En los últimos meses he visto una curiosa presencia en artes digitales y contenido para redes sociales, un ícono de la incomprendida sensibilidad y feminidad millennial. Frida Kahlo, en pleno siglo XXI, ha ganado una popularidad que ni siquiera su encarnación hollywoodense logró suscitar. La he visto en disfraces, bisutería, adornos, pasteles, pasarelas de Gucci y cualquier cantidad de memes con la famosísima frase sobre los pies y las alas. He visto cientos de ilustraciones que representan a la artista como una Barbie violentamente opuesta a la depilación. Con sus peinados floridos, sus estampados rosa y el dramatismo, Frida Kahlo se convirtió en el ícono de estilo de 2017.
Cuando le pregunté a mis conocidas por qué de repente les encanta Frida Kahlo, me sometieron a extensos sermones sobre la ruptura de estándares de belleza, el feminismo, el simbolismo, la expresión y la tragedia de su vida que el arte, supuestamente, le ayudó a superar. Y es curioso porque cualquier biografía de la artista desmiente esa imagen sensual y empoderada que pretenden inculcarme. Como me encanta sobre-analizar las cosas, creo que encontré al menos un par de razones por las que Frida, con un branding más coqueto y menos sangriento, es la nueva heroína de Instagram.
Al igual que la mayoría de mis amigas, me enteré de la existencia de Frida Kahlo cuando se estrenó la biopic con Salma Hayek en 2002. Como tenía 11 años, mis padres obviamente no me dejaron ver la película, así que sacié mi curiosidad con una enciclopedia en el colegio. La biografía me perturbó y las pinturas me asustaban: me evocaban los finales grotescos de los cuentos de hadas que editaron los estudios de Disney. Jamás usaría el adjetivo «hermoso» para describir obras como La columna rota, Mi Nana y yo o El venado herido. El arte de Frida Kahlo está basado en emoción antes que estética. Sus cuadros no son innovadores en materia de técnica o discurso, pero es la imagen de la mismísima Frida la que los distingue y hace imposibles de replicar. Un cuadro de Frida se lee más bien como un monólogo, apartado emocional y simbólicamente de su espectador.
Ahora bien, la obra de Kahlo representa sus experiencias de la feminidad: maternidad, erotismo y abuso con un enfoque decididamente trágico. Entiendo por qué muchas personas dirían que se trata de un discurso feminista, sin embargo, esas pinturas no se concibieron como proselitismo para la equidad de género. Demasiadas personas quieren verlas como una liberación, pero las pinturas de esta pintora mexicana se parecen más a un diario íntimo; revelan el dolor de una mujer que perdió la capacidad para caminar, la esperanza de convertirse en madre y la voluntad para salvarse de una relación claramente misógina. Me perturba que tantas mujeres se pinten la uniceja y se peinen con la corona de flores sin percatarse de que Frida Kahlo jamás escapó ni superó sus propias debilidades. Kahlo, más bien, dedicó toda su obra a la aprobación y celebración de Diego Rivera. Ninguna cantidad de flores y estampados podría disimular su victimismo, y me entristece que tantas mujeres sigan glorificando la heroína sufrida, que sigan identificándose con una narrativa tan patética.
Aquí es donde diré que Frida Kahlo fue la pionera en el arte de sacarse un selfie. Las redes sociales son una especie de arte: una representación un poco más cercana a quienes queremos ser, y no necesariamente fiel a nuestras mundanas y más bien aburridas vidas. Sería glorioso filtrar o editar nuestras vidas de la misma manera que controlamos una narrativa virtual. Incluso la miseria tiene un brillo placentero cuando la empleamos para protagonizar un subtuit, cuando uno y otro seguidor reaccionan con nuestra emoción, cuando a alguien «le gusta esto». La gente no recuerda el sufrimiento de Frida, pero sí la imagen de la artista en sus lienzos. La gente no leyó «todo» Rayuela, de Cortázar, pero vaya si no me han repetido y citado el capítulo del beso hasta el cansancio (y juro que le rompo el alma a la siguiente chica que me diga que se identifica con La Maga).
Nos encanta representarnos más felices, más cultas y más atractivas. Ese es el preciso encanto de Frida ahora: un emblema de coquetería, feminismo y alta cultura que escasamente enmascara lo vacías e incomprendidas que solemos ser (o creemos ser). Ahora bien, si realmente quieren hablar de feminismo, les sugiero que lean algo más informativo que una frase rodeada de florecitas en Instagram. Si quieren hablar de arte, busquen los cuadros de Kahlo y dense permiso para perturbarse. Creo que Frida habría apreciado que se celebrara su trabajo tan fervorosamente pero, quizá al igual que el Ché Guevara, seguramente querría ser algo más relevante que la ilustración en una playera.
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Totalmente de acuerdo. Desafortunadamente figuras como Frida caen en la más clara frivolidad y falta de pensamiento crítico disfrazado de profundidad.
Quien sería «su encarnación hollywoodense»? Salma Hayek?… Creo que tiene poco mérito artístico…
Me encantó y me considero admiradora de Frida, la artista. Admiro la capacidad que tuvo de plasmar en un lienzo su dolor, sus temores, sus miedos. Sin embargo no me molesta que aparezca por todos lados, algunos encontramos en Frida una mujer de la que también tenemos algo que aprender.
P.D. Me encanta leerte.