La consolidación contrainsurgente en Guatemala representa más que un terrible triunfo militar y político de la élite oligárquica. Se trata también de una nueva colonización en las subjetividades de las generaciones que suceden a este hecho. Representa una rotunda estrategia para cimentar aún más las ideas del anticomunismo y, por transición, el neoconservadurismo político y el neoliberalismo económico. Vemos cómo resultaba fundamental que los países de la periferia se fueran acoplando al orden mundial del sistema imperante en occidente y cómo era necesario que las masas fueran arraigando el imaginario uniforme que permitiera hacer avanzar, sin mayores resistencias, las tendencias económicas y políticas que manejarían las respectivas élites por todas las naciones del mundo.
Es en los años noventa donde la televisión por cable en Guatemala es una realidad. MTV acapara la atención de las nuevas generaciones y con esto el bombardeo del entretenimiento banal es inevitable. Los centros comerciales y la McDonalización, como la denominó el sociólogo George Ritzer, son un hecho. Los autos son objeto de culto. Las capas medias se piensan empoderadas. La publicidad sugestiona a las masas hacia la moda y el consumismo para aspirar al prototipo establecido. Las carreras técnicas entran en apogeo puesto que la población debe acoplarse al mercado y nunca viceversa. Las ciencias sociales y las humanidades son vistas como anacrónicas. Se trata de consumir y poseer, de una avidez de novedades que impide profundizar en cualquier cosa. Se busca construir juventudes acríticas que vean en el otro a un adversario. La tecnología digital comenzará un abarcamiento global.
Luego vendrían las redes sociales y los smartphones que ya conocemos. Hay miedo por parte de los padres hacía la seguridad de sus hijos. Prefieren verlos, en muchos casos, inmersos en burbujas de capas medias —sin conocimiento de la historia e indiferentes a su entorno— antes que informados, concientizados y sensibilizados sobre el acontecer de los saqueos, despojos y cantidad de vejámenes que sufren millones dentro de su misma frontera. Y lo que se desea aún menos es que se inmiscuyan en dinámicas sociales incidiendo directamente en nuevas formas de hacer política.
Sin embargo, el tema central pasa por el fenómeno hipnoide, intelicida y sistémico mundial que construye, a través de la colonización subjetiva, una concepción de la vida basada en la cosificación, el egoísmo y el culto al dinero, dejando a un lado la importancia del pensamiento crítico así como nuestros aspectos más humanos, lo que repercute actualmente en una crisis severa, tanto personal como colectiva.
Los Millennials guatemaltecos —salvo algunas excepciones— representan una generación apática tanto para encontrarse a sí mismos como para informarse y pensar en transformaciones sociales, llegando al extremo de aborrecer y menospreciar el dialogo acerca de temáticas donde ellos mismos, quieran o no, se encuentran inmersos.
Actualmente suele verse dentro de la dinámica de convivencia de personas pertenecientes a las capas medias —ya sea en discotecas, cafés o grupos de WhatsAap—, cómo se condena a todo aquel que propone la idea de repensarnos y cuestionarnos, por ejemplo. Es un tipo de discriminación estructural como lo son el racismo, el clasismo, el machismo y/o la homofobia. Los Millennials de las capas medias parecen encajar perfectamente en la categoría de sujetos “sujetados”, jugando muchas veces a través del reaccionarismo, el rol de una especie de guardias para la conservación del sistema y el status quo. Mientras tanto, en el Norte, Donald Trump gana las elecciones y muchos se sorprenden. ¿Pero acaso su forma de pensar no es el vivo reflejo, no solo de la sociedad norteamericana, sino en buena medida de la nuestra? Dice Sartre que “lo importante es lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”. ¿Tendrán los Millennials el valor de repensarse y deconstruir?
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