Desde el espacio, la partición arbitraria del paralelo 38 ofrece una visión peculiar: el norte de la península coreana respira en penumbras, y el sur, cosmopolita y asmático, brilla como un carrusel descarriado.
La oscuridad del norte y la luz frenética del sur son una metáfora del destino absurdo de un pueblo golpeado por las invasiones y maniatado a los intereses sombríos de los autoritarismos del siglo pasado. Esa oscuridad también es delatora. La dinastía de los Kim, a pesar de la utopía comunista, el culto a la personalidad y el hermetismo obseso es una monarquía fallida y tambaleante. Hablaré de tres libros sobre Corea del Norte escritos desde tres visiones: dentro, vuelta y exilio.
Bandi, La acusación. En 2014, el mundo editorial celebró la publicación de La acusación (Gobal), un libro de relatos escrito por un autor norcoreano, oculto bajo el seudónimo de Bandi, miembro del Partido y que aún vive en Corea del Norte.
Desilusionado por el fiasco de la «Ardua Marcha» (el terrible periodo de hambruna que sufrió Corea del Norte en la década de 1990), Bandi escribió, en la oscuridad y en completo silencio, relatos contrarios al régimen, que denuncian el autoritarismo y el miedo latente que se respira en la sociedad norcoreana. Un texto político puede ser árido y pesado; no es el caso de este libro.
Los siete relatos que se incluyen en la edición española son alta literatura; «La ciudad del fantasma», el segundo relato del libro, narra la historia de un bebé aterrado por un cartel de Karl Marx; es una obra maestra del relato contemporáneo. Con humor, ironía y un alto sentido del detalle, Bandi construye una visión circular de su mundo: aquí no hay progreso ni estabilidad, sino un miedo irracional y hambre, mucha hambre.
Suki Kim, Sin ti no hay nosotros. En 2011, la novelista Suki Kim se infiltró en Corea del Norte como parte del claustro destinado a la enseñanza del inglés en la Universidad Kim Il-sung y conoció a la élite norcoreana estudiantil: chicos sumisos, pero inteligentes y hasta afables, totalmente ajenos al mundo exterior, y maleables bajo la propaganda del régimen.
Como ciudadana estadounidense y de ascendencia surcoreana, Suki Kim fue confinada al edificio de la universidad, no se le permitió hablar su idioma materno y sus clases fueron fuertemente censuradas. Ella vivió en carne propia el fenómeno de la muerte de Kim Jong-Il y durante los meses que pasó recluida en Pyongyang tomó notas que guardó en una memoria USB y que sirvieron como base para una crónica sobre cómo las ideologías totalitarias destruyen la originalidad del individuo. Este libro está escrito con gracia, fina atención al detalle, y cabalga.
Barbara Demick, Querido Líder. En 2001, Barbara Demick fue nombrada corresponsal de Los Angeles Times en Corea del Sur. Entrevistó a exiliados norcoreanos y conoció de cerca sus penalidades: desde el sistema de castas —conocido como Songbun, que condiciona la vida y las posibilidades de «progreso» en la sociedad norcoreana— hasta la «Ardua Marcha».
La voz de los exiliados narra la decadencia de Corea del Norte: los continuos apagones, la falta de suministros, el nacimiento y apogeo del mercado negro, la corrupción en las fronteras, la brutalidad de los campos de reeducación, los matrimonios arreglados, la odisea para llegar a Corea del Sur y la difícil inserción en una sociedad capitalista. Querido Líder se convertirá en un clásico de la no-ficción.
Más allá de posiciones políticas, la tragedia norcoreana es deleznable porque se ensaña con sus habitantes y los deshumaniza: los norcoreanos son engranajes desechables en la carreta desvencijada de la Ardua Marcha. Lo que acabas de leer, sin embargo, podría ser mera especulación ideológica y propagandística si no hubiera testimonios. Afortunadamente, existen y están vivos en esos libros, y en todos los que se han escrito sobre la tragedia norcoreana. La voz de los supervivientes es la prueba humana y definitiva del fracaso de Corea del Norte.
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