libro La sociedad del espectáculo cuando nos dice que “el esfuerzo de todos los poderes establecidos después de las experiencias de la Revolución francesa para acrecentar los medios de mantener el orden en la calle culminará finalmente en la supresión de la calle. […] La ciudad no ha podido ser hasta ahora más que el terreno de lucha por la libertad histórica, y no su posesión. La ciudad es el medio ambiente de la historia porque es a la vez concentración del poder social que hace posible la empresa histórica y la conciencia del pasado. La tendencia actual a la liquidación de la ciudad no hace en consecuencia más que expresar de otra manera el retraso de una subordinación de la economía a la conciencia histórica”.
Cabe entonces preguntarnos: ¿no es cinismo y violencia psicológica uniformar a los guardias de una ciudad tercermundista como si fueran colonizadores del siglo XIX? ¿Cómo superar la visión comercial de todas las relaciones humanas impuesta por el capitalismo en perjuicio de otras culturas ajenas a su desarrollo? ¿De qué manera debe plantearse entonces el orden para una mejor convivencia entre seres humanos, si el mismo capitalismo ha hecho uso de la guerra?
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me llego tu arrticulo, lo poderoso de las palabras y su consturcto torico social…. da miedo jejejejeje
Subjetivismo, … comienzas bien, pero caes en un pragmatismo Kanteano, y olvidas que las leyes actuales estan basadas precisamente en las premisas Kanteanas, muchas que el mismo Marx odio, pero, al final el mismo Marx termino en lo mismo (matando la razon y reviviendo al mito)… Que te puedo decir sobre doble moral y la historia…y el capitalismo… no hay balseros tratando de entrar a Cuba…