Nadie quiere ser de la mayoría


Darío Jovel_ Perfil Casi literalLas personas siempre tendemos a organizarnos en dos grupos con tesis opuestas. Siempre escucharán que la realidad es mucho más compleja que un simplista blanco y negro, pero si las cosas se ven de esa forma es mucho más fácil entenderlas. ¿Usted está a favor del aborto? Hay muchas formas de argumentar una respuesta para esa pregunta, pero a fin de cuentas todas se resumen en «sí» o «no». Somos seres complejos, pero nos fascinan las respuestas simples.

En prácticamente cualquier tema polémico se podrán tomar una de dos posturas muy marcadas: blanco o negro; aunque las opiniones realmente oscilan entre un mar hermoso de grises. No importa mucho cuál bando escoja, casi siempre se dará cuenta de que usted está del lado de la fuerte y luchadora minoría que va en contra de la horrible, funesta, aberrante y asquerosa sociedad, supuestamente representada por la mayoría. Pero usted sabe perfectamente que, si A y B dicen ser la minoría, uno de los dos (o ambos, ¿por qué no?) está mintiendo.

A manera de ejemplo, hace nada fue el mes del orgullo LGTBIQ y en ese marco se llevaron a cabo «debates» que siempre cerraban diciendo: «Ahora dilo sin llorar» o «Avísame cuando te pida tu opinión, crack», y cómo dejar de lado el irrefutable «We, son idiotas no entienden mi sarcasmo».

Como pueden ver, todos son grandes argumentos que hubieran dejado callado a Sócrates. En fin, como en Facebook todos somos economistas, abogados, sociólogos, psicólogos, médicos y expertos en todo, todo el mundo empezó a compartir sus opiniones sobre el tema, pero había algo en común: los defensores de «los viejos valores y la familia» argumentaban que estaban dispuestos a defender sus ideas sin importar lo que la sociedad quiera normalizar. Por el otro lado, los revolucionarios con el llamado de salvar el mundo y rescatar gatitos también decían que iban a defender lo que creen aun cuando la sociedad no los acepte. Pero ¿y la sociedad realmente qué quiere?

La idea romántica de luchar contra el sistema ha colado tan profundo que ahora «el sistema» siempre es lo opuesto a lo que nosotros creemos. Quizá nos da miedo darnos cuenta de que en realidad formamos parte de ese sistema más de lo que nos gustaría admitir. Quizá nos da pánico saber que esa sociedad tan criticada, atacada y con la que todo el mundo dice estar en desacuerdo nos representa más de lo que creemos. Quizá no terminamos de entender que somos nosotros los que la conformamos.

Haga el ejercicio. Busque cualquier tema medianamente polémico e identifique las dos posturas. Se dará cuenta de que a nadie le gusta pertenecer a la mayoría, cosa que no entiendo. Se nos dice y se nos vende el cuento de un pobre diablo que acaba teniendo la razón mientras todos los demás quedan como bobos, pero el hecho es que opinar o creer lo mismo que casi todo el mundo no es malo. Una idea no debe evaluarse en función de cuantos creen en ella, sino mediante un análisis objetivo.

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