Como el día en que Martín Lutero clavó sus noventa y cinco tesis en la puerta de la iglesia de todos los santos de Wittenberg, en 2019 hubo en el arte dos clavados de tesis en la dura pared de la indiferencia hacia los hechos artísticos.
El primero fue el banano pegado con cinta adhesiva gris en una pared de la galería Perrotin, por el artista Maurizio Cattelan, que reapareció con su arte luego de quince años. El otro fue un performance colectivo recitado como un canto con coreografía de guerra en medio del levantamiento social contra el alto costo de la vida en Chile, montado por Las Tesis.
Como todo arte, estas dos obras pretenden cambiar el mundo dentro y fuera del escenario imaginario. Aun cuando estos hechos no han sido acusados de herejía social —porque el arte no es un dogma—, estos cinco artistas, a su manera, nos plantearon inquietantes panoramas para el arte del nuevo mundo que está a punto de revelarse ante nuestros ojos.
Nihil Novi, cito a la mítica Biblia, pero también hago referencia directa a un estatuto legal polaco de 1505: el Nihil novi nissi commune consensu. Esto nos dicta que nada es nuevo sin el consenso de todos. He ahí la idea principal de este nuevo arte, de este nuevo mundo, de todo esto que llamamos nuevo y que intento explicar desde el latín precisamente porque es muy viejo.
Pero hay algo más en esta idea de aceptación total: pareciera que ahora nada es nuevo sin la aprobación de las mujeres; de la mirada feminista de las mujeres. Y como ya sabemos, cada vez somos más las mujeres porque estamos las nacidas y educadas como tal, las transmujeres y también los feministas. Hay una ola que promueve y reivindica la libertad de mi género. Eso parece.
Volviendo a Las Tesis, debo decir que el perfomance es, en contenido, un hijo efímero del teatro; y en tiempos líquidos lo sustituye, se viraliza, es parte innata del mass media, del homo videns que emerge con fuerza ante la paradoja de ver cada vez menos la realidad y mucho más una pantalla. Volvemos a la caverna de Platón. Vemos lo que quieren que veamos.
Ya la portada de 2019 de la revista The Economist nos mostraba al nuevo «renacido» con los ojos vendados, una hoja de marihuana y un celular en las manos. «La tecnología es el opio del pueblo», grita mi respetado Marx moderno en la esquina del Centro Histórico, pero dicha portada lleva además la imagen de Magdalena y Artemisa en el Sur de América, donde nacen Las Tesis y su performance basado en las tesis de Rita Segato, la Lutera de esta nueva historia. «Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía. ¡El violador eres tú!».
Este texto —ahora más vigente que los versos de Sor Juana Inés de la Cruz— está apegado a los hechos reales del mundo, pero también a otra historia que narra la Biblia: aquella de la mujer adúltera que es apedreada. Para muchos mitólogos, esta no es otra que María, cualquiera de la tres: María, Magdalena o Marta, y por cuya muerte deben seguir siendo castigados sus asesinos, quienes la mataron a pedradas en Irak.
Este tema es interminable. No, no existe el fin del mundo. Lo que proponen estas Tesis es que acabe la violación como hábito de la sociedad humana, así como la persecución contra la existencia y naturaleza de las mujeres.
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