Somos esta Cachada


Ricardo Corea_ Perfil Casi literalEn El Salvador, una «cachada» es una oportunidad tan buena que no se puede dejar pasar, y es también el nombre del documental de la española Marlén Viñayo: Cachada. Pero para hablar del documental primero hay que hablar de La Cachada Teatro, esa compañía que ha significado un ave rarísima en el ecosistema artístico y cultural salvadoreño.

Dirigada por Egly Larreynaga, no nació como grupo, sino como taller, al interior de la oenegé CINDE, que tenía como propósito cuidar a los hijos de madres solteras mientras ellas trabajaban como vendedoras ambulantes. Muchas de ellas pasaron su vida vendiendo en los alrededores del Teatro Nacional pero jamás habían entrado. Ni a ese ni a ningún otro. De las 25 mujeres que comenzaron el taller, quedaron 5.

Esto ocurrió en 2011. Desde ahí hasta el documental Cachada ocurrieron milagros, si hay que ponernos cursis. El primero de ellos fue que estas cinco mujeres dejaran de considerarse a sí mismas únicamente como madres y proveedoras, y comenzaran a considerarse seres humanos en una dimensión integral, con golpes y frustraciones pero también con alegrías y capacidad para emocionarse y ser felices. Y para que, además, comenzaran a considerarse actrices.

Como resultado del taller, el grupo presentó la obra Algún día. Pero no es esta sino su segunda obra la que nos convoca hoy acá: Si vos no hubieras nacido. Al igual que Algún día, esta segunda obra se armó en los ensayos, girando constantemente sobre el tema de la maternidad. La maternidad desde esta perspectiva dista mucho de la idea romanticona y tierna de las películas. O quizás no dista: se intensifica, para bien y para mal. Cuando golpea escapa a matar y cuando acaricia es éxtasis. «La pobreza lo hace todo peor», dice Marlén Viñayo, la directora del documental. Eso incluye la maternidad.

Cachada es una intromisión consensuada a esos ensayos donde se fraguó la segunda obra. Una intromisión que nos permite apreciar lo duro y lo terapéutico, pero también lo divertido y extrañamente bello del teatro.

Magdalena, Ruth, Magali, Wendy y Evelyn ponen a disposición de la obra sus propias vivencias. Lo mismo toman prestados recuerdos de alguna interacción divertida que tuvieron con sus hijos una semana atrás que algún golpe profundo que les propinaron sus padres, en sentido figurado y literal. De lo cómico a lo doloroso, sin estereotipar, revictimizar ni caricaturizar.

Viñayo intercala los ensayos con las historias personales de las integrantes para regalarnos con Cachada una clase magistral de salvadoreñidad: somos nuestra comida típica, nuestros desgastados símbolos patrios, nuestros lugares más bonitos, pero también estas maternidades, estas historias y estas ganas de narrárnoslas. Somos las cachadas que aprovechamos y las que dejamos pasar.

[Foto de portada: La Cachada Teatro]

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