15 años del festival Ícaro en Nicaragua


Karly Gaitán Morales_ perfil Casi literalEl Festival Ícaro se celebra estos días en Nicaragua en medio de un ambiente de controversia, como lo es casi toda la cosa pública actualmente en este país. Sin embargo, esta fiesta del cine que se da una vez al año en cada país centroamericano va más allá de las fronteras nacionales, siendo un festival internacional de cine muy prestigioso que data de 22 años y ha sido la ventana al mundo para el arte cinematográfico de esta pequeña e invisible región del planeta que proyecta a quienes logran ganar premios en diversos festivales internacionales de cine y casas de cultura de gran trayectoria y relevancia como el Instituto Cervantes o el Goethe Institute, además de decenas de muestras en universidades de América Latina, Estados Unidos y Europa.

Aunque Nicaragua ya tenía filmes premiados en Icaro Guatemala en el año 2000 fue hasta 2003 que se inició este evento en territorio nicaragüense como una muestra y en 2004 por primera vez llegó a ser una exhibición competitiva de carácter nacional. La historia del Ícaro se remonta a un festival exclusivamente guatemalteco nacido en 1997 que fue centroamericano hasta el año 2000 para llegar ser muchos años después el festival internacional de cine que es, con seis categorías en competición cada año y un centenar de obras que ven la luz cada doce meses desde sus plataformas de proyección.

En sus primeros diez años el Ícaro fue financiado por NORAD y, como todo emprendimiento que llega a formarse un nombre por su propia cuenta, inició como un proyecto financiado por un organismo extranjero para que finalmente las autoridades locales pudieran ver la importancia que tienen las celebraciones culturales, y por ende, la necesidad de apoyarlas desde sus instituciones públicas, como ocurrió con Ícaro, hoy apoyado fuertemente por el Ministerio de Cultura de Guatemala.

Esta indiferencia hacia la cultura es la muestra de un mal latinoamericano. El Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, dijo alguna vez: «conocí América Latina viviendo en París», evocando a quienes recién descubren que nacieron en un bello y gran país solo hasta que se encuentran lejos de él y enfermos de melancolía.

En 2019, Ícaro Nicaragua se realiza cediendo un homenaje y rememoración a Matilde Díaz Landeros, la primera directora de cine de Nicaragua —que probablemente lo sea también de Centroamérica—, fotógrafa, cineasta, radialista, feminista y defensora de los derechos de las mujeres que hasta hace muy poco había sido injustamente olvidada por la historia del cine en Nicaragua y a quien nadie se había acercado a estudiar, ni su grandiosa historia de vida ni su cine realizado a una temprana edad.

Celebrar a Matilde Díaz Landeros es el mejor rescate que una plataforma visible en el continente como el Ícaro ha podido hacer en el último tiempo. Ella codirigió su primer cortometraje documental en 1924, siendo una adolescente. En 1926 dirigió su primer filme y en 1931 fue contratada por Paramount Pictures para realizar un documental sobre el terremoto que destruyó Managua en marzo de ese mismo año, película que fue producida y fotografiada por su padre, el reconocido fotógrafo Adán Díaz Fonseca.

En 1933 Matilde realizó el documental María Argüello de Sacasa, genial primera dama de la República, un perfil biográfico que representa el primer filme nicaragüense dedicado enteramente a la figura de una mujer. Aquellos eran tiempos cuando las mujeres no votaban, no decidían y las primeras damas no tenían funciones sociales explícitas, sino que presentarse y hacer trabajos sociales era una opción que se tomaba solo si se deseaba, no era precisamente un deber. El filme, aunque dañado el audio en algunas partes, expresa quién era María Argüello, cuál era su familia y las funciones de compromiso con la sociedad que realizaba. La película no es de corte feminista y se ve que había sido encargado por el gobierno porque no quedaron de lado las buenas obras del presidente Juan Bautista Sacasa, su esposo. También, en tiempos cuando el documental no era mayoritariamente biográfico ni retratista, es muy curioso encontrar este tipo de filme que además era dirigido por una mujer.

Se pueden contar por decenas los descubrimientos que se han encontrado en las pantallas del festival Ícaro durante estos quince años en Nicaragua, tesoros de memoria y patrimonio histórico que solo en los frontones iluminados por los reflectores de la Historia han podido salir a luz con valiosas ventanas que nos invitan a reflexionar qué es el cine centroamericano en realidad. La respuesta idónea sería esta: los que los centroamericanos decidan que deba ser. ¡Enhorabuena, festival Ícaro Nicaragua y gloriosos quince años!

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