A estas alturas, es casi seguro que la persona que no haya presenciado un meme espontáneo o publicitario de las destrezas aritméticas de Dayane Rivas viva debajo de una piedra. No pretendo añadirme a la discusión de su coeficiente intelectual, ni a la calidad de la educación superior privada, ni a la crueldad innecesaria de las personas en redes sociales, y ni siquiera a la cuestión de género. La mayor consecuencia del infame evento matemático fue la realización del programa de televisión Combate en el imaginario público, esta vez dentro de las burbujas de la élite aislada de la programación pública en favor de su Netflix y su HBO.
Combate no es una novedad: para empezar, es una adaptación de un programa homónimo desarrollado por RTS en Ecuador y ya cuenta con ocho calcos más, difundidos en Latinoamérica. Su debut en Guatemala en el año 2012 marcó un notable repunte en la sintonía de la televisión nacional. Un estudio de Multivex Sigma Dos indica que en 2015 Canal 3 alcanzaba a más de 3 millones de televidentes en el bloque del famoso programa de realidad televisiva; aproximadamente un 20% de la población guatemalteca.
Con el reciente escándalo del programa, causante de una campaña de protesta nada exitosa para su erradicación de los medios nacionales, decidí ver un episodio y entender por qué deviene tanto rechazo un programa que, si las estadísticas son correctas, representa un legítimo éxito en la programación. De lunes a viernes el programa se desarrolla en un espacio de 2 horas, con casi 45 minutos de pauta comercial. Con esta curiosidad me dispongo a ver el programa del 27 de mayo.
El programa se abre con una cortina que rudimentariamente evoca los encuentros de gladiadores virtuales en TRON (1982): naves futuristas y guerreros de neón sobre fondos negros, surreales. Procede una toma extendida de un conjunto musical local: bailan en el escenario, simulando su canto sincronizado con una balada reggaetonera, y pronto se les unen ambos equipos de combatientes. Los artistas responden una breve entrevista mientras los concursantes saludan a la cámara, bailotean y platican entre ellos. Me pregunto si tienen indicaciones de producción para “ser espontáneos”.
No tardan en venir los anuncios de concursos y promociones para la audiencia: Dayane, en esta ocasión, ofrece el premio de una comida compartida. Otra promoción consiste en identificar los cuerpos de los combatientes por medio de fotos fragmentadas. Luego, proceden una serie de desafíos físicos: canto, baile, carreras, saltos, natación, equilibrios, pruebas de fuerza y resistencia, disfraces… No consigo entender la dinámica de algunas de las competencias, pero imagino que no faltan excusas para pannear la cámara sobre la docena de concursantes, hombres y mujeres con cuerpos de gimnasio y clínica estética vestidos en conjuntos deportivos convenientemente cortos y escotados. Un presentador describe las competencias, alude a docenas de patrocinadores, insta a las bromas y al braggadocio de los competidores.
No puedo evitar percibir una extraña disonancia entre las selecciones musicales extraídas de distintas bandas sonoras cinematográficas, efectos sonoros caricaturescos, los comentarios chistosos, las menciones comerciales y los inevitables espacios de silencios incómodos.
Intermitentemente, una voz en off ofrece historias del “detrás de cámaras”: viñetas melodramáticas sobre negligencia, sobre confrontaciones personales entre los equipos, sobre potenciales romances y enemistades. Imagino que hay que comprometer las emociones en algún punto, recordarle a la audiencia que estas son personas con intrigas más emocionantes que las suyas.
El programa termina con la victoria del equipo naranja y su cortina de guerreros tecno-virtuales. Recordando a Umberto Eco, vienen a mi mente los augurios de decadencia cultural de los apocalípticos: he pasado casi dos horas escuchando marcas, observando cuerpos, intentando involucrarme en esta batalla campal de gladiadores modernos, ansiosos por el aplauso, el chiflido, el piropo, el like y el retuit. El integrado, concluyo, tiene esa necesidad de ser escuchado: de interactuar con el producto en su televisor y alcanzar ese pequeño espacio de celebración, la breve trascendencia de un saludo, un premio.
Pero el integrado no tiene interés por conocer la ingeniería del programa, la razón de cada acercamiento mercadológico y la técnica de producción audiovisual aún estereotípica y desabrida. El apocalíptico solloza porque nadie recuerda cómo cantar el himno nacional, nadie se acuerda de las jitanjáforas de Miguel Ángel Asturias, a nadie le interesa volver a hablar del genocidio.
A medida que el tema se desvanece de la breve memoria pública, ansiosa por otra novedad memética, viene la ineludible conclusión de que este programa, producto claro de la cultura de masas, es un medio de venta —acaso el mejor en su clase— porque devuelve a su audiencia ese ciclo tan reconfortante de observar, desear y envidiar a sus protocelebridades, tan lejanas de aquellas cotidianidades como las deudas, el desempleo y las noticias cada vez más violentas, cada vez más salpicadas de la palabra corrupción. El ciclo funciona porque siempre podemos comprar aquello que anuncian, ganar aquello que ofrecen.
Habrá quienes sufran al pensar que las personas no asedian las bibliotecas, ni visitan los museos, ni acuden a los teatros en favor de dos horas de esta especial programación. Quizás sean esas personas los desgraciados apocalípticos, pero tengo un vago presentimiento de que tienen su cable sintonizado a las últimas ocurrencias de Kim Kardashian West.
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No todos los que despreciamos ese producto televisivo perdemos el tiempo viendo esa otra porquería de las Kardashians, que también y como tantos otros «programas» en cable no es sino basura (por no describir algo más desagradable y hediondo) pintada de colores brillantes. A muchos si nos duele ver que no hay forma (y tristemente nunca habrá) de que los que son bombardeados por esa clase de basura, atiendan el daño que se causa a sus hijos al darles acceso a esa clase de eventos. De hecho, fui asiduo seguidor de cadenas que ahora se han convertido, para mi dolor, en un producto más del mercado, mostrando «realities» tan absurdos y fastidiosos como los de los canales promedio y eso es lo que duele, que como bien ha sido dicho y gritado muchas veces, la sociedad humana pasó de la teocracia a la aristocracia, luego a una falsa democracia y al final se dirige inevitablemente la idiocracia.
Muchas gracias por el comentario. Yo sé que no son todos, pero me resulta irónica la gente que critica al programa por destruir la cultura y simultáneamente están predidísimos del desfile de vestidos de los Óscares en E! o de Game of Thrones.
Al final, la masificación es la consecuencia inevitable en una sociedad de comunicación global. Y el entretenimiento es cuestión de gustos, pero es lamentable que un medio público se destine a lo comercial, antes que lo informativo/educativo.
Muy buen artículo el de Angelica, aunque muy adornado con palabras pomposas que el ciudadano promedio no entiende por su falta de intelecto. En mi opinión el programa es un simple estereotipo y su éxito radica en su mismo contenido y tipo de audiencia a lo que yo llamaría la populachería del país. Si no les gusta el programa simplemente no lo vean, lamentablemente no hay mejores propuestas televisivas a nivel nacional.
Ay, esa Angélica llevándoselas de O. Henry.
Muchas gracias por comentar, y bueno, es triste que el programa exista, pero más triste que se haya vuelto semejante hit.
Es lamentable que teniendo tanto alcance no aprovechen para hacer algo bueno por el país, mas que alejarlo totalmente de la realidad y educarlo de una manera poco educativa (Si nadie hubiera hecho publico el calculo matemático de Dayane, ¿acaso muchos no habrían pensado que estaba bien sumar de izquierda a derecha porque lo vieron en la «tele»?).
Ademas impresionante que Dayane fue trending topic #34 a nivel mundial con presentaciones en Univision y demás noticieros alrededor del mundo (o 9GAG) y por muy mala que sea en sus matemáticas, al menos en twitter la tendencia antes de las 6pm fue basada en lo «tonta» que era, pero después de esta hora fue el «objeto sexual».
Sí… De hecho, quise encontrar un episodio anterior donde un concursante masculino cometió un error de multiplicación. Nadie le hizo eco, y temo que pudo haber sido porque la gente no sabe multiplicar. Es ridículo cómo se volvió fenómeno de talla comercial.
Angélica Quiñonez, contrario a mi que dijo «JJ» (Juan José se ha de llamar!), a mi me fascina que este pomposo el texto, y es que sabe? Así se aprende más, buscando los significados, probablemente nunca utilice esos términos, sin embargo cuando alguien quiera usarlos y los use los entenderé a la perfección.
Por otro lado, me parece cómico que haya invertido tiempo para ver el programa, hasta pensé que en eso besaría una tesis, afortunadamente no fue así, quiero contarle que no cuento con nivel universitario ni nada que se le parezca, pero, mi padre que no llego ni a nivel de educación básica, siempre me dio primero su ejemplo y luego su consejo diciendo «m’ijo sea autodidacta, superece, día con día aprenda y enseñe algo, es que apetece hablar con personas que entienden lo que dicen, que conectan el cerebro con la lengua» por supuesto que la tecnología avanzó y busque los medios para hacer lo que decía mi padre, por eso disfruto ver una película con buen diálogo, si lleva sarcasmo y humor negro mejor, escuchar la mejor de la trova, leer un buen libro y leer un buen artículo, cesudo, que deje en que pensar, probablemente su artículo no sea leído por toda la audiencia de combate, pero tengamos la fé que será reproducido por aquellos que valen la pena, y analizado para buscar la objetividad de todo lo que se ve y vera de ahora en adelante, quiero hacerle una sola observación, debió hablar de la poca autoestima que tienen cada uno de los participantes del programa, no es aceptable que vendan lo más preciado, la dignidad, quedar como descerebrados ante miles o hasta millones de personas, sin hablar del mensaje que transmiten a las señoritas, casi como la serie «sin tetas no hay paraíso» lo saco a colación porque en poco tiempo seremos la copia barata de muchos países, por la falta de identidad, perdón, volteé a todos lados en este momento, ya somos la copia barata, ojala mis hijos, a pesar de que seguro piensan como yo de mi papá, que era un amargado, entiendan que el futuro no les faltara el trabajo y los buenos amigos, y seguro el ciclo se repetirá, una buena esposa, humilde pero inteligente, tanto, que sabrá darse su lugar y sabrá hablar como Dios manda, tomando su lugar, la columna vertebral del hogar, bueno, ya le conté bastantes intimidades, siga así patoja que de nosotros los jóvenes es el futuro, saludos y que este bien.
Muchas gracias por su comentario.
De verdad me gusta estudiar los productos de la cultura moderna.
No puedo hablar de la autoestima de los concursantes porque no los conozco íntimamente. Mi limitación como crítica está en el material que aparece en la pantalla, y su comparación externa.
Me alegra que haya existido tanta respuesta. Y bueno, tengo la confianza y fe de gente que me ha dado la oportunidad de expresarme para lograr cambiar la perspectiva de otros.
A mí no me engañas Angélica, a pesar de tu «intelecto» a ti te fascina ver Combate (jaja bromas). No ya en serio, siempre he pensado que uno es lo que «come, escucha y mira»; así que pienso que lamentablemente vivimos en un país que promueve una sub-cultura de mediocridad la cual nos tiene siguiendo «modelos» incapaces de superar nuestro retraso. Esa es la cruda verdad, nuestro nivel intelectual y cultural se ve reflejado precisamente en los programas que vemos, en la música que escuchamos y en los «líderes» a quienes seguimos.
Ajajajaja- Siempre he tenido cierto morbo por la cultura de masas. Lo sé.
Mi gran meta imposible es hacer que cambie lo que se considera contenido de valor.
Ahí vamos de poco en poco, entonces.
Hay mucha gente que critica el programa pero si quitan combate Guatemala igual no van a poner algo educativo… De seguro la gente prefiere Una novela donde los personajes se pasan besando… O prefieren un programa de otro país que igual no va a resaltar la cultura o problemática del pais.