En una historia los personajes nos llevan a través de la lectura, son ellos los que empacan para irse de viaje con nosotros. Sin embargo, el papel que juegan y las características que poseen se vuelven cada vez más interesantes en la medida en que el relato avanza. Hace poco tiempo conocí a algunos personajes que llamaron mi atención de una forma diferente: eran niñas prostitutas.
La forma en que estas niñas evolucionan con la historia desvía la atención hacia la necesidad del escritor. Evidentemente cada escritor aborda su historia desde enfoques diferentes. Violeta roba toda la atención. El lector se concentra en ella, dejando a Pig (personaje principal masculino) sin ninguna función dentro del relato, sino hasta llegar el final. Por el contrario, el Viejo nostálgico (narrador en primera persona) mantiene su protagonismo encontrando en la niña la licencia que necesita para escribir. Poesía a partir de una niña en plena metamorfosis.
Violeta (cuyo verdadero nombre es Rosa del Alba) es una niña-mujer que desde los 12 años ya sabía cómo utilizar a los hombres para conseguir lo que quisiera. Su Diablo Guardián es quien al final disfraza su destino para que ella pueda empezar de nuevo. Por el contrario, Delgadina, una niña de 14 años dormida por el efecto de las hierbas sobre una cama, está a la espera de un Viejo nostálgico que por antojo necesita de su virginidad y escribir sus Memorias de mis putas tristes.
Con el tiempo cada niña entiende su función y cumple con su papel de prostituta. Violeta es un manojo de emociones y sufre de todas las formas posibles: desde una familia que la trata como a una sirvienta hasta vivir con un proxeneta. Para ella tener mucho dinero es lo más importante. Delgadina nunca emite un solo sonido, nunca nos enteramos de sus sentimientos ni de nada acerca de ella: solo que hay una oferta por su virginidad que serviría para cubrir algunos gastos. Mientras las prostitutas son mujeres sin educación que necesitan dinero (por una u otra razón no deja de ser una verdad), los personajes principales masculinos, ambos escritores dentro del relato, tienen el tiempo para reflexionar sobre el amor más allá de lo superficial y, aparentemente, hasta de amar.
Cada historia pertenece a la misma época (Diablo Guardián 2003; Memoria de mis putas tristes 2004) por escritores pertenecientes a distintas generaciones. Mientras el Diablo Guardián disfruta de un lenguaje cínico, el Viejo nostálgico mantiene su lenguaje literario. No cabe duda que cada escritor deja su idiosincrasia en cada palabra, así la prostituta es la representación de la sociedad a la que pertenecieron en algún momento. Porque la sociedad tiene sus propios caprichos y juega solo con lo que quiere.
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