Ley 5272, o la violencia hacia lo feminizado y lo diferente


Noe Vásquez Reyna_ perfil Casi literal«Le gustaba que llevaran una vida privada y pasiva, que no tuvieran ningún sentimiento fuera de ella, y dejaran la vida pública al sexo de piel más dura. Ransom se complacía con la visión de ese remedio; debemos repetir que era muy provinciano».

Las bostonianas, Henry James

La semana pasada un excolega comentaba una de mis publicaciones en Twitter sobre el Día de la Visibilidad Lésbica, que se conmemora cada 26 de abril. Mi publicación decía: «Ser visibles es necesario para dejar de ser vulnerables #VisibilidadLésbica». Intercambiamos algunas ideas sobre la libertad individual de decidir hacer pública o no cierta información personal, y sobrt5e lo que conlleva el silencio que invisibiliza, vulnera y anula una existencia por no ser considerada como «normal». Mi publicación en Twitter era en referencia al asesinato, el 22 de abril, de dos jóvenes lesbianas de 18 y 24 años, con señales de tortura y violencia en sus cuerpos, marcados con mensajes que aludían a su orientación sexual.

Un mes antes, el 24 de marzo, un joven de 18 años desapareció en Huehuetenango; al día siguiente su cadáver fue encontrado, había sido torturado. Con una navaja escribieron sobre su piel «hueco» y «morro».

En el libro La nueva homosexualidad, Marina Castañeda expone que la homofobia descansa en gran medida sobre una visión polarizada de los géneros: «el hombre no debe ser “mujeril”, la mujer no debe tener conductas “hombrunas”. En las sociedades machistas prevalecen definiciones sumamente rígidas al respecto, y se rechaza a los homosexuales porque se piensa que cruzan la línea divisoria “natural” entre los sexos. Además traicionan el estatus supuestamente superior del hombre: el homosexual, considerado un hombre afeminado, es despreciado porque se “rebaja” a la condición femenina. Por su parte, la lesbiana peca de orgullo al pretender usurpar una masculinidad que no le corresponde. En este sentido, la homofobia siempre tiene un fondo oculto de misoginia».

En cuanto a las mujeres trans, el informe Esperando la muerte (2016-2017) Guatemala, del Centro de Documentación y Situación Trans de América Latina y El Caribe (CEDOSTALC), la Red Latinoamericana del Caribe de Personas Trans (REDLACTRANS) y la Organización Trans Reinas de la Noche (OTRANS-RN), indica: «Las personas trans renuncian a su condición masculina al expresar y vivir su identidad de género, esto las expone a este sistema de violencia contra todo lo femenino».

De los 90 casos de agresión contra mujeres trans registrados en el informe, el 15% corresponde a asesinatos y homicidios, y el 16% a golpizas y agresiones físicas —incluido el abuso sexual— que no condujeron a la muerte de las agredidas. La mayor parte de los casos registrados son por intimidaciones y amenazas.

Según Castañeda, durante mucho tiempo se pensó, gracias al psicoanálisis y a cierto activismo gay, que la homofobia sirve, en el fondo, para encubrir la propia homosexualidad, y que existe una correlación entre homofobia y homosexualidad latente. «No cabe duda de que esto tiene algo de cierto en algunos casos, mas no en todos. Es a fin de cuentas una explicación demasiado simplista. Lo que está en juego no es sólo la sexualidad, sino todas las reglas del juego social, desde el amor, el sexo, la amistad hasta la naturaleza de la pareja y la familia. La homofobia nunca trata solo de la orientación sexual».

Castañeda afirma que es importante recordar que la homofobia —y la transfobia, agregaría yo— no es un fenómeno natural que exista en todas las sociedades ni en todas las épocas; tampoco tiene siempre el mismo significado: «Lejos de ser una reacción instintiva, la homofobia refleja las normas y creencias de cada sociedad».

«La homofobia intenta restablecer el orden. Sirve para proclamar la superioridad moral de la heterosexualidad al definirla como “normal” y condenar toda conducta, deseo o sentimiento alternativo. Pero también sirve para ratificar los roles de género tradicionales, sobre los cuales descansa el dominio “natural” del hombre sobre la mujer”», explica Castañeda.

En Guatemala existe una iniciativa de ley llamada «Ley para la protección de la vida y la familia (5272)», que intenta fijar en el imaginario y la legalidad una sola idea de sociedad respecto de cómo deben ser hombres y mujeres. Al referirse a ella, Gabriela Miranda García explica: «Una ley cuya argumentación se basa en señalar, estigmatizar y generar temor no tiene ningún fundamento y, sobre todo, es realmente un peligro. Esta es una iniciativa de ley que pretende mantener un control hegemónico sobre las prácticas sexuales y para ello se vale de señalar a las minorías sociales que apoyan el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos, y de las minorías sexuales que buscan mejores condiciones de vida, como peligrosas, amenazantes, extranjeras y desestabilizadoras».

Comparto la idea de Castañeda cuando dice que la comunidad de la diversidad sexual, no solo conformada por homosexuales y lesbianas, son el campo de batalla en el cual se enfrentan las diversas corrientes culturales de nuestra era: los roles de género, la libertad sexual, la naturaleza cambiante del matrimonio y la familia. «No por nada se han convertido en el chivo expiatorio favorito de los sectores más conservadores de la sociedad».

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