40 años de la Cinemateca Nacional de Nicaragua


Karly Gaitán Morales_ perfil Casi literalLa Cinemateca Nacional de Nicaragua fue inicialmente un proyecto que se fundamentó en los archivos cinematográficos que le habían sido confiscados el 20 de julio de 1979 al cineasta mexicano Felipe Hernández Ramírez, propietario de la empresa Productora Cinematográfica Nicaragüense Especializada S. A. (PRODUCINE), quien vivía en Nicaragua desde 1964 y fue productor de los noticieros de cine de la propaganda política del régimen somocista durante 16 años.

Con la caída de la dictadura intentaba huir de Nicaragua como lo estaban haciendo muchos extranjeros y allegados al gobierno de Anastasio Somoza Debayle, pero se lo impidieron los cineastas guerrilleros que recién llegaban a Nicaragua con el retorno masivo de los sandinistas el día que triunfó la Revolución. En el hotel Camino Real de Managua le notificaron que le habían confiscado la empresa y le pidieron que informara dónde estaban los equipos técnicos. Atemorizado por las armas y el espíritu decidido de aquellos jóvenes, les indicó que estaban ya en la aduana del Aeropuerto Las Mercedes y en la pista de aterrizaje les hizo la entrega de una estiba de cajones de diez metros cúbicos con material cinematográfico de archivo y equipos.

Lo que encontraron reunido allí no era solamente el archivo que había filmado Felipe Hernández, sino también películas de diferentes periodos de la dinastía somocista desde 1939, las cuales pertenecían a la colección personal de Anastasio Somoza Debayle. Durante los días posteriores al 19 de julio de 1979 se conformó el Instituto Nicaragüense de Cine (INCINE) y era la primera vez que Nicaragua tenía una institución de cine regida por el Estado.

Hubo un grupo de cineastas que decidió conservar los archivos y someter el tema a la mesa de discusiones en la que se estaba soñando y fundando este instituto. Los más aguerridos opinaban que se debía destruir porque contenía imágenes del acontecer y cotidianidad de la casta somocista, cosa que en nada beneficiaba e interesaba al pueblo nicaragüense que más bien aborrecía al somocismo. Aquella iniciativa de destruirlo obedecía a una práctica del momento porque, ante la euforia de la victoria, la gente generalmente se manifestaba en la calle presta a extirpar de la historia todo lo que tuviese que ver con el nombre de cualquiera de los miembros de la familia Somoza. Fue así como muchas agitadas turbas destruyeron en pocos días decenas de lápidas, estatuas, placas y leyendas inscritas en monumentos y bienes públicos.

Sin embargo, sobresalió la conciencia colectiva de los fundadores del instituto con la idea de que, lo que en esas latas había, no era solo la vida glamourosa somocista que representaba el derroche, la arrogancia y la ostentación en tiempos cuando el pueblo se moría de hambre, sino que se trataba de cintas con imágenes históricas necesarias para la memoria de un país, además del valor que representaba el hecho de preservarlas aunque su contenido fuese cuestionable.

Entre las comisiones creadas por esa mesa de trabajo se creó un departamento de archivo encargado a la cineasta mexicana Ángeles Necoechea. El Archivo Fílmico de la Nación se inició con un intento de catalogar el material confiscado a PRODUCINE S.A., y una recolección que se hizo en las 75 salas de exhibición que manejaba el Estado —todas confiscadas por el gobierno sandinista— en las que los noticieros somocistas se exhibían. El operativo de rescate consistió en buscar los rollos de películas, examinarlos a trasluz, cortarlos de las cintas originales donde se pegaban para la proyección, llevarlos al laboratorio de INCINE, restaurarlos y armarlos en una secuencia lógica. Entre los archivos confiscados y rescatados de las salas de proyección de todo el país se ajustó la cantidad de 390 latas pequeñas de 400 pies cada una y 300 latas grandes de 2 mil pies cada una.

El 5 de diciembre de 1979 la Comisión Coordinadora aprobó un proyecto de la creación de la Cinemateca Nacional de Nicaragua con una iniciativa del cineasta Rafael Vargas Ruiz. El proyecto expresaba la necesidad de proteger y archivar el material cinematográfico somocista que tenían en su poder y el material nuevo y fresco que se estaba produciendo en esos meses.

En enero de 1980 se hicieron ampliaciones a las áreas de distribución del Instituto Nicaragüense de Cine y así se formó la Empresa Nicaragüense de Distribución y Exhibición Cinematográfica (ENIDIEC), que sería regida por la dirección general del Instituto. La principal encargada fue la Cinemateca y se iniciaron dos proyectos: la apertura del programa al que llamaron Cine Móvil y una sala de exhibición. Para entonces la Cinemateca existía pero se manejaba como una sub-área del departamento de difusión y estaba encabezada por Rafael Vargas y Carlos Vicente Ibarra. No había una ley o decreto sobre su creación, pero ya desde enero de 1980 aparecía en el organigrama de la institución.

Después de muchas gestiones se inauguró por fin la programación de la Cinemateca el 7 de febrero de 1980 en el cine Altamira dado que aún no tenía una sala propia. El 6 de febrero se habían publicado en el diario Barricada las primeras felicitaciones por la inauguración: «Películas mexicanas de casa Pelimex felicita a la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, al Ministerio de Cultura de Nicaragua y al INCINE por la inauguración en el cine Altamira de la Cinemateca de Nicaragua, obra que habrá de ser un instrumento cultural que coadyuve al desarrollo social del pueblo nicaragüense a través del cine». A partir de ese momento se realizarían allí festivales de cine extranjero organizados por temáticas o países y así trajeron a Nicaragua un cine que nunca o muy poco se había apreciado. Como parte de la inauguración se celebraron cuatro festivales en 1980 que exhibieron cine húngaro, polaco, japonés y cine joven alemán.

Por más de un año la Cinemateca estuvo exhibiendo en sala prestada y fue el 17 de septiembre de 1981 que se inauguró por fin bajo la dirección de Carlos Mohs una sala propia con la película estadounidense Norma Rae, con Sally Field. La celebración contó con 200 invitados, entre quienes se encontraban dirigentes sindicales y de organizaciones populares, miembros del Ejército, obreros, campesinos, estudiantes y diversos profesionales. Después de las labores de Carlos Mohs y de Vicente Baca Lagos asumió la dirección Rafael Vargas Ruiz.

En febrero de 1980 inició a laborar en ese instituto de cine la editora y archivista Kathy Sevilla y comenzó un largo y representativo proceso de visionaje, clasificación, revisión y catalogación del Archivo Fílmico de la Nación, proyecto que duró cuatro años.

En 1984 el INCINE vivió varias transformaciones debido a la crisis energética, bélica y económica en que se encontraba Nicaragua y se le retiró al instituto la mayoría de su presupuesto. Desde ese momento el Estado solamente solventaría la estructura administrativa, pero todos los costos de producción serían financiados por organismos no gubernamentales, instituciones privadas, agencias de cooperación y los cineastas mismos deberían buscarse solos esos apoyos con la creación de proyectos. A esa fecha el material confiscado a la empresa PRODUCINE S.A., en julio de 1979, había sido revisado en su totalidad y descrito plano a plano en fichas. Cada lata tenía un código y se guardaban ordenadas por fechas y temas.

En 1985 Rafael Vargas Ruiz regresó a la dirección de la Cinemateca e inició un proyecto que consistía en reunir todos los archivos fílmicos de las entidades que se desprendían en INCINE porque el instituto se encontraba dividido geográficamente. El Archivo Fílmico operaba en un edificio en la carretera Sur de Managua y las oficinas centrales y administrativas se ubicaban en un local de Villa Fontana. El local de cine Arte de la antigua Managua tenía dos plantas y en ese lugar se instaló el Archivo junto a la sala de exhibición.

Ese año la Cinemateca se hizo miembro de la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF) —un organismo internacional que brinda asesorías de preservación y conservación— con el apoyo de Héctor García Meza, director de la Cinemateca de Cuba, Brigitte Van der Elst, secretaria ejecutiva de la FIAF; y Wolfgag Klave, director de la Cinemateca de Berlín en aquel momento. Finalmente, la aceptación se hizo el 28 de abril de 1985, durante una reunión del comité ejecutivo en Nueva York. Una vez hecho realidad el proyecto, Rafael Vargas se dedicó a buscar el financiamiento para crear un archivo con mejores condiciones, lo que se lograría hacia finales de esa década por medio de la cooperación sueca. De esa forma nació el archivo fílmico más grande de Centroamérica con una bóveda de primera calidad (calificado como el más grande por la FIAF en 1990).

En 1990, con la caída de la Revolución Popular Sandinista, INCINE inició una grave crisis debido a que el gobierno de Violeta Barrios de Chamorro le retiró el presupuesto —ya por entonces mínimo— que se le había asignado en 1984. Es necesario aclarar que la decisión de este gobierno no fue la causa principal de la decadencia de este instituto. Para 1990 la institución ya se encontraba en abandono económico, el subsidio estatal era insuficiente, los equipos técnicos eran viejos y muchos habían quedado en desuso, además que estaban cerrados algunos departamentos y habían atravesado dos estresantes episodios de despido de personal.

Entre esas medidas duras de 1990 la primera fue reformar la Ley Creadora del Instituto Nicaragüense de Cine, mediante el decreto número 500 aprobado el 27 de febrero de 1990, que pasaba a INCINE y a la Empresa de Cines RAP S. A. a funcionar adscritos a la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), y su dirección estaría a cargo del Consejo Directivo nombrado por el rector.

La Cinemateca y el Archivo Fílmico estaban incluidos en este traspaso. Sin embargo, los empleados de INCINE desobedecieron este mandado y comenzaron a trabajar de forma autónoma, así que el Estado los declaró «en rebeldía e ilegalidad». Meses más tarde, INCINE pasó a formar parte de la Dirección de Información y Prensa de la Presidencia (DIPP), y así, la Cinemateca Nacional y el Archivo Fílmico de la Nación —que estaban atados a INCINE en esta peregrinación— le fueron retirados a este instituto para ser adscritos al Instituto Nicaragüense de Cultura. Los departamentos de INCINE fueron repartidos entre varias instituciones y así se desintegró el sueño de una cinematografía nacional.

Entre 1989 y 1990 la Cinemateca había recibido la ayuda de los organismos suecos Folkets Vio, ASFI y Altproyectek para el rescate del archivo fílmico. A Violeta Barrios, recién tomada la presidencia, le correspondió inaugurar las instalaciones que se habían construido gracias al proyecto que había impulsado Rafael Vargas Ruiz durante el gobierno sandinista. La donación consistió en una bóveda fría y acondicionamiento para almacenar las latas de cine, una estantería de metal para almacenamiento del material fílmico y un espacio para limpieza y aireamiento del mismo, así como los químicos para dichas labores. La bóveda era de infraestructura hermética con paredes especiales para evitar la condensación de humedad.

En 1996 la Cinemateca recibió, por medio de un nuevo proyecto impulsado por Rafael Vargas Ruiz, la donación de medio millón de dólares por parte del gobierno de Japón en equipos para transferir películas de 16 y 35 milímetros con un telecine a formato U-Matic ¾ de pulgadas y DVD. Con eso se logró rescatar parte del material fílmico más antiguo, que comenzaba a infectarse de hongos, síndrome del vinagre, entre otras cosas.

Una vez que el Archivo Fílmico de la Nacional fue declarado Patrimonio Artístico y Cultural de la Nación por el gobierno del presidente Arnoldo Alemán en 1999 se inició una búsqueda de financiamiento en el exterior. En 2004, por medio de una alianza con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se hizo un estudio químico del archivo nicaragüense y los exámenes concluyeron que el 80 por ciento del material estaba en estado de deterioro y probablemente no podría ser restaurado.

Fue hasta diciembre de 2009, bajo la dirección del cineasta Marcio Vargas Arana, que se celebró con el 30 aniversario de la Cinemateca la inauguración de un nuevo cuarto frío para protección del archivo que se encontraba en el sótano del Palacio Nacional de la Cultura —sede del Instituto Nicaragüense de Cultura—. Este cuarto frío había sido donado por un proyecto del ALBA Cultural del gobierno de Venezuela. En 2010, con la aprobación de la Ley 723: Ley de Cinematografía y de las Artes Audiovisuales, la Cinemateca, según esta ley y su reglamento, debería ser administrada por el Consejo Nicaragüense de Cine (CONICINE) —la misma ley fue la creadora de este consejo— pero el 16 de agosto de 2011 un decreto presidencial de Daniel Ortega Saavedra, publicado en La Gaceta, anunció que se adscribía la Cinemateca de Nicaragua a la presidencia de la República y se le retiraba al Instituto Nicaragüense de Cultura. Desde ese momento el Poder Ejecutivo pasó a ser el ente regulador del cine en Nicaragua. Con este decreto quedaban en el vacío la propia Ley 723: Ley de Cinematografía y de las Artes Audiovisuales y el mismo consejo CONICINE. Todos esos conceptos del reglamento de la Ley quedaron en el absurdo legal.

La historia de la Cinemateca Nacional de Nicaragua tomó un giro inesperado el 28 de agosto de 2015 con la publicación de la Ley 909: Ley Creadora de la Cinemateca Nacional. Aunque parezca inverosímil, nunca se había creado en este país una cinemateca por medio de una ley.

Esta ley cambió el rumbo de la institución y la retira de ser un órgano apéndice de la Presidencia de la República para convertirla en un ente autónomo, como refiere el artículo 2: «Confiérase a la Cinemateca Nacional el carácter de ente descentralizado del Poder Ejecutivo, bajo la rectoría sectorial de la Presidencia de la República, con autonomía técnica y administrativa, personalidad jurídica propia, patrimonio propio, de duración indefinida, con plena capacidad para adquirir derechos y contraer obligaciones en materia de competencia».

Esta Ley 909 deroga todos los decretos que formaban parte de la historia de la Cinemateca, ejercita un marco legal nuevo al estilo jubileo y le confiere características como si se acabara de fundar. También rescata algunos puntos de la ley 723 del año 2010, como los de producir y coproducir material audiovisual, lo que la convierte, más allá de un archivo o de una cinemateca, en una productora y en una institución con capacidad para ofrecer formación educativa. Debe observarse también un cambio de nombre: desde el 5 de diciembre de 1979 su nombre fue Cinemateca de Nicaragua, pero a partir de esta Ley se le nombró oficialmente Cinemateca Nacional de Nicaragua.

A partir de las nuevas atribuciones la dirección de la Cinemateca creó el Centro Nicaragüense de Enseñanza Audiovisual y Cinematográfica (CNEAC). Desde esta ley de creación también la institución subió de rango jurídico y está en capacidad de adquirir compromisos con organismos internacionales como si fuese un instituto de cine. También con la ley se le hace ser finalmente la entidad propietaria oficial del Archivo Fílmico de la Nación.

La Cinemateca Nacional de Nicaragua alcanzó sus 40 años como miembro de la Conferencia de Autoridades Audiovisuales y Cinematográficas (CAACI) y como miembro desde diciembre de 2017 del reconocido programa IBERMEDIA; además, tiene presencia en los premios DOC TV desde el año 2015 y muchos otros concursos internacionales a los que se puede ingresar a través de estas redes iberoamericanas del cine. Es, además, una casa de estudios y capacitaciones de cine con diplomas reconocidos por el Estado a través del INATEC, tiene un departamento de cine móvil y un departamento de conservación.

En la Cinemateca se desarrollan actualmente proyectos de protección y conservación de archivos fílmicos con la restauración de material de cine que se ejecuta con una programación de cuatro años. El Archivo Fílmico de la Nación se compone de siete mil títulos y tres grandes colecciones conocidas como Somoza, Chamorro y Sandino, pero también existen decenas de materiales que aún se encuentran en la lista de limpieza y restauración para pasar a la fase de clasificación y catalogación, por lo que es desconocida la lista final de materiales que conforman este que en 1990 fue orgullosamente el archivo fílmico más grande de la región.

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