¿Es posible una simbiosis entre la ciencia ficción y el registro documental?


Noe Vásquez ReynaDe 1974 a 1981 Marta Rodríguez y Jorge Silva trabajaron en un proyecto audiovisual excepcional que se enmarca en el género documental y es una pieza maravillosa del cine hecho en Colombia: Nuestra voz de tierra, memoria y futuro.

Este nombre podría pasar desapercibido, quizá se podría pensar que es «más de lo mismo» (aunque quien diga eso debe reconocer su ignorancia sobre cine y cine independiente), pero desde que inicia desborda sensaciones que mezclan la ficción-abstracción con la lucha de poblaciones indígenas por la recuperación de sus territorios, los cuales han sido robados por una supuesta civilización. En específico, registra las luchas de la comunidad del resguardo indígena Coconuco, en Cauca, que por la cédula real del siglo XVIII tiene derecho a 10 mil hectáreas y que en 1971 apenas contaba con mil quinientas.

La película trata del robo que comparten todos los territorios latinoamericanos y de otras regiones del mundo, tan actual y vinculado a proyectos extractivos que no se enteran de que la destrucción de los ecosistemas, además del legado de muerte y violencia que encharcan a su paso, les explotará en la cara —en el futuro cercano, fatídico y distópico— a los actores-países-élites que aún sienten por sus venas los vicios colonizadores.

Además, este filme de 1982 tiene otro tema que retomó la serie alemana de ciencia ficción Dark (2017-2020), también creada por una dupla —Baran bo Odar y Jantje Friese—: el diálogo entre pasado, presente y futuro. Aquí es donde veo posible una simbiosis disímil, la ciencia ficción y el registro documental: ¿cómo puede contarnos una cinta de 1980 el presente que vivimos? La cinta construye personificaciones de un diablo blanco (occidental) que también es alienígena, al no comprender las dinámicas de la tierra y de quienes la habitan-trabajan-cuidan.

Los Premios India Catalina de la Industria Audiovisual Colombiana​, que se celebran  anualmente desde 1984 (excepto en 1999) en el marco del Festival Internacional de Cine de Cartagena, para resaltar y premiar el esfuerzo, la calidad y el talento de las producciones de la televisión en Colombia, premiaron a Nuestra voz de tierra, memoria y futuro en las categorías de mejor película, mejor dirección, mejor música y mejor fotografía. Este trabajo además ha sido premiado en otros festivales de cine de Colombia, Alemania, México y España.

La película fue restaurada en 2019 por el Arsenal – Institut für Film und Videokunst, Arri Media Berlín y el sonido por L’immagine Ritrovata, en Bolonia. Su reestreno fue presentado en la Berlinale de 2019 y su preservación es en 2K (digital) y 16mm (fílmico).

Tuve la oportunidad de disfrutarla gracias al titánico esfuerzo que hace el equipo de la Muestra de Cine Internacional Memoria Verdad Justicia, «un festival de cine con un enfoque social, de derechos humanos y de alta calidad cinematográfica que se realiza anualmente en Guatemala, con proyecciones en la ciudad capital y una muestra ambulante en el interior del país», como lo describen en su sitio web, y que este año celebró el festival totalmente online y gratuito en la plataforma festhome, ya que, en marzo de 2020, la Muestra tuvo que cancelar su edición 11 por causa de la inminente llegada del COVID-19 al país.

«Sería ingenuo afirmar que el cine es capaz de cambiar el rumbo de una sociedad. Sin embargo, es capaz —y eso sí nos consta— de devolvernos la poesía en medio del ruido diario, de mostrarnos nuevas ideas, formas de mirar y hasta posibles senderos por los cuales nos gustaría caminar para que el país cambie», afirman los organizadores de la Muestra, que termina este fin de semana con cuatro películas de Chile, Alemania y Estados Unidos.

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