Ni Twitter, ni Facebook, ni Instagram, ni ninguna otra red social te hace activista. Andar afanado haciendo clicks no es activismo, como tampoco lo es estar frente a una computadora de opinólogo e inflándose el pecho cada vez que alguien comenta que hiciste un tweet sobre este tema o que te la pasaste dos horas en el timeline de un comentario argumentando por qué el sexismo/racismo/capitalismo/extractivismo debe ser abolido para la igualdad social.
¿Por qué les bombardeo hoy con esto? Fácil: hay un montón de gente allá afuera que ahora fácilmente se ponen la etiqueta de activista solo porque se la pasan posteando mensajitos y compartiendo cosas de gente que sí es activista; y es que para ser catalogado como tal tienes que ser alguien que participe y/o organice activamente en actividades (estoy siendo redundante a propósito) por un cambio social y político en la sociedad en que se vive.
A esto se añade la apropiación de conceptos ajenos para aumentar el ego propio, algo que por cierto, viene de la mano de quienes no mueven un dedo para hacer activamente nada pero que a la hora de la hora se toman una actividad para poner su logo (que no representa a nadie), debo adentrarme entonces a diferenciar entre activista y aliado desde mis propios conceptos (que conste que no soy la RAE y nunca busco dar criterios moralistas, por lo que de costumbre utilizaré esta columna de opinión para crear polémica y provocar una que otra cara torcida).
Como ya dije, activista es que quien participa activamente para que las cosas pasen, mientras que una persona aliada es aquella con quien se puede contar y tiene afinidad con una causa, y por tanto, busca apoyarla desde donde puede. Aquí sí es importante ser sumamente consciente de las limitantes de otras personas; muchos deben mantener sus trabajos (que pueden ser varios) o son cuidadoras del hogar, pero apoyan y son aliados manteniéndose al tanto de lo que pasa y siendo una voz para aquellas personas que están luchando por sus derechos; algunos de ellos son emisores de opinión (a esos que ahora les dicen influencers) y es aquí donde entra el papel del internet, y por tanto, de las redes sociales.
Estos medios se han convertido en un amplio canal de comunicación que les ha facilitado la vida a millones de personas, acercándolas a realidades que en algún momento creyeron inimaginables. A su vez, con el acceso a internet aquellas personas que están llevando a cabo un rol activista usan esta herramienta para crear simpatía, por lo que hacen y buscan que se difunda. Entonces ¿cuál es el papel del internet y las redes sociales en las luchas activistas? Simplemente servir como herramienta de difusión.
Ojo, ahora no me vengan con el cuento de Julian Assange, pues lo que ha hecho este señor no es ni remotamente comparable al tweet que acabas de emitir. Assange promueve la transparencia de información y ha creado softwares con estos propósitos, el ciberactivismo no es el clickactivismo con el que te afanas de llamarte activista solo por hacer retweet, postear o rebloggear.
Tampoco lo compares con el movimiento #MeToo que, de hecho, para surgir necesitó que influencers expusieran sus historias de acoso y denunciaran a sus agresores, por lo que no solo consistió en crear un HT. O como fue el caso de la primavera árabe, donde el uso de redes sociales como Twitter fue crucial para visibilizar lo que estaba ocurriendo en ese país. Nuevamente, el internet y el buen uso de las redes permitió que la acción de denunciar llegara a más personas y se hiciera incidencia social y política.
No obstante ―y como un acápite final a todo esto― internet no deja de ser una herramienta elitista (solo el 48% de personas del planeta tienen acceso), por lo que no basta estar detrás de nuestras computadoras o dispositivos móviles y hay que poner el pecho, el alma y la vida para que provocar cambios.
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¿Quién es Corina Rueda Borrero?
