El principio no tiene principio


Rodrigo Vidaurre_ Casi literal¿Por dónde empezar? Supongo que todo comenzó en Centroamérica. Allí fue donde aprendí a leer y escribir. Más o menos porque a veces no sé dónde van las tildes o tengo que buscar cómo se escribe conciencia. Más o menos porque algunos días veo frente a mí la página en blanco y digo «¿Qué?» Entonces escribir era más una cuestión existencial, necesaria porque en Centroamérica uno ve y escucha unas cosas…

La vida me alejó de aquel mi país y también me alejó de escribir porque sospechaba que hay cosas más interesantes: el boxeo, un buen chiste, el momento cuando va a empezar una película, subirse a una montaña rusa, qué sé yo. «¿Qué hacés estudiando ingeniería?», me preguntaban mis compañeros del colegio. Yo les decía que ahora escribo código. No nos reíamos.

Descubrí que no es tan simple cambiar una cosa por la otra. Además de código seguía escribiendo poemas, ensayos, blogs y artículos de opinión. No es tanto que buscara ser escritor, las palabras simplemente salían. La mayoría terminaban en la papelera y luego las borraba de la papelera porque «lo nuestro es nacer y morir». Otras veces, cuando sentía que el texto tenía que vivir un poco más, los mandaba a algún concurso o revista donde, con suerte, encontraban una casa más o menos permanente. Algo así fueron las cosas en aquellos días.

Sigo a (Casi) literal desde hace tiempo porque me encanta que Centroamérica escriba. «Algún día voy a aplicar para columnista», decía, y sonaba como amenaza aunque no lo fuera. El día finalmente llegó y al poco tiempo recibí una llamada desde Guatemala. Contesté «Aló» y no «Bueno» porque cualquier excusa es buena para volver a Centroamérica. Me marcaba Alfonso Guido, el editor, diciéndome que había visto mi correo y mi interés en el proyecto, y que me había leído en Medium. Hablamos sobre un viejo ensayo que escribí sobre Centroamérica, un ensayo que mis amigos mexicanos nunca terminaron de entender pero que Alfonso, nicaragüense, claro que entendió. Después de una buena conversación me ofreció una columna, lo cual agradezco enormemente.

Llegamos finalmente a este día. Decidí nombrar mi columna quincenal «El ruido y la cumbia» porque me recuerda al Faulkner que me recuerda al Shakespeare que me recuerda lo mucho que me gustan el ruido y la cumbia. Dije que iba a escribir sobre lo que siempre ha importado: política, filosofía, literatura, cultura pop, deportes, historia, Centroamérica, las personas. En todo eso hay ruido, pero también hay cumbia; y espero que algún lector o lectora esté de acuerdo.

Supongo entonces que todo empieza aquí, pero también empezó allá y seguramente vendrán más comienzos. The Strokes dicen que el fin no tiene fin y yo les digo que el principio tampoco tiene principio.

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