Hace algunos años, cuando veía cualquier noticia que fuese justificada por un estudio científico, tendía a creerme todo cuanto me decían y me creía que era así tal cual se leía. Solía suponer que al estar sustentada sobre un estudio científico tenía validez, pues al fin y al cabo era ciencia, lo cual significaba que ya había pasado por el infalible método científico y, siendo así, no había mucho que discutir y mucho menos desconfiar.
Titulares como «El azúcar, ni siempre engorda, ni siempre se convierte en grasa» versus «¿Quiere adelgazar? Dígale adiós por completo a las grasas» me dejaban sin saber hacia dónde debía inclinar la balanza. Tuve que irme de bruces y experimentar por mí misma muchas cosas para empezar a cuestionar muchas de ellas. Y como siempre, la realidad empezó a caer solita por su propio peso.
Sobre toda noticia y sobre cualquier estudio científico hay detrás alguien que lo financia y, dependiendo de quién sea, así también serán sus intereses. Por esta razón es posible encontrar noticias que justifican situaciones completamente antagonistas, aunque todas ellas estén amparadas por estudios científicos. Como la enorme mayoría de la población desconoce qué aspectos es lo que convierten a una información en «científica», pareciera que la frase estudio científico se ajusta para creer que sabemos mucho de algo.
Sin embargo, habría que responder algunas preguntas en cadena: ¿Quién hizo el estudio? ¿Fue una universidad? Y si fue así, ¿cuál? ¿Por qué motivos? Y si fueron investigadores independientes, ¿a qué se dedican? Y si fue una corporación, ¿de qué tipo? ¿Cuáles fueron las motivaciones para realizar el estudio? ¿Cuál fue el método de investigación que se empleó? Porque hay métodos de investigación que son más fiables que otros y que reducen el error.
Por ejemplo, hay investigaciones muy bien hechas, pero solo se llevaron a cabo con 40 personas; mientras que también hay estudios longitudinales realizados a lo largo de varios años que abarcan alrededor de 60 mil personas y que, repetidamente, marcan tendencia. Y si el 90 por ciento de 60 mil personas manifiesta determinada característica, entonces puede afirmarse que hay una tendencia significativa.
Finalmente, ¿cuántas veces se ha replicado el estudio? Porque una vez no basta. Para que algo sea considerado como una verdad objetiva debe poder repetirse en cualquier lugar del mundo y producir los mismos resultados.
En el pasado, el acceso al conocimiento era limitado. Hoy se navega en océanos en información y eso ha derivado en un nuevo problema: el inminente naufragio ante nuestra falta de criterio. La tendencia a sentirnos identificados con aquello que produce resonancia es nuestro esquema de valores y creencias es normal, pero debemos tener presente que la verdad es siempre ajena a eso y quien quiera encontrarla deberá esforzarse por despojarse de lo que cree saber y estar dispuesto a cuestionar todo lo que le rodea. Pero sobre todo, cuestionarnos a nosotros mismos, por qué creemos en lo que creemos. Y eso nunca será un ejercicio fácil.
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¿Quién es Lahura Emilia Vásquez Gaitán?