Lo legal y lo (políticamente) correcto


Angélica Quiñonez_ Perfil Casi literal 2La sutileza está muerta, velada y enterrada en el silgo XXI. Entramos a esta nueva década con la extrema dificultad para expresar nuestra opinión. Pareciera que la más ínfima gota de sarcasmo o humor incendia repentinamente a los guerreros del sexismo, racismo, clasismo, capitalismo, objetivismo, especismo, capacitismo, zoroastrismo o derechos Jedi. Se habla de una «generación de cristal» que necesita ver el mundo con lentes rosa y que a la más ligera provocación inundará las redes con sus hashtags, sus memes y su odio. Aunque estos conceptos cabrían en un breve hilo de tuits quisiera entrar un poco más en detalle sobre el significado de dos conceptos que los descerebrados la mayoría suele confundir: ser equitativo y ser políticamente correcto.

Veamos el epíteto con P que ahora es prácticamente un insulto. Al menos según Google Trends, el término ha estado en constante conversación desde que el Internet importa, con considerables picos en 2004 y 2016. Presentemente, la mayoría de las personas hablan de corrección política cuando perciben mayor diversidad sexual, racial o de género en los productos culturales. Se me vienen a la mente los escándalos digitales por la primera Dr. Who mujer, la Sirenita afroamericana o la totalidad del argumento de Sense 8. Ninguno de estos ejemplos se trata de corrección política, sino de inclusión. ¿Por qué? Porque en dos de estos casos el género y la etnicidad del personaje no tienen nada que ver con la historia, y en el tercero, la diversidad sexual es parte de la historia. Y si alguien se siente incómodo con esas realidades, permítame recordarle que el consumo de entretenimiento es totalmente opcional.

La legítima corrección política no viene de un espacio de dramatismo, sino de interpretación histórica. Famosamente, los relanzamientos de las caricaturas de Warner Brothers incluyen una introducción con Whoopi Goldberg que explica cómo han cambiado las sensibilidades y prejuicios de las minorías en Estados Unidos. La actriz aclara que estas representaciones siempre han sido desatinadas, pero que censurarlas equivale a ignorar la existencia y el impacto de esas actitudes. Esa es la mejor definición que podría proponer: no solo se trata de omitir, sino de entender y enmendar.

La corrección política ha incluso rescatado la imagen de autores clásicos. La versión original de Notre Dame de Paris (conocida como El jorobado de Notre Dame) abiertamente antagoniza a los gitanos; Victor Hugo aclara que el personaje de Esmeralda no pertenece a los Roma, sino que fue raptada por ellos en la infancia. Por supuesto, este detalle sobre el origen de la protagonista fue omitido en versiones contemporáneas que abiertamente la representan como romaní (eso sí, con actrices como Salma Hayek o Demi Moore, que claramente no pertenecen a esa etnicidad, pero esa es otra historia).

Esto habla sobre nuestros diminutos pasos hacia la integración racial, acaso aún perezosos y torpes; y sobre cómo hemos aprendido a vivir con una historia problemática que ahora interpretamos con valores positivos (y gárgolas parlantes).

Así que, en efecto, si usted está notando más gays, más negros y más mujeres protagonistas en la televisión es porque existen esfuerzos por multiplicar las narrativas y permitirles a más personas identificarse con la cultura. Incluso estos esfuerzos son aún pequeños comparados con la cantidad de protagónicos dentro del status quo (masculinos, heterosexuales y blancos).

Pero de nuevo, nadie está obligado a consumir lo que no le place y creo que demasiados idiotas prefieren lanzar su queja antes de entender su lugar. Así que, si usted tiene un problema con la diversidad y el progreso histórico, le aconsejo cambiarle al canal retro de su TV y conformarse con otra maratón de Bonanza.

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