Doscientos años con Frankenstein


Nora Méndez_ Perfil Casi literalSegún los mayas, la cuenta larga de la vida o la rueda del destino gira cada veinte años. Según la astrología esto ocurre cada treinta. La obra cumbre de Mary Shelley está a punto de dar su giro número doscientos en un «año dos» (año de la pareja), según la numerología.

Estados Unidos (y presumiblemente Rusia) lidera un movimiento político antiterrorista y antinmigrante, aborreciendo el valor de la solidaridad humana y anteponiendo los derechos de sus poblaciones originarias a los de intrusos cuyos países no se hicieron cargo de ellos. Su antigua lógica conquistadora camina hacia la inversa. Cronos, otro monstruo, se come a sus hijos.

Los fascistas rusos enarbolan carteles con el rostro amargo de Stalin. Los fascistas estadounidenses tienen a un mono rubio sentado en su trono, quien, según ellos, lidera la vuelta del mono blanco sobre la supremacía de un mundo cada vez más negro, más oscuro.

Las derechas locales insisten en el ayer como paraíso: programas de TV, publicidad, ideas de antaño, rescate de las plazas públicas e íconos de épocas pasadas. Nos aseguran tener la máquina del tiempo para que nuestras sociedades corroídas por el vicio, la corrupción y la mentira vuelvan a ser perfectas y puras, aquellas donde se negaron los crímenes, los vicios y la miseria del pasado. Sus clamores despiertan zombis con los que solo Mary Shelley sabrá si serán capaces de lidiar después.

Igual sucede con las redes sociales, donde zombis de todas las denominaciones raciales deambulamos enloquecidos buscando el amor con nuestro torpe lenguaje. Y en el terreno de los fenómenos sociales, millones de familias enteras son exiliadas a causa de las guerras, el desempleo y el hambre, atravesando océanos, desiertos y tierras hostiles para buscar en otros lugares el amor que en otra parte les negaron. Llegan muertos y alguien grita a lo lejos «Levántate, Lázaro».

Observamos a la mismísima Mary Shelley como modelo para la creación del personaje de la Princesa Leia en la saga de Star Wars, que en todo momento viaja acompañada de dos robots, uno de ellos bastante atolondrado como la criatura de su libro. Los monstruos de Frankenstein y su novia son los mismos personajes (ahora con familia y responsabilidades) de la serie Los Simpson, nacidos naturalmente en el país más monstruoso de la imaginación humana que se hizo con pedazos de millones de inmigrantes. Esa serie que parece escribir como chispazos de electricidad el guion de los acontecimientos mundiales.

Quién diría que las profundas reflexiones de Shelley y los poetas románticos ingleses ―con quienes compartió aquella tragedia que vivió en su momento, conociendo la muerte y la extinción de todas las formas del amor― en nuestra sociedad se han convertido en más que cultura pop, algo tan cercano a nuestras pupusas o a un hotdog, dando cuenta así de nuestro absurdo e intrascendencia humana.

Así es la gran literatura, tan hermosa y degustada que llega a su perfecto anabolismo.

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