Cuestión de perspectiva


Ingrid Ortez_ Casi literalMeses atrás, al declararse ganador la alianza del partido Libre y el partido Salvador, con su candidata Xiomara Castro, hablé sobre la esperanza que llegaba a Honduras con la elección de una mujer a la presidencia. Quizá sea nuestra única ganancia: la imagen de una mujer. También mencioné que sería un camino difícil para el nuevo gobierno y que no precisamente traería grandes cambios. Para muestra solo falta ver las noticias, redes sociales, entrevistas y declaraciones del partido gobernante como de la oposición.

Es un circo y se la juegan a lo más ridículo posible. No existe profesionalismo ni estrategia. Lamentablemente no somos país de estadistas, estrategas e intelectuales. Siglos atrás solo uno salvaría esa cuenta: el bien llamado sabio José Cecilio del Valle. Pero acá ya no hay más sabios.

A pesar de las buenas intenciones de la presidenta, Honduras nunca aprendió a trabajar en equipo. Es más fácil unirse y seguir a los malos, mediocres y embusteros. Librarse del lastre que es Manuel Zelaya, esposo de la actual mandataria, es una tarea imposible; especialmente si es él quien está tomando las decisiones y no ella y su equipo de trabajo (algo que ya sabíamos que sucedería). A esto se le suman los seguidores de Zelaya, que todavía están cegados por un ilusionismo recalcitrante.

Con este panorama será cuesta arriba ver resultados, sin olvidar todo lo que se juega alrededor de las fronteras de nuestros países centroamericanos: intereses de grandes potencias sobre nuestros territorios: desde la ubicación geográfica estratégica hasta la política, la economía y las decisiones que deberían solo competirnos a los ciudadanos.

Parece que todo a nuestro alrededor fuera un enorme espejismo que vendría siendo casi una mentira; como otro artículo donde también hablé sobre esos los polémicos conceptos de verdad y mentira. Esto me lleva a recordar la película Our brand is crisis (2015), comedia dirigida por David Gordon Green, con guion de Peter Straughan, que pretendió ser un remake del documental de 2005 del mismo nombre, pero que resultó, según críticos de cine, una ficción: un retrato irónico y crítico del trasfondo sucio y de los abusos en las campañas políticas y la pobre democracia.

Todos sabemos —y el que no quiera aceptarlo tiene un problema de perspectiva— que la política no es más que el resultado de especialistas bien pagados en marketing para hacerle creer a la sociedad quién puede salvarles; algo absurdo, claro, pues los superhéroes solo Estados Unidos y su Hollywood comercial tienen la habilidad de crearlos.

En nuestros países no existe el héroe que mata al malo, rescata a la damisela (en este caso al pueblo) y vence al mundo. Acá no importan las promesas o programas electorales. Al final solo son títeres al servicio de una meta: ganar a toda costa, llegar al poder y hacer de las suyas, menos servir al pueblo. Todas las revoluciones han tenido sus pros y contras; y en el caso del marketing político todos hemos pagado para ser engañados.

En una de mis clases, por ejemplo, debo enseñar cómo el marketing hace uso de la arquitectura y del diseño para atraernos: tiendas con sus escaparates y publicidad diseñada para atraer y crear el espejismo de lo que podemos ser, necesitar y sentir al comprar algo. No hay nada peor que vivir bajo el engaño y ese engaño se vende con publicidad.

En Our brand is crisis, Sandra Bullock, que interpreta a la experta en crisis asesorando a políticos, dice en la última escena menciona: «Es publicidad. Convences a la gente de algo que no necesita, y luego se lo das, luego lucras con eso».

No es venderte una camisa que quizás no necesites, es venderte la idea de que un partido y su candidato son la salvación y solución al hambre y necesidad de todo un pueblo. Al igual que en la película, el candidato ganador se les da vuelta en las primeras horas y el pueblo se revela, pero es algo que vemos constantemente en nuestros países. Todos resultan siendo héroes falsos.

En Honduras había una meta clara y específica: lograr que el acusado por narcotráfico y expresidente saliera. Eso era importante para dar el primer paso de reconstrucción, pero solo era un pequeño escalón. El resto corresponde a metas que debían estar dentro de un proyecto de reconstrucción a mediano y largo plazo, pero lamentablemente seguimos jugando al mercader.

Está claro que no todo es un espejismo, pero existe una realidad, y es que cualquiera con el poder y el dinero se puede crear una campaña publicitaria que llegue a convencer. Un cuento viejo: así se inventaron dioses, líderes y monstruos. El marketing planta ideas, crea productos basados en imagen y es lo que hoy vende. Luego, con las redes sociales busca públicos específicos para que logren mover los hilos dirigidos por las grandes empresas, y así todos entramos al juego.

Ya Noam Chomsky nos lo había planteado con sus diez estrategias de manipulación. El marketing es tan efectivo que en un parpadeo y con una nueva imagen nos logra convencer y olvidamos la estrategia detrás de la ilusión. Así vivimos con esa falsa perspectiva de que un líder dará soluciones, cuando en realidad lo que hace es vendernos espejismos.

[Foto de portada: Warner Bros].

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