COVID-19 y los peligros del ecofascismo


Corina Rueda Borrero_ Perfil Casi literalCuando recién empezó la pandemia mucho se habló de que si bien el mundo se había detenido por culpa del COVID-19, en el fondo también se le estaba dando un respiro al planeta. Por un momento esta frase se instaló como la primera piedrita en la mente de muchos para construir un discurso que veía de forma positiva la muerte de miles de personas en todo el mundo porque después de todo «el verdadero virus es la humanidad» y «somos muchos».

Detrás de estas afirmaciones se recogen ideas aporófobas que indirectamente condenan a morir dentro de esa «humanidad» a los más pobres, considerando que quienes han estado mayormente expuestos y susceptibles al virus han sido personas empobrecidas, excluidas, sin seguridad social, sin solvencia económica y sin acceso diario a servicios básicos como agua, comida o electricidad. Pregunto: ¿son entonces estas personas las culpables de las grandes devastaciones de nuestros ecosistemas, de promover el extractivismo y de producir grandes cantidades de gases invernadero? La respuesta es un definitivo y cerrado no.

Quienes están detrás de las grandes compañías y gobiernos que en realidad destruyen y explotan reservas naturales —y están llevándonos cada vez más cerca a nuestra extinción— están a salvo y refugiados, mientras que los daños colaterales son solo cifras de muertos que el ecofascismo ve como necesarias para salvarnos de la sobrepoblación. Y como esas vidas no importan es fácil condenar desde el privilegio a quienes «por irresponsables» se contagian y mueren.

Detrás de los agradecimientos al coronavirus por ser un desastre que está «limpiando» al planeta, se refuerza la idea de que es necesario sacrificar cuerpos menos necesarios y menos importantes, lo cual apoya a su vez, dentro de una sociedad desigual, prácticas racistas, misóginas y discriminatorias, olvidando que el eje fundamental del ecologismo reside en promover una vida digna y salvar a la humanidad sin tener que sacrificar humanos o el medioambiente.

Después de todo, el ecologismo como práctica política advierte los peligros del capitalismo para la vida: el mismo sistema de acumulación de riqueza que promueve las prácticas de consumo y la contaminación y que apoya medidas leves de disidencia controlada de un ecologismo aburguesado que se jacta de no usar carrizo sin atacar la raíz del problema.

Adicionalmente, estas posturas ecofascistas nacen y se replican desde el privilegio de quienes se encuentran cómodamente refugiados en la precariedad social que ha implicado las medidas del virus, dejando sin voz y espacio a quienes se ven verdaderamente afectados por las catástrofes ambientales.

Esto se entremezcla con desigualdades estructurales de clase, género y raza, posicionando al Sur Global en desventaja y a expensas de inversiones económicas y del recibimiento de instrucciones, tanto para atender pacientes y aplicar medidas contra el COVID-19 como para buscar soluciones fuera de la lógica colonial. De esa forma, desde las potencias se elitiza y se decide quiénes tienen más derecho de existir en plena crisis sanitaria y climática, sacrificando a personas empobrecidas y racializadas en la primera línea.

Al final la justicia climática por la cual se aboga desde lo contrahegemónico debe contener a su vez justicia social para todos y no solo para quienes son capaces de ajustarse al modelo de conciencia ambiental que surge en el seno del capitalismo. Por más que los niveles de dióxido de carbono hayan disminuido y los ríos se estén limpiando, esto no ocurre porque menos gente pobre esté usando un empaque plástico sino porque el capitalismo ha disminuido su poder de producción y consumismo. No obstante, al ocurrir esto también vemos cómo los Estados invierten más fondos en salvar bancos o inmobiliarias en vez de invertir en la salud.

Después de todo es evidente que nunca estuvimos en un mismo barco. Algunos han sido tirados al mar repleto de tiburones para que el planeta se los devore sin que haya culpabilidad alguna. Celebrar el sufrimiento humano es fascismo (por más pantalla ecológica que tenga).

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