A veces pequeños actos de perversión teatral restauran mi fe en el poder de los artistas.
Con el mal llamado «distanciamiento social», muchas salas de teatro intentaron seguir abiertas, prometiendo medidas extremas de limpieza. Pero los gobiernos decretaron que la cercanía social de la que viven las artes escénicas era mortal. Muy pronto surgieron por YouTube decenas de obras grabadas en un escenario tradicional, dándonos la oportunidad de presenciar, por una parte, las transgresoras interpretaciones de Jane Eyre y Frankenstein del National Theatre de Inglaterra; y por otra, obras cortas en los lives de Instagram que abordan temas ligeros que parecen agradar mucho en estos tiempos tan pesados.
Sin restar el inmenso valor de estos eventos, ninguno de ellos se puede comparar con la revolucionaria propuesta de teatro en tiempos de COVID-19 de Proyecto Actinio, De desahogo emocional, bajo la dirección de Carlos Algecira. Actinio siempre ha tenido un sabor internacional con miembros basados mayormente en Panamá, pero originalmente de Colombia, Argentina y España. Por mucho tiempo se destacaron por sus propuestas de teatro clásico o naturalista y por sus talleres de entrenamiento. Todo muy recto, todo muy serio. Pero la pandemia activó sus redes internacionales y validó sus mentes disruptivas y ahora han creado una plataforma artística virtual donde no nos muestran teatro, sino happenings virtuales.
Uno de ellos es «De desahogo emocional», aun en cartelera para cualquier persona con una computadora, internet y Zoom. El muy frío Waiting room del Zoom se utiliza como… bueno, eso: una sala de espera donde una asistente de un consultorio (interpretada muy acertadamente por Alexa Chacón desde Panamá) está indiscretamente hablando por teléfono con su tía chismosa sobre los efectos en su presupuesto familiar del COVID-19.
Luego de darnos con muchos colores y sabores las instrucciones de lo que vamos a experimentar, la asistente nos traslada a la sala donde nos atenderán un par de psicólogos crispados (Marisol Correa, desde Colombia, y Hugo Víctor Rodríguez, en Panamá; a quienes la cámara de Zoom parece simplemente adorar).
Lo que pasa después no es posible describirlo, hay que vivirlo. La muy agresiva opción de Zoom de poder prender y apagar el video se utiliza para mostrar cambios de ritmo y hasta de tono durante el performance. La posibilidad de «chatear» y dejar el micrófono abierto permite que el público pueda gritar sus frustraciones a la computadora, como ya lo hemos venido haciendo por meses; pero ahora con la confianza de que otras 50 personas se unirán en nuestro desahogo pandémico. El texto veloz del happening fue hilado en contenido y estructura para este mundo de pandemia, logrando producir risotadas en las más breves pausas y espacios virtuales.
A veces el mundo teatral local parece estar estancado adorando la ligereza. Mantenemos prisionera nuestra creatividad, culpando al público por no comprender ni valorar nuestros procesos creativos. Proyecto Actinio, con De desahogo emocional, nos muestra que al público no se le acusa. Hay que entablar una conversación con ellos donde sea que estén física, emocional y culturalmente.
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